Hacer hallacas este año será por la ayuda de remesas extranjeras - 800Noticias
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Con información de LV

La ayuda para hacer las hallacas llegará del extranjero: Canadá y Panamá. Levy Pirela, ingeniero y de ocupación de vigilante, intentará comerse unas este año. Los dos salarios mínimos que ingresan al hogar por su labor y de la profesión de su esposa no alcanzan para cubrir el costo de los ingredientes que superan los 500 mil bolívares, solo en carne, cerdo, harina de maíz, aceite, papa, cebollín y pimentón.

Pirela asegura las cuentas del presupuesto con las remesas a recibir de su hija, desde el norte de América y de su hijo, desde la nación centroamericana. “Nos están ayudando. Estamos guardando poquito para comprar”. El año pasado logró cocinar hallacas. Fue la primera vez en preparar un guiso “sin garbanzo, sin aceitunas ni pasitas. Parecía guiso de bollito”. En 2016 fue de austeridad que continúa a 2017.

Desde el mercado Santa Rosalía, donde mira precios, confía en abastecerse antes de que el cerdo supere los 100 mil bolívares. “Todavía está en 80 mil bolívares y la carne de res, el lomo está en 72 mil bolívares”, calcula.

“Le decía al vendedor: si aumenta el salario y los precios de productos se disparan, se aprieta la situación”. Pirela se muestra optimista a sus 53 años. “Intentaré hacer hallacas, así no le eche aceitunas ni alcaparras”, ingredientes que solo se consiguen preparados, en presentación de 250 gramos a precios superiores a 12 mil bolívares. La venta al detal desapreció tras la disminución de importación del fruto desde Europa.

Donde no habrá ni olor a carne guisada será en el hogar de Soila Parra, ama de casa de 56 años. Ninguna ayuda familiar extranjera sofocará la crisis económica de su vivienda, por ahora. “Tengo mi marido enfermo y lo poco que agarro es para medio comer”, lamenta. Evade al describir sus finanzas. “La situación es difícil. Todo está caro. El kilo de pollo a 35 mil, el tomate a siete mil. Cómo comemos”, cuestiona mientras sienta esperanzas “en mis hijos que tuvieron que emigrar y veremos qué hacen”.

El anhelo parece multiplicar en el ánimo de Nery Zambrano, cocinera de 66 años. Su hijo y nieto llegaron de Los Andes a Maracaibo para lograr mejorar su condición de vida. “Vivimos alquilados y vendemos almuerzo, pero con los precios caros no podemos seguir. Cómo pensar en hallacas si no hay para sobrevivir. El año pasamos no pudimos, este año menos, lamentablemente. Estamos graves”.

En el mercado Panamericano de La Limpia, Roberto Arrieta, vendedor de bijao y frutas, ruega porque “mejoren las ventas” y duda en continuar ofreciendo la hoja. “Traje de 10 kilos a cuatro mil cada uno, y apenas he vendido tres. La gente no compra”. Estima ofrecer “poquito, hasta dónde se pueda”. Y es que reconoce “una locura en el precio” de los alimentos.

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