Joven turista salva la vida en Indonesia gracias a un préstamo
El Mundo
El timbrazo del teléfono fijo a las cinco de la mañana del pasado sábado 7 de julio, día de San Fermín, no anunciaba fiestas en la vivienda de Lauren y Laura, en el pequeño municipio alcarreño de Quer. A esas horas de la madrugada, por el desfase de los husos horarios, solo podría ser su hijo Víctor, que estaba recorriendo Indonesia, mochila a la espalda, con dos amigos valencianos, Álex y Marcos. Era Eva, la madre de Álex: «Los chicos han tenido un accidente de moto, Álex ha muerto y Víctor está malherido en un hospital y necesita urgentemente una operación por un coágulo en la cabeza. Sólo Marcos parece ileso».
Víctor, de 25 años, estaba ingresado en el hospital de Sanglah, en Denpasar (Bali), a 24 horas de avión desde Madrid. En el 112 les recomendaron acercarse al cuartel de la Guardia Civil de Azuqueca, adonde llegan pasadas las seis de la mañana. Allí, los agentes consiguieron conectarles con el cónsul de España en Yakarta quien les confirma la pesadilla.
Álex y Víctor iban en moto cuando un perro se les cruzó en su camino y salieron despedidos. La familia comenzó entonces una frenética carrera por sacar a su hijo de ese hospital y procurarle una buena asistencia sanitaria. Les preocupaba ese coágulo cerebral que requería de una intervención urgente, una intervención que en el pequeño hospital de Sanglah nunca podría recibir. De hecho, en este centro sanitario dan incluso el alta al chico, con permiso para volar, algo impensable con un coágulo en la cabeza, a fin de que dejara la cama libre.
Lauren se acuerda de que un día antes recibió una de esas molestas llamadas que ofrecen préstamos instantáneos y que él rechazó. Busca el número del teléfono y les devuelve la llamada: «Necesito 6.000 euros urgentemente, mi mujer vuela hoy mismo hacia Indonesia para acompañar a nuestro hijo en un hospital». Gana 1.300 euros como concejal del Ayuntamiento de Quer, su mujer está en paro y la hipoteca se come la mitad de la nómina. Finalmente recuerda que su póliza de decesos le da cobertura para este suceso. Y recurre a ella.
Pronto reciben un nuevo mazazo: su hijo ha de ser operado cuanto antes mejor de las lesiones cerebrales, porque con ellas no puede volar salvo que quiera jugarse la vida. La intervención vale alrededor de 36.000 euros y el seguro les dice que la póliza les garantiza solo 6.000 de atención hospitalaria y el viaje de vuelta, pero no el resto del dinero. Es más, no autorizan el vuelo de vuelta si el chico no ha pasado antes por quirófano.
Lauren vuelve a recurrir al cónsul, pide incluso hablar con el embajador, pero no se le facilita el acceso. Otro familiar llama en España al Ministerio de Asuntos Exteriores. La respuesta, en todos los casos, es la misma: en este tipo de sucesos ni la embajada ni el Gobierno de España facilitan los fondos para la operación de los heridos. «Ni siquiera a través de un préstamo o una ayuda pública que nos comprometiéramos a pagar poco a poco de nuestra nómina mes a mes, que no se trata de que sea gratis, sólo de que nos ayuden a solucionar el problema», lamenta Lauren en conversación con este diario. Al final, al borde de la desesperación, un amigo íntimo de su hijo se ofrece a adelantar el dinero sin condiciones de plazo para la devolución.
Lauren hace inmediatamente la transferencia en la mañana del jueves 12 de julio, pero el hospital se niega a operar hasta que el dinero no esté físicamente en su cuenta. «Tratándose de una transferencia internacional, podría tardar días, los que mi hijo no tenía, por lo que esa misma mañana llamamos de nuevo al cónsul para que hiciera gestiones en el hospital y nos respondió que ‘él no iba a hacer 1.000 kilómetros desde Yakarta para ejercer de intérprete’. No obstante, horas después, debió cambiar de opinión, llamó al hospital y avaló institucionalmente nuestro documento por lo que automáticamente llevaron a quirófano a Víctor», señala Lauren.
Siete horas después, ya en la noche del jueves al viernes, con los diferentes husos horarios, Víctor sale del quirófano. Está bien. En tres o cuatro días podrá volver a España. Ya sí, con una plaza puesta a su disposición por el seguro de sus padres.
«No entendemos que la Seguridad Social española no se haga cargo de estas cosas: si un extranjero llega a España, aunque sea de forma ilegal, tiene asistencia sanitaria gratuita desde que pisa tierra, aunque no haya cotizado nunca en su vida. Me parece perfecto, es una cuestión de humanidad; pero si un español sale al extranjero, no le cubre ni la Seguridad Social española ni la del tercer país. Es injusto. Y yo solo pedía que adelantaran el dinero y me lo descontaran de la nómina».