La discriminación causa depresión en niños y adolescentes
Hercilia Garnica.- Norian Rodríguez (nombre ficticio para proteger la identidad de nuestra entrevistada) decidió, desde muy temprano, cuando apenas estaba en primaria, que quería ser periodista. Creía que como comunicadora social podía desarrollar su vocación de servicio, su interés en ayudar a los demás.
Pero apenas lo manifestó, entre su círculo de amigas y compañeras de estudio, se encontró con una gran oposición y un enorme rechazo que hasta ese momento había estado velado.
Norian sufrió severas quemaduras en la cara cuando era niña y a pesar de que ha sido sometida a numerosas intervenciones quirúrgicas aún hay señales en su rostro de ese incidente de su infancia.
Las que ella creía que eran sus amigas no solo le reprocharon “su aspecto”, también le aseguraron que su condición de mujer negra y de pocos recursos no le permitirían tener éxito como periodista, una profesión en la que le dan prioridad a las “mujeres blancas y bellas”.
Norian tiene la enorme fortuna de contar con una familia que la apoya y con especialistas en el área psicológica que la han asistido desde que era una niña. Eso la ha ayudado, pero aún pone en duda su decisión de ser periodista.
“El rechazo me ha afectado mucho. Yo no he pensado trabajar en televisión, la verdad creo que no tendría oportunidad de un empleo frente a las cámaras, pero si pensaba que podía ser periodista de un medio impreso o de la radio”, señala con decepción.
Ella aún estudia bachillerato, pero ya está próxima la fecha en la que debe, finalmente, tomar la decisión de qué carrera estudiará. “He pensado en Bioanálisis. Allí igual puedo ayudar a la gente, pero no tengo contacto directo con el paciente. Puedo mantenerme al margen, tras bastidores”, señala.
La ayuda psicológica que recibió cuando niña, por las quemaduras sufridas en su rostro, debió retomarla ahora por la discriminación de la que ha sido víctima. “Me he sentido muy insegura. He tenido que pedirle ayuda a mi psicólogo y también en el servicio de orientación del liceo porque no quise ir a clases y no quiero que empiece el nuevo año. Siempre me ha gustado estudiar, siempre esperaba con ansias que se iniciaran las actividades y ahora no quiero”, refiere. Y ya son inevitables las lágrimas.
Palabras al viento
«Todas las personas son iguales ante la ley; en consecuencia: No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo, el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan por objeto o por resultado anular o menoscabar el reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de los derechos y libertades de toda persona. La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser discriminados, marginados o vulnerables; protegerá especialmente a aquellas personas que por alguna de las condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancia de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que contra ellas se cometan». Art. 21 Constitución Bolivariana de Venezuela.
Esa declaración no tiene ningún sentido para Norian y tampoco para Manuel, un joven homosexual que también ha sido víctima de discriminación en su centro de estudios.
“Mis compañeros de clase me llaman marica, mami, perra. Me preguntan si quiero hacerlo con ellos. Me siento segregado, soy como un bicho raro. No tengo amigos. Hago los trabajos solo. Es muy difícil”.
Las personas que tienen una preferencia u orientación sexual diferente de la heterosexual sufren discriminación porque existe una tendencia homogeneizante que defiende la heterosexualidad como sexualidad dominante y, a partir de ella, se califican todas las demás orientaciones o manifestaciones. El resto de las formas de sexualidad aparecen como incompletas, perversas y, en algunos casos, como patológicas, criminales e inmorales. Lo anterior provoca una respuesta de temor al riesgo imaginado desde el prejuicio dogmático e intolerante, que en última instancia se traduce en desprecio, odio y rechazo, refiere el Consejo Nacional de México para Prevenir la Discriminación en su sitio web.
El concepto de ‘discriminación’ no refiere sólo la identidad u orientación sexual, también comprende género, raza, estatus social, religión y posición política e ideológica. A nivel internacional, según los parámetros de la ONU, el concepto universal de discriminación se entiende como “todo acto de separar a una persona de una sociedad o bien denigrarla de una forma a partir de criterios determinados. En su sentido más amplio, la discriminación es una manera de ordenar y clasificar otras entidades. Puede referirse a cualquier ámbito y puede utilizar cualquier criterio. Si hablamos de seres humanos, por ejemplo, podemos discriminarlos entre otros criterios, por edad, color de piel, nivel de estudios, nivel social, conocimientos, riqueza, color de ojos diferente, orientación sexual, etc. Pero también podemos discriminar fuentes de energía, obras de literatura, animales etc.”.
Como puede verse, la discriminación por orientación sexual forma parte del concepto universal de discriminación y según las cifras de la ONU y la OEA, América Latina está en deuda en cuanto a avances efectivos en la lucha contra la discriminación por orientación sexual.
