La Batalla de Flores de Laredo, una tradición de arte natural en España
EFE
La localidad costera de Laredo, en el norte de España, aguarda impaciente y animada la celebración de la 110ª edición de la Batalla de Flores dentro de dos semanas, una tradición en la que las carrozas se convierten en alegorías y monumentos coloridos de arte natural.
Miles de clavelones, dalias o margaritas serán clavadas a mano o pegadas pacientemente pétalo a pétalo, conservando su viveza y frescura, sobre las estructuras temáticas que han sido creadas por las agrupaciones que participan en un certamen ligado a la tradición de un pueblo y que cada año atrae a miles de fieles y curiosos.
El carrocista Ángel Gutiérrez de «Come Golayu», una de las asociaciones más jóvenes en concurrir y que cuenta en su haber con seis primeros premios de la Batalla de Flores, explica a Efe que la génesis de cada propuesta comienza tan pronto como se asimilan los resultados de la última edición y su desarrollo abarca todo un año.
«Normalmente el primer boceto acaba tirado en la basura, pero al final germina una idea que se dibuja en plano y luego se construye una maqueta a escala para determinar su dimensión en la realidad», sostiene.
En estos momentos, las agrupaciones se encuentran en el proceso de montaje de las carrozas tras finalizar la construcción de las piezas que compondrán la escena o figura que pretenden representar.
No será hasta la semana del 30 de agosto – día en el que este año se celebra esta fiesta de interés nacional en España – cuando comience su decoración con las flores recién cortadas de los campos laredanos, para mantener la esencia natural o traídas desde los Países Bajos, para reforzar existencias.
Gutiérrez detalla que la colocación de la flor supone un trabajo de muchas horas, que al final supone «más cariño que otra cosa» y en el que se define el estilo propio de cada agrupación a la hora de componer la alegoría, que puede llegar a tener unos 200.000 motivos florales.
Vicente López, carrocista vinculado a la Batalla de Flores desde 1959, resalta la conocida Noche Mágica -víspera a la celebración del desfile- como un momento singular, donde la cuenta atrás llama al público a acudir a los talleres para observar cómo cientos de artesanos de la flor ultiman detalles en un ambiente de nerviosismo, inquietud y alegría contenida.
«Antes era más duro porque el trabajo era a martillazos sobre una madera que, al vibrar, posibilitaba la caída de decorados ya clavados, pero con la llegada del poliespán todo eso se resolvió», explica Vicente.
Con 83 años, considera que la fiesta ha evolucionado de forma positiva hacia carrozas que son auténticos «monumentos» artísticos, en las que la tradición de la flor, como elemento protagonista, ahora se conjuga con modernos efectos visuales y sonoros.
Los responsables de esta fiesta invitan a contemplarla porque, según confiesa López, «aún sigue soñando con la Batalla de Flores porque es algo inexplicable».
«Es una pasión que se demuestra cuando sacamos de los andamios la carroza ya lista hasta la pista del desfile y observas a los compañeros llorando por lo que transmite ese momento», apostilla Gutiérrez, quien espera que la fiesta «perdure en el tiempo».
El origen de la Batalla de Flores se remonta a 1908, cuando familias de veraneantes, junto a vecinos de la villa, se propusieron celebrar un acontecimiento popular para despedir el periodo estival pero, en esa ocasión, decorando embarcaciones sobre el mar, dada la tradición pesquera de Laredo, en la región española de Cantabria.
Tras pasar la celebración a tierra, todos los viernes de finales de agosto la Batalla de Flores, declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional y Bien de Interés Local Etnográfico Inmaterial, transforma Laredo en la capital mundial de la flor. Y Ahora persigue su reconocimiento internacional.
Si bien la competición establece dos categorías de premios para un tipo de carroza más elaborada y para otra secundaria de composición infantil, el jurado también galardona el arte de la obra en general y el vestuario de los voluntarios acompañan la carroza.
Otra figura importante en esta fiesta de la flor es el Carrocista Mayor, que por primera vez encarnará una mujer: la jugadora cántabra de baloncesto Laura Nicholls, reciente campeona de Europa con la selección española.