GameChangers 2019: | Los 10 principales grupos criminales de Latinoamérica
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El último ejército insurgente de Colombia es ahora la agrupación criminal más poderosa de Latinoamérica por su expansión en toda Colombia y en Venezuela y por su mayor participación en el tráfico de drogas.
El Ejército de Liberación Nacional (ELN) ha resistido los mejores esfuerzos del gobierno colombiano, y de su aliado Estados Unidos, durante más de cinco décadas. Amigos en altos cargos en Caracas han ayudado al ELN a convertirse en un ejército revolucionario colombo-venezolano, lo que tendrá profundas consecuencias para ambos países y para el panorama criminal de la región.
Sin embargo, en la región habita una gama cada vez más diversa de grupos criminales, muchos de los cuales ampliaron su territorio o sus economías criminales, o bien consolidaron su base de poder en 2019.
Esta lista solo incluye a los actores ilegales no estatales, pues deja de lado los gobiernos donde el crimen organizado ha penetrado a los más altos escalones y puesto los bienes del estado al servicio de la actividad criminal, como Venezuela y, posiblemente, Honduras.
InSight Crime lleva los dos últimos años trabajando en una metodología para medir y comparar a los grupos criminales de toda la región. Para ello hemos utilizado los siguientes indicadores:
1. Estructura
Es aquí donde el ELN sobresale, por su estructura político-militar, que ha sobrevivido las ofensivas de los gobiernos colombianos apoyados por Estados Unidos, de grupos paramilitares de derecha y de otros grupos criminales colombianos durante más de cinco décadas. Pese a haber sido casi aniquilado varias veces, el ELN siempre se ha recuperado, reconstruyendo y compartimentando aún más su estructura y aumentando su resiliencia a todas las formas de ataque. Las divisiones guerreras, o frentes de guerra, proporcionan el marco estructural y los frentes individuales actúan como batallones militares, divididos en compañías y unidades. No existen otras estructuras criminales, a excepción de las ex-FARC mafia, que puedan competir con este tipo de cohesión cuasi-militar. La naturaleza de las pandillas carcelarias como el PCC, el Comando Rojo, la MS13 y Barrio 18 es resiliente, pero fragmentada en diferentes prisiones y en varias clicas, lo que significa que operan más como franquicias que como una organización con una dirección central. El cartel de Sinaloa, tras la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, puede haber concentrado más poder en las manos de Ismael Zambada García, alias “El Mayo”, pero es una federación de elementos distintos y muchas veces desconectados, cada uno con gran autonomía e independencia de movimientos.
2. Liderazgo central
Parte del liderazgo central del ELN, los miembros del Comando Central (COCE) han estado con el grupo desde su fundación, o se unieron poco después de esta, lo que significa que el grupo tiene líderes supremos con décadas de experiencia. No hay estructuras criminales en Latinoamérica que tengan jefes tan veteranos y experimentados. Con la llegada de Gustavo Aníbal Giraldo Quinchía, alias “Pablito”, al COCE en 2015, la jefatura del ELN ganó un impulso significativo. Beligerante, innovador y radical, Pablito representa una generación más joven de comandantes insurgentes, que están comprometidos ideológicamente, pero no permiten que sus ideologías revolucionarias limiten su recaudación de ingresos o su estrategia. Entre los otros grupos listados hay más líderes con vasta experiencia, como El Mayo del Cartel de Sinaloa, quien inició su trayectoria en la década de 1980 con el Cartel de Juárez, y que ha evadido todos los intentos de captura. Dairo Antonio Úsuga, alias “Otoniel”, se inició en los ochenta como guerrillero marxista, antes de transformarse en paramilitar de derecha, y es hoy la cabeza de los Urabeños o Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC).
