Joaquín Sabina regresa al lugar que casi lo aparta de la música
EFE
Aferrado a una banqueta pero eufórico, Joaquín Sabina ha sorteado este martes el «maleficio» que pesa sobre muchos de los conciertos que ha celebrado en el Wizink Center de Madrid, siendo el último de ellos el causante de una estrepitosa caída que lo llevó directo el hospital y a que se planteara su futuro en la música.
«¡Buenas noches, muchas gracias por venir! ¡Por fin, carajo! ¡Al fin estoy aquí!», no ha podido sino exclamar este martes tras «unos años un poco duritos» ante los 12.000 congregados que enfervorecidos han celebrado a su ídolo resucitado tras agotar todas las entradas (nominativas, para evitar la reventa).
Fue el 12 de febrero de 2020, el día que cumplía 71 años, cuando, tras perder pie al borde del escenario por un cable y la luz de un foco, se precipitó al foso desde casi dos metros de altura, de lo que resultaron varios traumatismos, un ingreso hospitalario en la UCI y dos intervenciones.
Aquello se sumó pocos días después a las medidas de confinamiento por covid-19, que en su caso hubo de seguir con mayor rigor y duración para asegurar su recuperación, sin tertulias ni encuentros, lo que -según declararía después- le quitaron «las ganas de todo».
«Así que he estado a palo seco un tiempo», ha señalado con humor el poeta de Úbeda en medio de su periplo por España y recién aterrizado de actuar en el Royal Albert Hall de Londres, «para celebrar estar vivo sobre el mismo escenario de Madrid».
Más allá del morbo por volverle a ver pisar el espacio de la maldición, y como reza una de sus célebres canciones, en esta gira titulada «Contra todo pronóstico» sobran los motivos para acudir una vez más en masa a verlo, por ejemplo, la sombra cada vez más cierta de que esta sea la última.
Otra circunstancia convirtió en noticia esta gira: la salida de la banda por decisión del propio Sabina de Pancho Varona después de 40 años de relación en los que coescribieron un centenar de temas, además de ejercer a su lado de músico y productor.
Sí han estado el resto de sus acólitos emblemáticos, entre ellos Antonio García de Diego, Jaime Asúa y Mara Torres, en total un septeto sabinero que ha arropado su salida al escenario pasadas las 9 de la noche con todo el público en pie, prendido de un bombín blanco, chaqueta de rayas y al son del jovial «Cuando era más joven».
A Leiva, presente entre el público, le ha reconocido después el talento y la sabiduría de poner en marcha algunas de las canciones de su época más reciente, como «Lo niego todo» y, antes que ella, «Sintiéndolo mucho», la que anticipa su esperado nuevo trabajo para el que aún no hay fecha y el que lo sacó del ostracismo musical en el que se había sumido en estos tres años.
En ese contexto se han cargado de más significados que nunca esos versos de «Lágrimas de mármol» que proclaman «¡Superviviente, sí, maldita sea!», cantados en plena connivencia con la marea de asistentes, ante los que ha dedicado el concierto a la memoria de su exsuegra, Carmen Delgado de Torres, fallecida hace solo unos días.
Quizás por precaución él no se ha movido de su banqueta hasta el séptimo corte, el archiconocido «Por el bulevar de los sueños rotos», el que coescribió junto a Álvaro Urquijo, al que ha seguido «Llueve sobre mojado» casualmente en la primera tarde de precipitaciones en la capital en varios meses.
Alcanzado el ecuador se ha permitido entonces un receso fuera de las tablas, dejándole a algunos de sus compañeros que interpretasen temas que él ya no puede cantar: «Yo quiero ser una chica Almodóvar» en voz de Barros y «La canción más hermosa del mundo», que ha recaído en García de Diego.
«¡Hemos logrado romper el maleficio y cantar aquí con todos ustedes y puedo decirles ya a estas alturas de concierto que no me cambio por nadie!», ha proclamado Sabina eufórico al volver a ocupar su banqueta, esta vez con una camisa preñada de lunares y bajo las notas de «Tan joven y tan viejo» en un formato semiacústico.
Ha sido casi el último renuncio al intimismo junto con «Una canción para la Magdalena», porque pronto han llegado en loor de multitudes «19 días y 500 noches», «Peces de ciudad» (que ha dedicado a Ana Belén), «Y sin embargo» (en su acostumbrada fusión con la copla «Y sin embargo te quiero» en otra exhibición vocal de Barros) y una «Princesa» electrificada.
En un repertorio tan amplio como el suyo y solo dos horas de concierto ha habido algunos sacrificios como «Cerrado por derribo», que no ha entrado ni en el tiempo de descuento que sí han adornado con otras imprescindibles como «Contigo» o «Y nos dieron las diez».
Y aunque al público le ha regalado en la apostilla «Pastillas para no soñar», pocas dudas caben que no le harán efecto ni a los asistentes de esta velada histórica ni a los que el próximo jueves volverán a llenar este Wizink Center ya exorcizado.
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