Judíos ultraortodoxos siguen buscando su encaje en Israel
EFE
Con un modelo de vida regido por la religión y recluidos en sus barrios, los judíos ultraortodoxos se debaten entre tradición o modernidad y sopesan una mayor integración en un Israel muy distinto al fundado hace 75 años. Son el sector que más crece demográficamente y en 2050 ya serán un cuarto de la población.
En un Estado creado hace solo tres cuartos de siglo, que ayer marcó su aniversario, los grupos que integran la comunidad ultraortodoxa o haredí -temerosa de dios, en hebreo- destacan por tener una práctica religiosa rigurosa y a tiempo completo que les mantiene anclados en el pasado y alienados del mundo moderno, lo que hace que su encaje en Israel sea un debate recurrente y un reto con el que lidiar.
Los israelíes seculares temen el crecimiento de los religiosos -ya son 13,5 % de población- y sus inclinaciones políticas conservadoras al alza. También lamentan que son los laicos quiénes asumen gran parte de cargas de impuestos, mientras hay ultraortodoxos que reciben subsidios, no trabajan ni van al Ejército, elementos de fricción que la última década derivaron en notables crisis políticas.
Cooperación tácita
Históricamente, los haredíes fueron reacios al sionismo y en 1948 pactaron una autonomía propia a cambio de su inclusión a Israel. Se les permitió tener un sistema educativo propio y estar exentos del servicio militar obligatorio, lo que muestra su frágil lazo con un Estado inicialmente laico y nacionalista judío, donde no estaban del todo cómodos.
No celebran el Día de la Independencia que Israel conmemoró ayer, ni en sus barrios se ven banderas o símbolos nacionalistas.
También hay grupos pequeños antisionistas que no colaboran con el Estado -algunos incluso apoyan la causa palestina-, pero la mayoría tendió hacia una mayor cooperación con Israel «porque busca participar del sistema político para influir», señala a EFE Gilad Malach, investigador del Instituto para la Democracia de Israel (IDI).
Derechización
Esta comunidad «aún no apoya ideológicamente al Estado secular israelí porque el Mesías aún no llegó, y cree que hasta entonces no se debería crear el Estado», pero los partidos que les representan -Shas y Judaísmo Unido de la Torá- se han aliado con (el primer ministro) Benjamin Netanyahu y su bloque derechista, obteniendo notable poder en sus Gobiernos.
Los ultraortodoxos «creen que pueden sacar más de la derecha», pero «no son solo decisiones prácticas», sino que «desde hace más de una década experimentan una derechización ideológica», dice Malach.
«Sienten que la derecha es más tradicional y favorable a un Estado judío». Asimismo, su postura sobre la ocupación de los territorios palestinos, antes «cautelosa» y enfocada en la paz, cambió y ahora muchos «creen que esos territorios pertenecen a Israel», agrega.
La extensión de colonias de mayoría ultraortodoxa es prueba de ello, entre ellas la ciudad de Modín Ilit, que con más de 40.000 habitantes es uno de los asentamientos más grandes de Cisjordania ocupada.
Entre Dios y el mundo terrenal
Sin embargo, en su cosmovisión, la vida espiritual va por delante de asuntos políticos o terrenales, y el rezo y estudio de los textos sagrados es central, dice a EFE Amiram Gabay, judío de 60 años que de joven dejó su vida secular y pasó a ser ultraortodoxo, cambiando radicalmente sus parámetros existenciales para «entregarse a dios».
Este ambiente puritano se percibe en el barrio de Mea Shearim en Jerusalén o urbes como Bnei Brak, bastiones de este comunidad donde por sus calles imperan mujeres cubiertas con pañuelos y hombres con sus característicos rulos, atuendos largos y sombreros negros.
Pero mientras Israel y el resto del mundo -cada vez más abocados a las nuevas tecnologías- cambian, la disyuntiva entre una existencia focalizada en la religión o más participación en el mundo laico es patente.
Algunos buscan integrarse en la economía y mercado laboral sin renunciar a su identidad, como Yitzik Krombie. Este religioso de 39 años es miembro de la Fundación Kemach, que lidera iniciativas para formar y aumentar el empleo entre haredíes.
Inclusión laboral
«Solo un 53% de hombres adultos trabaja» pero su mayor inclusión laboral «es clave» para el desarrollo de la comunidad, comenta a EFE Krombie desde un espacio de cotrabajo de religiosos en Jerusalén que les sirve de acceso al mundo empresarial y de compañías emergentes.
Los ultraortodoxos eran menos del 5 % de la población israelí en 1948, pero su alta tasa de fecundidad -cada mujer tiene 6,5 hijos de media- hace que crezcan a un ritmo del 4 % anual, la tasa más alta de los países desarrollados, según el IDI.
Según Krombie, los niños haredíes serán mayoría entre los menores israelíes en 2064. Ante ello, hay que cambiar la educación de los jóvenes para que puedan tener formación más amplia -incluir materias como matemáticas o nuevas tecnologías-, obtener empleo cualificado y bajar la tasa de pobreza, dos veces más alta que la media general.
Los sectores más conservadores son reacios a ello, «pero si empezamos a cambiarlo ahora podremos hacerlo», concluye Krombie.
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