3. Identidad
Todas las estructuras criminales buscan alguna identidad, un código o ideología que faciliten el reclutamiento y creen una reputación y una marca, además de garantizar la lealtad. Las estructuras criminales más exitosas de la historia, como la Mafia Siciliana o la Yakuza, han logrado crear una mitología que se traduce en un estricto código de conducta, con ritos de iniciación. El ELN tiene como esencia el marxismo-leninismo, donde figuras como Fidel Castro y el Che Guevara constituyen íconos ideológicos. Aunque se han dado debates en torno a cómo esta ideología se reconcilia con la actividad criminal, el ELN tiene un fuerte componente ideológico, y la mayoría de sus miembros creen luchar por una causa justa. Esto da una motivación poderosa y lealtad.
Las pandillas carcelarias en El Salvador, como la MS13 y Barrio 18, han crecido rápidamente porque adoptan rituales de iniciación y el uso de tatuajes que forman una marca clara y uniforme de pertenencia y lealtad. Aunque tienen un reglamento, su causa es la protección de los suyos, de manera muy parecida al PCC y el Comando Rojo en Brasil. Al igual que las mafias italianas, muchos de los carteles mexicanos tienen un fuerte componente geográfico. El Cartel de Sinaloa, por ejemplo, depende en gran medida de reclutas del estado del mismo nombre y de su fuerte cultura regional.
4. Poderío económico
Esto corresponde no solo a la acumulación de poder de una estructura, sino a la diversidad de su portafolio criminal y a la capacidad de absorber pérdidas, como decomisos de drogas y otros. La capacidad de lavar dinero y su penetración de la economía legal también se miden en este aspecto. El ELN ha aumentado su resiliencia económica en los últimos cuatro años. Alguna vez dependiente por completo del secuestro y la extorsión, el último grupo insurgente colombiano ahora está profundamente involucrado en la minería ilegal, el contrabando y el narcotráfico. El ELN ha aprovechado el caos en Venezuela y su afinidad con el régimen para tomar control de rutas claves en esta atribulada nación, y ha invertido en propiedad raíz a lo largo de la frontera.
El explosivo crecimiento del PCC en los últimos años se debe a su mayor participación en el tráfico de cocaína. Aunque sus ganancias iniciales se derivaban del microtráfico en las prisiones y luego en su ciudad de origen, São Paulo, hoy el PCC se abastece de cocaína en Bolivia, Colombia y Paraguay, y participa en el movimiento de cargamentos de droga al exterior, en especial a Europa, por puertos como el de Santos. El Cartel de Sinaloa es la excepción que confirma la regla; ha resistido a la tentación en la que han caído otros carteles mexicanos de entrar en la extorsión, el secuestro y el tráfico de personas, para concentrarse en su fortaleza: el narcotráfico.
5. Penetración del Estado
El crimen organizado usa dos instrumentos principales: la violencia y la corrupción. La condición ideal para un grupo criminal es no solo que el Estado no interfiera en sus operaciones, sino que de hecho las protejan. Al contrario de África, donde muchas de las estructuras criminales están insertas en el Estado, en Latinoamérica la mayoría son actores no estatales, y por ende son vulnerables a las acciones de este.
Es el caso del ELN en Colombia, donde se ha declarado al grupo enemigo público número 1. Pero en Venezuela la historia es muy distinta, pues el presidente Nicolás Maduro ve a la guerrilla colombiana como un puntal de su régimen y como un escudo a lo largo de la frontera con Colombia. Esto ha permitido al ELN prosperar en Venezuela, echar raíces más profundas y afianzar el control de las economías criminales.
El Cartel de Sinaloa, al contrario que el de Jalisco y que antiguos rivales como Los Zetas, ha preferido usar “plata” en lugar de “plomo”, donde le sea posible. Este es un modelo de negocio más eficiente, y explica por qué Los Zetas quedaron en la historia, mientras que Sinaloa se mantiene fuerte. Las pandillas carcelarias son por naturaleza antagonistas del Estado, aunque las treguas que la MS13 y Barrio 18 en El Salvador negociaron con el gobierno desde 2012 demostraron que incluso las pandillas callejeras más brutales están abiertas al diálogo y la política.
