Hace 95 años nació el notable pintor y escultor Alejandro Otero
Al Día y a la Hora
Hijo de José María Otero Fernández y María Luisa Rodríguez. En 1939 inició sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas y Artes Aplicadas de Caracas bajo la tutela de Antonio Edmundo Monsanto, de quien se reconoció como discípulo. Otero «fue el pintor de su generación más capacitado para comprender y sentir a Cézanne, cuya obra lo sedujo a tiempo que, mientras estudiaba ponía el método analítico del pintor francés, partiendo del objeto tradicional de la naturaleza, la , el paisaje» (Juan Calzadilla, 1976, p. 86).
Todavía estudiante, es nombrado profesor del curso de Experimentación Plástica para niños (1942) y dos años después profesor de la Cátedra de Vitrales en esta institución, de la cual egresó en diciembre de 1944. En sus primeras obras pertenecientes al período escolar se encuentran retratos, desnudos y paisajes. En ellos se evidencian las búsquedas iniciales de síntesis de , características en toda su producción plástica.
Paisaje de Los Flores de Catia (1941) y su Autorretrato (1943) registran, por otra parte, su paso de la construcción de los planos a las calidades matéricas del .
En 1944 realizó su primera exposición, junto a César Enríquez, en el Ateneo de Valencia. El Gobierno francés y posteriormente el Ministerio de Educación de Venezuela le otorgaron en 1945 una beca para cursar estudios en París, hecho que representó su primer viaje al exterior. En 1946 inició la serie de trabajos conocidos como Cafeteras. La influencia de Picasso y las tendencias gestualistas son evidentes en estas obras que, gradualmente, se despojaron de toda representación hasta transformarse en líneas y estructuras de enorme fuerza expresiva.
Otero trabajó las formas básicas para asir la esencia plástica de los objetos; la serie se inició en un principio con cacerolas (1946), cafeteras (1946-47 en un grupo de 5), cráneos (1947, en un grupo de 5) potes (1947); en 1948 realizó el grupo más numeroso, 8 cafeteras rosa; asimismo trabajó candelabros, botellas y lámparas. Sin duda las calaveras fueron una especie de memento mori de la figuración, como en Calavera, de 1947 (colección Clara Diament Sujo).
En 1948 Otero es incluido en la muestra Les mains ebloués de la célebre Galería Maeght en París. A mediados de enero de 1949 regresó a Caracas. Las obras producidas en Francia se expusieron en el Museo de Bellas Artes, en el Taller Libre de Arte y en el Instituto Pedagógico de Caracas, provocando polémicas. En una reseña de la época, Guillermo Meneses comentaba: «La pintura de Otero ha de asombrar, necesariamente. Es distinta a todo lo que habíamos visto en nuestro país. Y, además, ofrece una sensación de quien está seguro de sí mismo. Podríamos decir que las líneas, las formas, los objetos han sido profundizados, llevados hasta la honda atmósfera enmarcada que no existe jamás en la realidad: el propio espíritu, la propia pasión, el fino cerebro del artista.»
Regresó a París en 1950 y junto a Pascual Navarro, Mateo Manaure, Carlos González Bogen, Perán Erminy, Rubén Núñez, Narciso Debourg, Dora Hersen, Aimée Battistini y J. R. Guillent Pérez editaron, en marzo de 1950, la revista Los disidentes, alrededor de la cual se articuló un grupo artístico del mismo nombre. Desde esta publicación propugnaron las tendencias del abstraccionismo, la puesta al día de los artistas venezolanos en París y atacaron los lineamientos académicos de los viejos maestros y las ideas reaccionarias que guiaban las artes plásticas, los salones y los museos en Venezuela.