Hoy hace 27 años se produjo la caída del muro de Berlín
Con información de Panorama.com.ve
De algún modo profundo que los historiadores aún discuten, la Segunda Guerra Mundial terminó definitivamente el 9 de noviembre de 1989. La caída del Muro de Berlín, que dividía la capital alemana desde 1961, clausuró un capítulo de la historia contemporánea (el denominado, en expresión afortunada de Eric Hobsbawm, «el corto siglo XX») marcado por la división ideológica de Europa en dos bloques: uno occidental, capitalista, y otro oriental, comunista.
El colapso del ‘muro de la vergüenza’ fue, en palabras del historiador Mark Mazower, el «acto final del drama ideológico de Europa». Aquel día, y casi por casualidad —por un desliz informativo de un miembro del Politburó al ser preguntado por las medidas del Gobierno sobre los visados al Oeste— una nueva era comenzó para cientos de miles de berlineses que dejaban atrás la penuria socioeconómica y la falta de libertades políticas de la República Democrática Alemana (RDA).
Un tiempo nuevo empezaba, también, para las relaciones internacionales (marcadas desde entonces por el unilateralismo de EE UU), para los politólogos (en shock al no acertar a predecir un colapso vertiginoso) y para los intelectuales, enfrentados por dos concepciones del mundo enemigas. Pero el fin de la ilusión comunista no supuso, vista desde la perspectiva de 27 años, ‘ni el fin de la historia’, en sentido ideológico, ni la ‘victoria’ de Occidente.
«1989 no sirve para explicar los procesos de evolución en los flancos atlánticos», apunta Montserrat Huguet, profesora de Historia Contemporánea de la Universidad Carlos III, «la evolución de las relaciones entre las antiguas metrópolis y sus colonias, ahora potencias emergentes, o los procesos de mundialización, que son previos a esa fecha».
La Caída del Muro, el evenement por excelencia del siglo, suscitó la tentación de explicaciones simplistas y triunfalistas. También lo que Tony Judt denominó «sirenas del determinismo retrospectivo». Es decir: la creencia en que los regímenes del Este estaban condenados indefectiblemente a sucumbir.
Las generaciones jóvenes desconocen el comunismo, no tienen memoria de él ni experiencia de la guerra fría. La pujanza de la mundialización, el desfase industrial comunista, los fallos inherentes a las ‘sociedades cerradas’, el activismo no violento de los sin poder, la influencia de la televisión, el anquilosamiento de la nomenclatura… Estas fueron algunas de las causas que contribuyeron al colapso, pero ninguna de ellas por sí solas explica la celeridad del derrumbe de un sistema, el del socialismo real, que había tutelado la vida de millones de personas durante más de cincuenta años.
Veinticinco años después de aquella fecha, y a pesar de las conmemoraciones, la Caída del Muro «va perdiendo», como señala Huguet, «su condición de mito». Protagonistas históricos del momento, como la primera ministra británica Margaret Thatcher, el presidente checo Václav Havel o el ministro de exteriores ruso Edward Shevernatze, han fallecido. Otros, como Gorbachov o el expresidente estadounidense George Bush, llevan décadas retirados de la vida política y luchan contra serios problemas de salud. Además, las generaciones jóvenes desconocen el comunismo, no tienen memoria de él ni experiencia vital de lo que fue la Guerra Fría.