Algunos analistas han llegado a comparar la región con los países musulmanes, debido a crímenes terribles que se cometen contra personas homosexuales o que forman parte de las llamadas ‘minorías sexuales’. Los países de la región donde la discriminación, hostigamiento y homicidio por orientación sexual se han convertido en un problema social incluso de salud pública son: El Salvador, Nicaragua, Honduras, Chile, Paraguay, República Dominicana, Haití y México. Sobre todo El Salvador y Nicaragua están en la mira de organizaciones como Amnistía Internacional y la ONU por este motivo.
Venezuela, con relación a otros países de la región, presenta cifras mínimas en cuanto a violencia por discriminación por orientación sexual, sin embargo, diversas ONG han recogido numerosas denuncias de discriminación sexual en el ámbito laboral y en espacios públicos como restaurantes, escuelas y liceos, sin que el Estado haya sido verdaderamente enérgico en las sanciones contra estas violaciones a los Derechos Humanos (DDHH). De hecho, desde que se sancionó la ley en 2010 no se ha producido ninguna condena por discriminación por orientación sexual en el país.
Baja autoestima
Un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Melbourne (Australia) a 461 niños y adolescentes entre 12 y 18 años reveló que los que sufren de discriminación racial podrían padecer de enfermedades mentales como autoestima baja, reducción de la resiliencia, aumento en los problemas de conducta, depresión y ansiedad.
La investigadora líder, Naomi Priest, señaló que “el estudio mostró que hay relaciones potentes y constantes entre la discriminación racial y una variedad de malos resultados de salud, como una autoestima baja, una reducción de la resiliencia, un aumento en los problemas de conducta y unos niveles más bajos de bienestar”.
El informe de la investigación que fue publicado en la revista Social Science & Medicine , observó 461 casos de vínculos entre el racismo y la salud y el bienestar de los jóvenes.
El estudio reveló que la mayor parte del racismo experimentado por los niños y adolescentes conllevaba la discriminación de parte de otras personas, en lugar de un racismo institucional o sistémico.
Otro de los resultados alcanzados expuso que existe un aumento en el riesgo de unos peores resultados de nacimientos en los niños cuyas madres sufrieron este flagelo durante el embarazo.
De los grupos raciales y étnicos incluidos en los estudios, los tres más comunes fueron los afrodescendientes, los hispanos y los asiáticos.
“Sabemos que los niños que experimentan una mala salud y bienestar son menos propensos a participar en la educación, en el empleo y en otras actividades que les dan un respaldo para llevar unas vidas sanas y productivas, y para participar significativamente en la comunidad”, lamentó Priest.
Es por ello que “los hallazgos identifican un problema importante que se debe abordar para mejorar la salud infantil y adolescente”, enfatizó.
En un artículo para The Washington Post, Max Fisher compiló los datos recogidos por el World Values Survey en una encuesta que mide opiniones y actitudes a nivel global desde hace décadas. Ficher se quedó con una pregunta en particular: “¿Qué tipo de personas no querrías tener de vecinos?”. Para responderla, los encuestados escogían su opción de una lista de respuestas que incluía a “personas de diferentes razas”, así que Fisher tomó esta variante y realizó un mapa infográfico donde mientras más azul sea el país es mayor la tolerancia racial percibida, mientras que el color rojo representa el total opuesto.
Entre los resultados observados por la lectura que hace Fisher al estudio, vemos que los países menos tolerantes son la India y Jordania, donde más del 40% de los encuestados respondieron negativamente a la idea de tener alguien de otra raza como vecino. Entre las naciones desarrolladas de Europa Occidental, donde se esperaría una mayor recepción entre los encuestados, el escenario es desigual: Francia demostró que un 22,7 % de encuestados tiene actitudes poco tolerantes.
En los países de Oriente Medio, como Arabia Saudita, tampoco se ve con agrado a las razas diferentes. Y sociedades étnicamente diversas de Asia, como Filipinas, muestran un grado notable de intolerancia. En estos casos, Fisher presume que factores como la inmigración masiva y la lucha de influencias culturales dentro del país han motivado este comportamiento.
En el otro extremo vemos que los países anglosajones, nórdicos y latinoamericanos son los de mayor tolerancia racial, con las relativas excepciones de Venezuela y República Dominicana. En el caso dominicano, Fisher deduce que el disparador de incomodidad racial puede estar en la cercanía con la problemática de Haití; mientras que en Venezuela cree que, a pesar de su renta petrolera, la distribución desigual de la riqueza ha influenciado en una alterada percepción pública de las distintas etnias y raza.
