Funeraria en Puerto Rico vela a los muertos como si estuvieran vivos
Con Información de ElPais.es
La gerente de Funeraria Marín, un negocio familiar que emplea a siete personas, vuelve al tapete. Esta semana ha vuelto a colarse en los trends de las redes sociales y en los titulares de la prensa internacional. El motivo: Fernando de Jesús Díaz Beato, un joven de 26 años que fue despedido por su familia sentado en una silla, con las piernas cruzadas, un cigarrillo en la mano y los ojos abiertos tras unas gafas. Un detalle, el de los ojos, que ha llamado especialmente la atención.
«Nos lo pidieron los clientes y hemos tenido que ser creativos», señala Damaris Marín, presidenta de un negocio funerario de Puerto Rico que se ha especializado en un tipo de velatorios que muestran a los muertos en poses que representan lo que más les gustaba en vida. Aunque llevan haciéndolo desde 2008 las imágenes de su tanatorio dan periódicamente la vuelta al mundo, así que hemos querido despejar las dudas de lo que bien podría ser un capítulo de la serie A dos metros bajo tierra.
«La idea de los ojos abiertos», explica a Verne Damaris, «fue fruto de la creatividad de mi hermana, que consideró que podía quedar muy bien con lo que quería expresar la familia. Cuando lo vieron hecho realidad, les encantó». Según Damaris, es el primer muerto en ser velado con esa expresión: «Somos pioneros, pero nuestra única intención es complacer al cliente. Lo empezamos a hacer solo por eso y así continuamos».
Todo empezó hace ocho años cuando Pedrito Pantojas, un chico del barrio, expresó su voluntad de ser embalsamado de un modo no tradicional. «Él vivía cerca de la primera de nuestras funerarias», recuerda Damaris, «y teníamos mucho trato con él. Siempre nos decía que cuando falleciese quería ser embalsamado de pie. Al principio pensábamos que era una broma y nos reíamos, no le dábamos importancia. Pero cuando murió, su mamá vino a vernos y nos dijo que esa era su voluntad, que así la había expresado siempre y que quería que lo hiciésemos realidad».
Después de ese primer encargo llegarían otros, como el de Jomar Aguayo, un chico de 23 años que en 2009 fue velado en el bar de su madre jugando al dominó; el de Christopher Rivera, un exboxeador despedido encima de un ring, o el de David Morales, un amante del motor velado sobre su Honda. «Después otras funerarias de Puerto Rico comenzaron a imitarnos«, recuerda Damaris, «y me consta que también se ha exportado a otros países». Un ejemplo fue esta señora de Nueva Orleans que descansaba en el salón de su casa tomándose una copa de vino.
La Funeraria Marín reconoce que a pesar de la notoriedad internacional los velatorios no tradicionales aún representan un porcentaje muy bajo de sus servicios y hay que tener en cuenta que no han estado exentos de polémica.
En 2010, la Junta de Examinadores de Embalsamadores de Puerto Rico denunció a la funeraria y se abrió una investigación para determinar si se incumplía el reglamento, pero según detalla la dueña no encontraron irregularidades. «No se vulnera la ley de ningún modo. Ni en cuestiones de salubridad ni de otro tipo. La gente es velada un máximo de 3 días y después – tal y como marca la legislación de Puerto Rico – enterrados dentro de un ataúd». Y añade que «el embalsamamiento es tan natural que tras el velatorio no hay ningún tipo de problema para modificar sus posturas».
Este tipo de embalsamientos en posturas poco comunes suele llevarles entre dos y tres días de trabajo. «Depende de cada encargo y de la complejidad que requiera. Hay algunos, como el de la moto, que son más complicados, pero siempre tratamos de cumplir con su voluntad», explica Damaris, «La señora que fue velada en una mecedora, por ejemplo, estuvo ella misma explicándonos todo lo que quería poco antes de fallecer. Organizó todos los detalles para que su despedida se desarrollase tal y como ella deseaba». ¿La técnica utilizada?: «No puedo desvelarla. Es nuestro secreto y lo que nos permite obtener un resultado tan natural, pero la clave está en el embalsamado».
Las tarifas de la Funeraria Marín – que cuenta actualmente con dos sedes en San Juan de Puerto Rico – comienzan en los 2.000 dólares: «A partir de ahí el precio varía en función del ataúd elegido», detalla Damaris, «pero no cobramos un extra por ellos».