+FOTOS| Un parque temático abandonado atrae como un escenario apocalíptico - 800Noticias
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Al fotógrafo  Romain Veillon le fascinan las «visiones postapocalípticas». Así las define. Son lugares abandonados, paisajes que un día tuvieron vida y que ahora languidecen entre la arena y el olvido. Algunas de sus fotos nos han impresionado en los últimos años. Y muchas de ellas pueden verse en su libro «Ask the dust».

Esta vez, Romain muestra sus imágenes de Nara Dreamland, un parque temático japonés inaugurado el 1 de julio de 1961 y cerrado en 2006. Tras una década de abandono, fue demolido a final de 2016. Los parques temáticos son un sueño de nuestra infancia, el encanto de esos días de juego, risas y velocidad. Y, por ello, en cierto sentido, ver su decadencia tiene algo de pesadilla, del fin de los buenos tiempos.

La entrada a Nara DreamLand, en Japón
La entrada a Nara DreamLand, en Japón– ROMAN VEILLON

Le hemos preguntado a Romain por el parque y por sus fotos. Estas son sus impresiones.

-¿Qué sabía de este parque?

 -Nara Dreamland es un parque de atracciones situado al noreste de Nara, en la región de Kansai, Japón. Abrió sus puertas en 1961 con la ambición de convertirse en un Disneyland japonés. A pesar de que tuvo un cierto éxito en los primeros años, la afluencia de turistas cayó vertiginosamente, primero ligada a la apertura de Tokyo Disney Resort, en 1983, y depués por la llegada de Universal Studios Osaka, en 2001. El parque cerró definitivamente sus puertas el 31 de agosto de 2006, tras medio siglo de explotación. Durante mucho tiempo, fue un campo de juego para fotógrafos y aventureros, pero fue demolido en octubre de 2016.
Paisaje postapocalíptico de Nara DreamLand
Paisaje postapocalíptico de Nara DreamLand– ROMAN VEILLON

-¿Qué encontró allí? ¿Qué le sorprendió?

-Fui una mañana al amanecer. Utilicé la antigua entrada pública y saqué mis cámaras y avancé por el parque. Sabía lo que quería ver, las dos grandes montañas rusas, y no me decepcionó. Son increíbles. Lo que me sorprendió en primer lugar es que, en ese momento, no había ningún guardia. Podía caminar por allí y fotografiar completamente solo y libre el parque. Luego, por supuesto, me encantaba explorar cada atracción tratando de imaginar cómo era cuando estaba en funcionamiento. Fotografiar Nara Dreamland fue verdaderamente un placer, se respiraba la alegría de vivir a diferencia de algunos lugares que capturado con mis cámaras. Ver cómo la vegetación crecía y le ganaba terreno a las atracciones era impresionante. Estoy muy triste porque el parque fue destruido, realmente querría haber vuelto.

-¿Por qué le gustan los paisajes apocalípticos?

-Creo que a menudo tiene que ver con nuestra infancia. A todos nos fascina el descubrimiento de una casa en ruinas en nuestra calle, es un recuerdo que llevamos en la memoria de cada uno de nosotros. Cuando descubro un lugar como este, mi primer instinto es tratar de imaginar qué historias hay detrás de los vestigios que quedan, cómo se vivía en el lugar, y las razones por las que fue abandonado. El placer estético es muy importante y trato de recrear ese sentimiento lo mejor posible. También creo que estas imágenes son como «Memento Mori» («recuerda que puedes morir») moderno, nos gustan porque nos recuerdan que somos humanos y que va a morir. Posiblemente ver un mundo post apocalíptico nos anima a aprovechar el tiempo.

Nara Dreamland
Nara Dreamland– ROMAN VEILLON

-Usted se ha especializado en la exploración del patrimonio abandonado. ¿Qué lugares le han impresionado más?

-Creo que es el pueblo minero Kolmanskop, en Namibia. Fue un viaje increíble. Hacía tiempo que había reparado eneste lugar en un reportaje de National Geographic, y me fascinó. Tuve la oportunidad de ir allí una semana. Se tiene la impresión de que se ha detenido el tiempo, y todas las casas devoradas poco a poco por la arena refuerzan esta atmósfera irreal. Esa sigue siendo mi mejor experiencia, pero espero que habrá muchas otros. También podría citar Buzludzha, una antigua sede del Partido Comunista en Bulgaria, que se parece a una nave espacial situado en lo alto de una colina. Te sientes muy pequeño, ligeramente aplastado por el peso y la historia de esta obra que representa a la perfección el exceso del sovietismo en el momento. La construcción de Buzludzha duró siete años, costó una fortuna colosal y requirió el esfuerzo de más de 6.000 trabajadores.

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