Eso lo experimentó Norian. Ella vive en un barrio de Petare, su familia es de escasos recursos y su condición fue otro de los argumentos que han usado las personas para discriminarla y considerarla incapaz de ser periodista.
Esclavitud mental
La socióloga Beatriz Aiffil, a propósito de una nueva conmemoración de la abolición de la esclavitud en el país, señaló que los afrodescendientes venezolanos “viven una situación de esclavitud mental”.
Comentó que, pese a que la Revolución Bolivariana ha abierto las puertas para que la lucha contra la dominación se dé ampliamente, “en este momento la mayoría de la gente afrodescendiente no se reconoce como negra o afro, y si pudieran borrarse el color de su piel, lo harían”.
Su percepción social le ha permitido entender que muchas personas no tienen claras esas ideas, y que hay pocos movimientos y pocas individualidades abordando ese punto, que a su criterio es muy sensible.
“A la gente le da miedo hablar de esto porque estamos entrampados en las discusiones que quieren que nos entrampemos”, manifestó la investigadora del Centro de Saberes Africanos.
De acuerdo con la especialista la población negra del país es un grupo vulnerable que “ha sido excluido de la historia, de los medios de comunicación, de las políticas educativas y de políticas de vivienda”.
Por ese motivo, en el censo de población y vivienda correspondiente al año 2011 se luchó para incluir una variable afrodescendiente, más como autorreconocimiento que como elemento de registro. “Fue como un sondeo acerca de cómo se reconocen las venezolanas y los venezolanos en relación a su componente afro”, especificó.
La especialista enfatiza que el resultado que originó esa interrogante “no puede determinar políticas públicas, pero si sirve para desarrollar estudios que permitan determinar, entre otras cosas, por qué la gente no asume llamarse negra o negro, y si esta determinación responde a un tipo de vergüenza étnica o a presión social”.
Esta información también permitirá “generar otros estudios en torno a la clasificación por sectores y detectar en los lugares donde predomina la población afrodescendiente, cómo ha sido la intervención del Estado y cuánto dinero se ha invertido para mejorar la situación en cuanto a vivienda, salud y educación”.
La socióloga refiere que en “Venezuela existe una discriminación racial que, en la mayoría de los casos, es solapada, oculta, no directa. Lo importante en este momento es que aún existe el racismo y que tenemos que eliminarlo, no solo de Venezuela sino de todo el mundo”.
Norian y Manuel certifican esta afirmación. Ambos aseguran que durante un tiempo fueron “aceptados” y que repentinamente afloró el rechazo contra ellos. Ninguno de los dos cree que la Ley en contra de la Discriminación Racial “creada en Revolución”, tenga un efecto determinante sobre ellos o sobre otras personas que son rechazadas.
En efecto, Jesús “Chucho” García, investigador sobre Africa y su Diáspora. Escritor, productor musical y Coordinador General de la Fundación Afroamérica y la Diáspora Africana señaló que los argumentos racistas, “científicamente falsos, socialmente injustificables y éticamente aberrantes, se han prolongado hasta nuestros tiempos formando un binomio discriminación-racismo, que dio paso a la discriminación racial”.
Afortunadamente, señala el experto, la Organización de Naciones Unidas (ONU) creó la Convención contra la Discriminación Racial -de la que Venezuela es firmante- “que condena todo tipo de racismo y discriminación venga de donde venga”.
De acuerdo con García, “el racismo existe y seguirá existiendo en la sociedad venezolana”. Refiere que un trabajo realizado por la Fundación Afroamérica, conjuntamente con el Centro Nacional de Historia, revela que “la impronta del racismo contemporáneo se formalizó después de la Guerra de Independencia y continuó hasta nuestros días”.
Hay prejuicios que persisten en la vida cotidiana hacia los aborígenes y afrodescendientes, refiere. “No tenemos un Estado racista, pero en nuestra sociedad si existen núcleos claramente racistas”.
Racismo en el aula
El estudio sobre racismo en la escuela de los investigadores de la Universidad Católica Andrés Bello Raúl Abzueta y Alex Salom, no es reciente, pero sus conclusiones sí están vigentes.
Hasta 1971, se refiere en la investigación, la población afrovenezolana estuvo ausente de los programas de educación primaria o con una presencia insignificante
Los maestros, al referirse a la población negra en clase, usaban términos como esclavo, músico y bailarín, pero en general la imagen referencial era muy reducida.
Como recomendación final señalan la necesidad de propiciar un acercamiento crítico reflexivo a la historia transmitida en los textos oficiales para que dicha información redunde en un manejo más adecuado de la realidad de la población afrovenezolana en el país.