Halla dos obras inéditas de las Monomanías de Géricault
EFE
La monomanía describe un delirio sobre una sola idea y el término, ahora más cerca de las pseudociencias y en desuso, fue llevado al arte. El pintor Théodore Géricault realizó en el siglo XIX una famosa serie de diez retratos de enfermos mentales y ahora un científico español ha localizado otra de las obras perdidas.
El responsable del hallazgo es Javier S. Burgos, experto en alzhéimer e investigador en la Universidad Jaume I de Castellón, quien ha encontrado por segunda vez uno de los cuadros extraviados de Géricault. El primer descubrimiento lo publicó en 2021 en una carta en The Lancet Neurology y, el segundo, la pasada semana en la misma revista.
Géricault, artista del Romanticismo francés, pintó en 1822/23, por encargo del psiquiatra Étienne-Jean Georget, una serie de diez retratos de pacientes que estaban internos en centros parisinos, obras que se conocen como las «Monomanías». De esas diez pinturas, hasta el año pasado, solo se sabía del paradero de cinco, expuestas en museos.
Corresponden estas, explica a Efe Javier Burgos, a las monomanías de la envidia, la ludopatía, la fijación obsesiva, la cleptomanía y el rapto de niños. Las otras cinco habían permanecido ocultas desde que se pintaron en el siglo XIX y, ahora, al menos dos de ellas han salido a la luz gracias a las pesquisas del investigador español.
La sexta monomanía es la melancolía religiosa y la última descubierta, la séptima, es la borrachera. Entonces, ¿hay más? ¿Cuáles son? ¿Se podrán encontrar? ¿Por qué han estado 200 años escondidas?
La escuela de Étienne-Jean Georget
Étienne-Jean Georget fue un psiquiatra francés conocido por sus escritos sobre la monomanía. Él y su equipo, que por aquel entonces se llamaban alienistas y no psiquiatras, fueron de los primeros en tratar a los «locos y endemoniados» como personas enfermas y como seres humanos, detalla Burgos, quien señala que «la escuela parisina empezó a aplicar en los centros el método científico; fue una revolución».
Georget encargó los cuadros a Géricault para inmortalizar las expresiones fisiognómicas de diez de sus pacientes. A su muerte, las obras se dividieron en dos paquetes de cinco, que se llevaron dos de sus discípulos, Lachèze y Maréchal (solo constan sus apellidos).
En 1863 Lachèze, que se había trasladado a Baden-Baden (Alemania), llamó a un reputado marchante de arte porque quería vender los cuadros. ¿El motivo? Por aquel entonces la monomanía empezaba a perder rigor científico y académico y los cuadros dejaron de interesarle.
Sin embargo, las obras recobraron interés artístico. «El marchante quedó alucinado», relata Burgos, tanto que ese mismo año publicó una carta en una revista de arte en la que explicaba su hallazgo de Baden-Baden y en la que daba información sobre Maréchal y el otro lote.
«Desde entonces hasta ahora ha habido ríos de tinta sobre si existían otros cinco cuadros o no y sobre si en ellos se describían nuevas monomanías o a los pacientes primero retratados y recuperados».
Un científico siempre tiene curiosidad
Burgos se topó por primera vez con esta historia en 2017 y decidió escribir sobre ella. Le gustó tanto que terminó tirando del hilo hasta dar con la melancolía religiosa, identificada en una colección privada italiana, y la borrachera, hallada en una pequeña galería francesa.
Antes de eso, leyó artículos, tesis, tratados y catálogos y comenzó a «perseguir» todas aquellas exposiciones relacionadas con la mente y sus enfermedades, y descubrió la de 2013 en un museo de Rávena. Visionando un vídeo promocional reconoció un cuadro de Géricault, «El médico jefe del asilo de Buffon», y a su lado vio otra obra que podría encajar con lo que estaba buscando, compatible con una monomanía.
Se hizo con el catálogo y comprobó que esa pieza se titulaba «Retrato de un hombre: El hombre melancólico», por lo que solo le quedaba comprobar si efectivamente era una de las diez monomanías. No paró, confiesa, hasta dar con la familia italiana propietaria del cuadro, que en 2020 le abrió las puertas de su casa para mostrárselo.
Y todo encajaba, la dimensión de la pintura -unos 50 por 60/70 centímetros-, la composición -un rostro iluminado sobre un fondo oscuro- y su título, que sugiere que corresponde a la tristeza (melancolía) tal y como la describió Jean Étienne Dominique Esquirol, mentor de Georget. La emoción, admite Burgos, fue inmensa.
En el caso de la monomanía de la borrachera fue la galería francesa la que se puso en contacto con Burgos.
El retratado lleva una camisa similar a otras prendas vistas en la serie y la paleta de colores y pinceladas son muy parecidas a la de las otras obras. Además, en la parte de atrás hay una pegatina en la que se lee que es de Géricault y que en él aparece un hombre insano.
Ese cartel fue analizado por una empresa mediante técnicas de espectroscopía para confirmar su datación: mediados del siglo XIX.
Quedan por descubrir otras tres monomanías y Burgos ya está en este camino: «seguiré buscando sin prisa y sin pausa». Le encantaría que se completara la serie y algún día se pudieran exponer todas juntas.
«Sería fabuloso tener ese experimento de hace 200 años, que se hizo además de una manera tan majestuosa», declara el neurocientífico.