6. Amenazas o ejercicio de violencia
La violencia y el crimen organizado en Latinoamérica son indivisibles. En un mercado donde no hay recursos legales ante el incumplimiento de acuerdos, una reputación de violencia es un elemento clave para hacer negocios. Con solo el ocho por ciento de la población mundial, Latinoamérica pone el 33 por ciento de los homicidios. Brasil, Colombia, México y Venezuela representan una cuarta parte del total de homicidios del planeta. Sin embargo, las organizaciones criminales más violentas no son necesariamente las más exitosas. Tres de los grupos de nuestra lista —la MS13, Barrio 18 y el Cartel de Jalisco— tienen una reputación de niveles de violencia indiscriminada y brutal; aunque esto les da una enorme credibilidad en el escenario criminal, también garantiza que son objetivos prioritarios para las fuerzas de seguridad.
El ELN no es ajeno a la violencia, pero buena parte de ella es de naturaleza insurgente, más que puramente criminal. Esto hace de la guerrilla un objetivo prioritario del gobierno colombiano, pero dado que controlan y regulan la violencia dentro de Venezuela, son vistos allí como una fuerza casi legítima.
7. Números y capacidad militar
Una cosa es perpetrar homicidios indiscriminados y otra es la capacidad de realizar operativos sofisticados y precisos estilo militar para facilitar y proteger empresas criminales y tener el personal entrenado para esas actividades. Las pandillas callejeras centroamericanas puede aterrorizar a la población para que paguen extorsiones, han sido capaces de emboscar una unidad de policía y pueden convocar a miles de miembros de los países del Triángulo Norte (El Salvador, Honduras y Guatemala). El ELN, por su parte, ha sido capaz de paralizar departamentos enteros de Colombia, realizar ofensivas militares para tomar territorio del Estado y poner bombas en instalaciones policiales de Bogotá.
Hoy en día este ejército insurgente puede convocar hasta 4.000 efectivos con adiestramiento militar y a miles de colaboradores más. El ELN ha podido fabricar lanzabombas caseros y tiene un arsenal que compite con el de muchos ejércitos de la región.
Como parte de la medición miramos no solo la capacidad operativa de los grupos criminales, sino también su armamento, adiestramiento militar y aplicación estratégica de violencia. Una de las razones por las que el PCC de Brasil ha avanzado a la primera división de la liga criminal ha sido su capacidad de ejecutar operativos sofisticados. En 2017, hasta 50 miembros de la pandilla, usando dinamita y rifles de asalto, lograron robar US$8 millones de una bóveda paraguaya y lanzar un ataque distractor contra una estación de policía antes de huir en lanchas rápidas.
8. Alianzas criminales
En un mundo criminal cada vez más fragmentado, que a diario extiende su influencia global, no puede subestimarse la importancia de las alianzas. Los días del Cartel de Medellín, que controlaba la industria de la cocaína desde la producción hasta la distribución en Estados Unidos, quedaron bajo el polvo de la historia. Ahora la mayoría de las estructuras criminales son redes que dependen de múltiples nodos para conformar complejas cadenas de suministro por todo el mundo y manejar los millones de dólares que se mueven en la dirección contraria. La única forma de prosperar es trabajar con otras organizaciones criminales y corromper a funcionarios gubernamentales.
El ELN, para ser un ejército guerrillero de base supuestamente ideológica, ha sido sorprendentemente pragmático en lo que respecta a aliarse con otros actores criminales cuando es necesario o para prestar servicios a otras redes ilegales. El ELN puede contar con las ex-FARC Mafia como aliados, con elementos del Estado venezolano, así como con los “colectivos” venezolanos. Mediante su trabajo político, esta guerrilla puede contar con una constelación de grupos radicales de izquierda en toda la región. A nivel local, el ELN trabaja con docenas de actores criminales en el cobro de “impuestos” para permitir el paso de organizaciones narcotraficantes por su territorio o en la prestación de servicios de protección para laboratorios de drogas, viveros de marihuana, pistas de aterrizaje ilegales y astilleros de submarinos. Casi no existe un eslabón de la cadena de la droga en Colombia donde el ELN no tenga participación en sus zonas de influencia.
