Frases de reflexión: Antonio José de Sucre - 800Noticias
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Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá; Cumaná, actual Venezuela, 1795 – Sierra de Berruecos, Colombia, 1830. Militar y político venezolano, prócer de la independencia hispanoamericana. Tempranamente adherido a la causa emancipadora, la figura de Sucre empezó a cobrar protagonismo cuando, a partir de 1819, se convirtió en uno de los principales lugartenientes de Simón Bolívar, entre los que sobresalió por su pericia estratégica y su inquebrantable lealtad.

Pese a pertenecer a una familia patricia venezolana de larga tradición militar al servicio de la Corona española, su padre, el teniente coronel Vicente Sucre y Urbaneja, apoyó la causa emancipadora desde sus inicios. Al igual que el de otras antiguas colonias, el proceso que conduciría a la independencia de Venezuela sufrió numerosos vaivenes: desde 1810 y a lo largo de casi toda la década, patriotas y realistas alternaron victorias y fracasos en sus enfrentamientos, en los que, siguiendo los pasos de su padre, participó activamente el joven Antonio José de Sucre.

Después de haber realizado sus primeros estudios en la escuela fundada por su tía, María de Alcalá, en la ciudad natal de Cumaná, se trasladó a Caracas, donde ingresó en la Escuela de Ingenieros del coronel español Tomás Mires. Como joven perteneciente al sistema militar de la monarquía española, se formó en los valores de orden, disciplina y autoridad, al ritmo de sus estudios de matemáticas, agrimensura, fortificación y artillería. Estos conocimientos y principios serían vitales para el desempeño de Sucre en una carrera que estaba a punto de comenzar.

A los quince años se alistó en el ejército patriota como alférez de ingenieros y participó en la campaña de Francisco de Miranda (1812) contra los realistas, durante la cual ascendió a teniente. Tras el fracaso de este primer intento emancipador, se refugió en la isla de Trinidad, donde entabló contacto con Santiago Mariño, a quien siguió en 1813 en la expedición de reconquista de Venezuela, en la que tomó Cumaná e intervino en la organización del ejército de Oriente.

Su arrojo y sus dotes para la guerra determinaron su ascenso a teniente coronel, y como tal tomó parte en la ofensiva sobre Caracas. Sin embargo, vencido su ejército en Aragua y Urica, debió huir para no ser apresado por los realistas; la segunda tentativa independentista había fracasado. Integrado de nuevo en la lucha, en la segunda mitad de 1815 intervino en la defensa de Cartagena de Indias, desde donde pasaría a combatir en la Guayana y el bajo Orinoco.

La participación de Sucre en la empresa de reconquista de los territorios orientales, adelantada por los generales Santiago Mariño, Manuel Piar, José Francisco Bermúdez y Manuel Valdés, y su posterior servicio al Estado Mayor General de Oriente, significaron para el joven oficial no sólo el desarrollo de sus habilidades y destrezas militares, sino también una toma de postura política frente a las diferencias que existían entre los generales orientales y Bolívar. La guerra se extendía y Venezuela debía decidir en relación con la unidad de sus ejércitos; el temible general realista Pablo Morillo avanzaba por los territorios, y las contradicciones entre los generales venezolanos no permitían dar con una estrategia unitaria.

Lugarteniente de Bolívar

Este marco de circunstancias determinó a Sucre a unirse definitivamente al ejército del Libertador; los argumentos de su adhesión a Bolívar se encontraban asociados al principio del orden y las jerarquías que debían guardarse en el interior de los ejércitos. En 1818 marchó a Angostura, donde Bolívar había instalado su cuartel general.

