Informe en Madrid: Introducen en Venezuela métodos cubanos de tortura
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La injerencia cubana en Venezuela ha recrudecido en los dos últimos años los métodos de tortura que emplea el régimen de Nicolás Maduro en la represión sistemática de la disidencia, incorporando «innovaciones» que aumentan el sufrimiento de las víctimas, de acuerdo con el último informe anual del Instituto Casla que presentaron este viernes en Madrid la directora de esta organización, Tamara Suju, y la exeurodiputada Beatriz Becerra.
La perforación de uñas en manos y pies para pasar los cables de las descargas eléctricas, el uso sistemático de bolsas plásticas para asfixiar a los torturados, el colgamiento con grúas sin tocar el suelo durante los interrogatorios, las lesiones en los genitales al ejercer violencia sexual o la intoxicación con sustancias psicotrópicas desconocidas son algunos de los ejemplos del ensañamiento que ha introducido la presencia de los llamados «isleños» en la cúpula del aparato represor, de acuerdo con el documento de la citada organización, con sede en Praga, que promueve la democracia y el Estado de derecho.
Según Tamara Suju, «el régimen se ha vuelto más sanguinario y usa la tortura como castigo ejemplarizante». Desde 2017, asegura, se están registrando «las torturas más terribles, porque la intención ahora es llevarlas al punto de pedir a sus familias que no denuncien, que no digan nada, porque cualquier cosa que dicen significa quitarles las visitas y los abogados durante meses».
Desde hace años, Suju viene trasladando los casos de torturas y la lista de sus responsables a la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, que abrió en 2018 un examen preliminar sobre la situación de Venezuela y que espera resolver a principios de este año su competencia sobre las denuncias, para entonces valorar la admisibilidad del caso.
Represión en la Dgcim
Partiendo del «caos general» en que está sumida Venezuela, «donde la crisis humanitaria se cruza con la represión sistemática», el estudio del Instituto Casla se centra en el empleo de la tortura, en especial desde la Direccion General de Contrainteligencia Militar (Dgcim) que dirige Iván Hernández Dala, y en cómo el régimen cubano y su estructura represiva han influido para que «los patrones de las torturas se incrementen, cambien o sean innovadores».
A lo largo de 2019, año en el que se produjeron acontecimientos como la juramentación de Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela en enero o el fallido intento de sublevación de abril, el Instituto Casla recibió nuevos testimonios referidos a 83 víctimas directas de presuntas violaciones de derechos humanas y crímenes de lesa humanidad. «El 100% de las víctimas fueron torturadas en centros de detención o en zonas militares, con la particularidad de que 13 de ellas fueron trasladadas, además, a centros clandestinos de torturas donde podían realizarlas sin que sus gritos pudieran ser escuchados por otros testigos».
La citada Dgcim, bajo la influencia de oficiales cubanos, se ha convertido en el órgano represor de civiles y militares más cruel, estando presente en el 95% de los casos denunciados de detención arbitraria, tortura y violencia sexual, según el Instituto Casla.
«El recrudecimiento del crimen de la tortura y los terribles métodos aplicados en el 2019 fueron dirigidos en su mayoría por la Dgcim, involucrados también en hechos de represión que conllevaron a asesinatos, detenciones arbitrarias, torturas y desplazamiento forzado de personas, junto a la Guardia Nacional, el Sebin (Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional), las FAES (Fuerza de Acciones Especiales), la PNB (Policía Nacional Bolivariana) y los colectivos (bandas de paramilitares armados por el régimen)».
La organización alerta en su informe de «la importancia que tiene la presencia cubana en la inducción y represión que lleva el régimen venezolano contra toda la población», basándose en testimonios de exfuncionarios de inteligencia y desertores, así como de militares y civiles que han indicado cómo participa el régimen de la isla en la inducción de la represión.
La cabeza que «organiza, controla y conoce todo sobre quiénes son, cuántos llegan, qué hacen y cómo participan» es el embajador de Cuba en Venezuela, explica el estudio, que recalca: «Nada sucede sin su conocimiento».
«Los cubanos instruyen constantemente en técnicas de represión, intimidación y seguimiento, a miembros de la FANB e inteligencia, para que ellos realicen labores de investigación y espíen a sus propios compañeros y sus familias, a líderes políticos y sociales, y hacerle seguimiento directo al malestar social», continúa. Además, estas labores de inteligencia cubana se realizan «con pleno conocimiento» del ministro de Defensa, Vladimir Padrino; el Comando Estratégico Operacional (Ceofanb) a cargo de Remigio Ceballos, y la propia Dgcim.
Más aún, detalla que el G2 (inteligencia cubana) y Gruce (Grupo Estratégico Cubano) estarían implicados directamente en la tortura en Venezuela. Los «isleños», como los llaman los propios militares y funcionarios venezolanos, tendrían su propia sala de operaciones en las intalaciones militares conocidas como Fuerte Tiuna, en Caracas. Así mismo, cubanos acreditados con credenciales de la Dgcim «dan órdenes a generales venezolanos y entrenan a funcionarios de inteligencia, que se suman a cientos de personas en todo el país, y son conocidos como “Los Acreditados” o Dgcim paralelo», señala el informe.
El Instituto Casla recoge que entre 2018 y 2019 han muerto tres personas bajo custodia del Estado: el concejal Fernando Albán, el exmilitar Modesto Díaz y el capitán Rafael Acosta. «En estos dos últimos años las golpizas y torturas por días y semanas vienen acompañados de hambre, deshidratación, humillación y vejación tanto física como psicológica», explica la organización, que añade: «Las víctimas son privadas de alimentos y agua, y en muchos casos, cuando se las suministran, los obligan a comer del piso como animales».
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