La anexión de Cisjordania tiene un detractor inesperado: los propios colonos - 800Noticias
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EFE

La anexión de partes de Cisjordania, un sueño de la derecha israelí que pronto podría hacerse realidad, ha topado con un detractor inesperado: considerables grupos de colonos se han rebelado contra el plan propuesto por Estados Unidos, temen que este abra las puertas a un futuro Estado palestino y exigen mejores condiciones.

Desde las peladas colinas donde se sitúan muchas colonias, los dirigentes que forman la primera línea de la colonización se dividen entre apoyar o rechazar el formato para la anexión que prevé la llamada Visión de Paz y Prosperidad de EE. UU.: los hay que creen que no pueden dejar escapar la oportunidad, pero otros consideran que implica contraprestaciones difíciles de aceptar.

Para los más reacios, no es suficiente que el jefe de Gobierno, Benjamín Netanyahu, comience a anexionar este julio grandes bloques los asentamientos y el geoestratégico Valle del Jordán -alrededor de un tercio de Cisjordania ocupada- con el respaldo estadounidense.

En pleno debate y entre especulaciones sobre cómo y cuándo se iniciará la anexión -un proceso aún no clarificado al que EE. UU. debe dar el visto bueno definitivo-, han iniciado una campaña de presión para que el plan incorpore todas sus demandas y, ante el estupor de muchos, advierten que incluso se podrían oponer.

LOS COLONOS QUIEREN MÁS

Denuncian que el mapa presentado este enero por el presidente estadounidense, Donald Trump, -un esbozo inicial para repartir Cisjordania- no les beneficia por varios motivos, los principales que una veintena de colonias quedarían en enclaves aislados y que la expansión de los asentamientos se vería trabada, ya que el plan frena su construcción durante cuatro años, lo que entienden perjudicaría sus perspectivas de desarrollo económico.

Aseguran también que su comunicación y movilidad se reduciría, al no obtener Israel jurisdicción sobre las principales carreteras.

Esto dificultaría el contacto entre comunidades, obstaculizaría su gestión administrativa y alargaría los trayectos a muchos destinos, denuncia a Efe Yisrael Gantz, crítico al plan y presidente del Consejo Regional de Benjamín, que aglutina a más de 45 colonias.

«Queremos que todos los asentamientos estén conectados por vías bajo soberanía israelí», dice este líder colono.

Por ello, su cometido es asegurarse el control de todos los puntos estratégicos del territorio, e interceder en el Gobierno israelí para conseguir que el diseño del mapa final que demarque los nuevos límites de Cisjordania se haga según sus intereses.

«La cuestión no es qué porcentaje de tierra obtenemos, sino donde están» los espacios «que incluiremos en soberanía», remarca en referencia al proceso de mapeo que Israel debe realizar con Estados Unidos.

EL TEMOR A UN ESTADO PALESTINO

Hay otra gran preocupación que aglutina a buena parte de los colonos: temen que la anexión allane el camino para un futuro Estado palestino, una perspectiva impensable para muchos de sus líderes, señala a Efe Yair Sheleg, investigador del Instituto para la Democracia de Israel.

El plan de Trump, que los palestinos rechazan de raíz, les ofrece una suerte de organismo estatal desmembrado entre colonias, sin contigüidad territorial y con soberanía limitada, que no cumple con su demanda de obtener un Estado independiente y viable según las fronteras previas a la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando empezó la ocupación israelí.

Por ello, su liderazgo no ha llegado ni a poner sobre la mesa su oferta, pero el mero hecho de que EE. UU. use el término «Estado» para referirse a la entidad política que planteó para los palestinos es visto con recelo por los líderes colonos, explica Sheleg, que asegura, estos no quieren renunciar ni a «un milímetro de tierra».

Para aquellos que tienen un perfil más ideológico, simpatizantes del nacionalismo religioso que propugna el Gran Israel -el proyecto de un Estado judío del Mar Mediterráneo al Río Jordán-, aceptar «un plan que considera formalmente la idea de un Estado palestino» no es una opción, añade el analista.

Así lo cree también Gantz, que expone motivos de seguridad para ello: «No se puede crear un nuevo Estado que» rodee «nuestras estrechas fronteras», sería algo «terrible» que -añade- «pondría en peligro» la existencia de las colonias y a sus residentes.

UN BLOQUE CON INFLUENCIA

Los representantes colonos están unidos en el Consejo Yesha, el organismo oficial de los asentamientos, con mucha influencia entre las corrientes derechistas y capacidad de persuasión ante el Gobierno. Tienen línea directa con Netanyahu, y estas semanas le han expresado sus opiniones en varias reuniones que también evidenciaron la división entre los contrarios y favorables al plan.

Según medios locales, el apodado Bibi -también presionado desde su derecha por partidos como Yamina- aseguró este pasado domingo en un encuentro con varios de ellos que Israel mantendría el control de las principales carreteras de Cisjordania, y reiteró que la anexión no implicaría su reconocimiento de un posible Estado palestino.

Los dirigentes colonos más pragmáticos apelan a la cordura: «Tenemos una pequeña ventana de oportunidad que aprovechar», dice a Efe Oded Revivi, alcalde de la colonia de Efrat, que lamenta que algunos colegas solo «vean la copa medio vacía».

A ello se refiere también el analista Amit Segal, que advierte que la «miopía histórica» de los colonos más reacios es precisamente una de las mayores trabas que podría descarriar el camino a una anexión que enfrenta ya la condena de gran parte de la comunidad internacional.

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