Lo mismo sucede con la minería ilegal. Las unidades del ELN en la Costa Pacífica trabajan con carteles mexicanos para garantizar el flujo regular de cocaína hacia Centroamérica. El Cartel de Sinaloa opera en nada menos que 54 países de todo el mundo, dependiendo de una compleja serie de alianzas. Pandillas como la MS13 y Barrio 18 no son tan buenas trabajando con otros actores, de ahí que muchas de sus actividades criminales sean puramente nacionales (extorsión y secuestro), más que transnacionales (narcotráfico, tráfico de personas, etc.), donde es esencial una mayor cooperación.
9. Influencia territorial y gobernanza criminal
La mayoría de las economías criminales requieren control del territorio. Pueden ser los codiciados puntos de cruce en la frontera entre México y Estados Unidos, o los cultivos de coca en Colombia, o los depósitos auríferos aluviales en varias partes de Suramérica. No es coincidencia que algunas de las ciudades más violentas de Latinoamérica sean la sede de puertos, que son los puntos de salida de cargamentos de droga de varias toneladas. Sin importar qué actores criminales controlen estas áreas, en ellas se garantiza el control de las rentas ilegales que contienen. De igual relevancia en este aparte es cómo los grupos criminales mantienen el control de estos territorios. Los más sofisticados han creado estados paralelos, o enclaves criminales, donde ejercen funciones que normalmente se reservan a los gobiernos, como el incremento de impuestos o la aplicación de la justicia. El control de esas zonas no solo proporciona rentas criminales, sino también un flujo constante de reclutas.
El ELN hace exactamente eso en muchas de sus zonas de operaciones, infiltrando las autoridades municipales, cobrando cuotas de “protección” y haciendo de juez en disputas locales. En varios lugares de Colombia y Venezuela, se considera a los insurgentes una fuerza legítima, capaz de ejercer una gobernanza mucho más efectiva y confiable que el Estado. Para las pandillas carcelarias, el control de las prisiones, que muchas veces son centros de crimen organizado, es una característica regular de su “gobernanza criminal”, así como fuente de reclutas y rentas.
10. Longevidad
La prueba de fuego para un grupo criminal es su longevidad. Si un poderoso cartel criminal es capaz de sobrevivir durante años, o como es el caso de muchos de nuestra lista, por décadas, esto da testimonio de su resiliencia, acumulación de poder y de su capacidad operativa. De nuevo, el ELN se impone: existe desde 1964 y es más poderoso hoy que antes. La mayoría de las poderosas pandillas carcelarias de nuestra lista son relativamente jóvenes en comparación con el ELN. La más antigua es el Comando Rojo, que nació en una prisión de Rio de Janeiro en la década de 1970, como un grupo para la protección de los presos. El PCC nació en 1993, mientras que la MS13 y Barrio 18 evolucionaron en el Triángulo Norte tras la deportación masiva de delincuentes de Estados Unidos a comienzos del siglo. El más nuevo de la lista, las ex-FARC Mafia, surgido después de la firma del acuerdo de paz entre las FARC y el gobierno colombiano en 2016, aprovecha la experiencia de los excombatientes y ha buscado adoptar la mitología y el discurso político de las FARC para crear su identidad y su marca. Aunque los Urabeños solo se formaron en 2006, han adoptado buena parte de los símbolos y la identidad de sus predecesores, los paramilitares de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), lo que les da mayor poder y madurez criminal que lo que su juventud daría a entender.
Por Jeremy McDermott / es.insightcrime.org