Hoy se celebra la fiesta de San Antonio de Padua, patrono de los pobres
Redacción 800 Noticias
La Iglesia Católica celebra este martes el Día de San Antonio de Padua, fraile franciscano, doctor «evangélico», santo taumaturgo, porque se le atribuyen a su intercesión multitud de milagros.
San Antonio nació en Portugal, pero adquirió el apellido por el que lo conoce el mundo, de la ciudad italiana de Padua, donde murió y donde todavía se veneran sus reliquias.
León XIII lo llamó «el santo de todo el mundo», porque su imagen y devoción se encuentran por todas partes, según difundió el sitio Corazones.org.
Llamado «Doctor Evangélico» por su interpretación de los evangelios, escribió sermones para todas las fiestas del año y defendió a los pobres a los que logró que en su zona italiana de influencia no fueran más encarcelados para pagar sus deudas.
«El gran peligro del cristiano es predicar y no practicar, creer pero no vivir de acuerdo con lo que se cree» afirmaba San Antonio, quien una vez que predicaba y no había nadie para escucharlo, vivió el acontecimiento extraordinario de que salieran del mar peces y se ubicaran en filas de mayor a menor para escucharlo.
A sus prédicas, en esa época, el siglo XII, llegaban a concurrir 30 mil personas y al hacerse franciscano luego de ser sacerdote agustiniano, el fundador de la orden, San Francisco de Asís dijo «ya tenemos obispo».
«Era poderoso en obras y en palabras. Su cuerpo habitaba esta tierra pero su alma vivía en el cielo», lo describió un biógrafo de ese tiempo.
Patrón de mujeres estériles, pobres, viajeros, albañiles, panaderos y papeleros, se le invoca por los objetos perdidos y para pedir un buen esposo o esposa.
Es verdaderamente extraordinaria su intercesión, de acuerdo a las decenas de miles de testimonios de sus milagros.
Vino al mundo en el año 1195 y se llamó Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores, por la devoción al gran patriarca de los monjes y patrones titulares de la capilla en que recibió el hábito franciscano.
Sus padres, jóvenes miembros de la nobleza de Portugal, dejaron que los clérigos de la Catedral de Lisboa se encargaran de impartir los primeros conocimientos al niño, pero cuando éste llegó a la edad de quince años, fue puesto al cuidado de los canónigos regulares de San Agustín, que tenían su casa cerca de la ciudad.
Entre los hechos se cuentan que que al celebrarse una ordenación en Forli, los candidatos franciscanos y dominicos se reunieron en el convento de los Frailes Menores de aquella ciudad.