Heredero de los zares dice que su boda es un puente entre Rusia y Europa
EFE
El heredero al trono de los zares, el gran duque Jorge de Rusia, quiere que su boda con la italiana Rebecca Bettarini (Victoria Románova tras la conversión a la Ortodoxia) el próximo 1 de octubre en la antigua capital imperial, San Petersburgo, sirva de puente entre Rusia y Europa.
«Esta boda es una gran oportunidad para poder abrir Rusia más al mundo», comentó a Efe en una entrevista concedida en su residencia en el centro de Moscú.
El enlace entre Jorge de Rusia, nacido en Madrid (1981), y Victoria Románova Bettarini (1982), será la primera boda de un miembro de la casa imperial en territorio ruso en más de un siglo.
UNA BODA MUY RUSA
«Es un gran honor. ¿Quién hubiera pensado que algún miembro de la familia se casaría en Rusia? Hace 20 ó 30 años no lo imaginaba nadie», afirma Jorge Mijáilovich Románov, cuya familia gobernó el imperio ruso entre 1613 y 1917.
Su prometida explica que será «una boda tradicional rusa» que tendrá lugar en la Catedral de San Isaac, elección en la que contribuyó la Iglesia Ortodoxa Rusa, la gran abanderada de la monarquía en este país.
«Yo creo que va a simbolizar la gran historia de Rusia y su gran cultura», resalta.
Victoria Románova adelanta que llevará un vestido italiano con «guiños» al país donde tendrá lugar la ceremonia, como la tiara Lacis de 438 diamantes de la casa Chaumet, una revisión moderna del tradicional kokoshnik (tocado) ruso.
«Que la gente vea no solamente la Rusia de 1800. Anna Karénina y todas esas cosas. Que se vea lo que es hoy Rusia, que es muy diferente de lo que se piensa», insiste.
La pandemia obligó a los novios a aplazar sus planes, que no se retomaron hasta recibir el visto bueno de las autoridades sanitarias, ya que a la boda han sido invitadas 1.500 personas.
«Nosotros nos queremos y estamos contentos de casarnos. Obviamente no pensábamos que sería una cosa así de grande e importante. Pensábamos que nos casaríamos como todo el mundo», explicó.
REPARAR PUENTES ROTOS CON EUROPA
Los novios, un ruso y una italiana con un bagaje internacional desde la cuna que les llevó a trabajar con las instituciones de la Unión Europa, defienden la necesidad de reparar los lazos entre Rusia y Europa.
«Políticamente hablando estamos de acuerdo en que hay puentes rotos. Pero hay puentes en los que podemos trabajar. La cultura, lo social, el cine (…) la cristiandad. Ahí tienes una vía de cooperación», admite el gran duque.
El primo del rey emérito de España, Juan Carlos I, ve la Casa Románov como un «conducto para restablecer un poco las relaciones» con Europa.
Eso sí, siempre «al margen de la política». La casa imperial mantiene una relación «cordial» con el Kremlin, pero se limita a actividades culturales e históricas.
«A nosotros no nos volverán a pillar haciendo política. Creo que ya lo hemos hecho bastante tiempo. Les toca a ellos», subraya Jorge de Rusia, cuyo bisabuelo fue primo hermano del último zar, Nicolás II.
Victoria cree que la presencia de tantos invitados es una inmejorable ocasión para organizar «un intercambio cultural entre Europa y Rusia» y abrir un diálogo desde Moscú a Bruselas.
«Y que por un día no se hable de Rusia por motivos políticos», resalta.
DE ESPAÑA A VENEZUELA
Ese acercamiento de culturas arranca en su propia casa. Él nació en España, igual que su madre, María Románova, mientras ella vivió en varios países, incluido Irak, y aprendió castellano en Venezuela.
«Pasé mucho tiempo en Venezuela cuando era niña, con lo cual hablo español. Por eso, siempre que he ido a España no he tenido ningún problema. Es un país maravilloso», señala Victoria, cuyo padre, Roberto Bettarini fue cónsul general de Italia en Caracas.
La lengua franca de la pareja es el «itañol», como ellos lo llaman.
«No lo entiende nadie. Y también el ruso, ya que en casa Victoria lo está estudiando activamente», señaló él.
Ella admite que «era muy importante tener una persona al lado que me entendiera en todos mis idiomas».
«Yo me estoy casando con la mejor compañera de viaje que he encontrado en mi vida. Y la única persona que me soporta y me sigue empujando a ir adelante», se confiesa a su vez Jorge de Rusia.
LA RESTITUCIÓN DE LA MONARQUÍA
La familia del último zar, Nicolás II, fue asesinada por los bolcheviques en 1918, más de un año después de que él abdicara del trono tras la Revolución de Febrero.
«La memoria está, pero las heridas se van cerrando. Ya tuvimos la canonización de la familia de Nicolás II. Si eso no es forma de cicatrizar las heridas (…)», señala el heredero.
Jorge de Rusia no quiere ni oír hablar de «revisionismo» o «revanchismo», y ve la misión de los representantes de la dinastía Románov a imagen y semejanza de la monarquía parlamentaria española. «El mayor embajador de un país es el rey», opina.
Ser «la vela» que conserva la memoria, los valores y las tradiciones del pasado imperial, y ejercer de «embajador de buena voluntad» de Rusia, resume su función.
«Si restablecemos o no la monarquía en Rusia es una decisión del pueblo ruso. Yo espero estar a la altura de servir como pueda a mi país, a mi patria», sentencia.