La democracia uruguaya despide a Mujica y Sanguinetti
EFE
Este martes no fue un día más en la democracia uruguaya: José Mujica y Julio María Sanguinetti, dos líderes, dos símbolos de la historia reciente del país, dieron un paso al costado y el Senado los despidió en un Palacio Legislativo colmado de aplausos, lágrimas y sentimiento democrático.
La lluviosa mañana montevideana no impidió que la Cámara Alta del Parlamento estuviese repleta y que, por un rato, los presentes olvidaran sus diferencias ideológicas para dar el tributo merecido a dos personajes que, de una forma u otra, han sido claves en la democracia uruguaya.
La emotiva jornada comenzó temprano, con ambos expresidentes aguardando en sus despachos, por última vez, el momento culmen.
«Porque me tiró el virus pa’ fuera, porque tengo 85 años y una enfermedad inmunológica. Me encanta la política, pero más me encanta no morirme», razonó Mujica a los periodistas que le cuestionaron por su retirada a la entrada a la Cámara Alta.
Aunque deja su escaño, Mujica -que fue presidente entre 2010 y 2015- afirmó que seguirá inmerso en la política mientras viva porque «el homo sapiens es un animal político, porque es un animal gregario, vive en sociedad, no puede vivir como los pumas en soledad».
Sanguinetti y Mujica obtuvieron sus escaños en las elecciones celebradas en octubre de 2019, pero su avanzada edad (Sanguinetti tiene 84 y Mujica 85) les ha hecho justificar su ausencia del resto del período legislativo, que concluye en 2025.
«Yo tengo mi buena cantidad de defectos, soy pasional, pero en mi jardín hace décadas que no cultivo el odio, porque aprendí una dura lección que me impuso la vida, que el odio termina estupidizando, nos hace perder objetividad», dijo Mujica durante su alocución en la sesión extraordinaria.
Por su parte, Sanguinetti, que fue presidente en dos periodos (1985-1990 y 1995-2000), reflexionó que «los partidos políticos son los que encauzan, orientan, vertebran y articulan y eso es fundamental, sobre todo en tiempos de burbujas publicitarias y redes sociales».
Ambos estuvieron en veredas opuestas durante toda su trayectoria, tanto ideológicamente como en su forma de vida, pero este martes eso no importó y los elogios de uno hacia el otro no se hicieron esperar.
«Es un viejo luchador, importante, que representa una parte de la opinión pública de este país», enfatizó Mujica sobre Sanguinetti, mientras que este último subrayó que la despedida conjunta habla de que es «una hora de conciliación, una hora de reafirmación democrática».
Los discursos de los senadores hacia quienes se retiraron provinieron de todos los partidos.
Para despedir a Mujica intervinieron los senadores de su formación, Frente Amplio (izquierda) Oscar Andrade y Mario Bergara, Guillermo Domenech (Cabildo Abierto, derecha), Pablo Lanz (Partido Colorado, centroderecha) y Carlos Camy (Partido Nacional, centroderecha).
A Sanguinetti lo despidieron los representantes del Partido Colorado Carmen Sanguinetti y Germán Coutinho, Enrique Rubio (FA), Guillermo Domenech (CA) y Gustavo Penadés (PN).
Uno de los más llamativos fue el de Domenech quien, pese a representar un partido de derecha y militar, dijo que tiene «grandes coincidencias» con Mujica.
«He tenido la fortuna de viajar por muchos países. Uruguay es un gran desconocido en el mundo. A veces se recuerda algún futbolista o algún éxito deportivo, pero yo diría que contemporáneamente se recuerda también a José Mujica», explicó.
El final de la jornada tuvo aplausos, saludos y abrazos. Mujica, quien pareciera estar curtido por una vida llena de golpes, torturas y armas, dejó correr por su mejilla las lágrimas del adiós. Sanguinetti, en tanto, mantuvo su entereza académica pero saludó a cada uno de los que estaban presentes y se dio un fuerte abrazo con su rival contemporáneo.
Mujica se fue en seguida, bajo la lluvia y con un paraguas violeta, subió a un auto -que esta vez no era su tradicional escarabajo celeste- y se despidió del Parlamento mientras que Sanguinetti demoró un poco más en retirarse.
Con este cierre Uruguay demostró, una vez mas, un sentimiento republicano y una estabilidad institucional que no suele verse en una región colmada de diferencias, donde las grietas están transformadas en abismos en países como Argentina, Brasil, Chile o Venezuela.