Simón Bolívar comenzaba entonces a hacer realidad su sueño político: formar una gran federación, al estilo de la estadounidense, con las colonias liberadas del dominio español. A la liberación de Venezuela, consolidada en 1819, se añadió ese mismo año la del virreinato de Nueva Granada (la actual Colombia) tras el triunfo de Bolívar en la batalla de Boyacá. En el Congreso en Angostura (1819) se materializó el nacimiento de la República de la «Gran Colombia», constituida por Venezuela y Colombia y presidida por el mismo Bolívar, a la que pronto se incorporarían Panamá y Ecuador.

En Angostura, Antonio José de Sucre se convirtió en uno de los mejores lugartenientes de Bolívar y se ganó la amistad y el respeto del Libertador, quien destacó siempre sus dotes militares y su elevado sentido de la moralidad. Desde ese momento, la lealtad hacia Bolívar y su compromiso con la Gran Colombia sería inconmovible. Sucre fue enviado a las Antillas con la misión de obtener armas para el ejército; más tarde pasó al estado mayor de Bolívar y fue designado integrante de la comisión que firmó el armisticio y la regulación de la guerra en Santa Ana de Trujillo (noviembre de 1820) con el general Pablo Morillo, por el que se pretendía evitar al máximo los efectos de la guerra sobre la población civil.

La liberación de Ecuador

En 1821 le fue confiada la dirección de la campaña del Sur, que tenía como objetivo liberar los territorios correspondientes a la Real Audiencia de Quito y promover su adhesión a la Gran Colombia. Esta conquista era de vital importancia para la nueva nación, pues debía asegurar su hegemonía. La misión de Sucre no fue fácil, en vista de la diversidad de intereses implicados en aquella guerra. Las provincias de Quito y Guayaquil se habían alzado en armas en contra del gobierno español; pero, si bien todos estaban de acuerdo con la independencia, no todos estaban a favor de la integración en la Gran Colombia; algunos pugnaban por la unión con Perú, en vista de las relaciones comerciales, y otros preferían la independencia absoluta.

Guayaquil era una de las principales adversarias a la adhesión, pero necesitaba el apoyo del Ejército Libertador. Sucre llegó con tropas en su ayuda, y la tregua firmada con los españoles le permitiría formar un ejército digno para la contienda; simultáneamente, pactó con los guayaquileños acerca de cómo debía ser llevada a cabo la conformación y manutención del llamado Ejército del Sur. Mientras durara el armisticio, el ejército se nutriría de recursos humanos y económicos procedentes de Colombia, pero estaba claro que, conforme se fueran reclutando hombres de la región, comenzaría a depender de los recursos locales.

El éxito acompañó a Sucre desde las primeras operaciones militares; obtuvo un gran triunfo en Yaguachi (mayo de 1821), y, tras sufrir un único revés en Huachi, la campaña del Sur concluyó con la batalla de Pichincha (24 de mayo de 1822), en la que cayó abatido el ejército realista. Pocas horas después, Melchor de Aymerich, presidente de la Real Audiencia de Quito, firmó la capitulación. Con esta victoria de Sucre se consolidó la independencia de la Gran Colombia, se consumó la de Ecuador (que quedó incorporado a la Gran Colombia) y quedó el camino expedito para la liberación de Perú, tras la renuncia de José de San Martín.

La república de Bolivia

Durante los primeros meses de 1825, al frente del ejército, Sucre liberó el Alto Perú (la actual Bolivia) y convocó una asamblea constituyente para que a través de la consulta pública se decidieran los destinos del territorio. En ella se presentaron tres tendencias claramente delimitadas: una a favor de la anexión al Río de La Plata, otra a favor de la anexión a Perú, y la tercera a favor de la independencia. La propuesta triunfadora resultó ser la tercera; la asamblea promulgó la independencia (6 de agosto de 1825) y nombró a Sucre presidente vitalicio. Siempre fiel a Bolívar, Sucre encargó al Libertador que redactase una Constitución para la nueva nación: la república de Bolivia.

El mandato presidencial de Sucre fue un empeño de modernización social cuyos ideales igualitarios toparon con la jerarquizada sociedad boliviana. Entre otros asuntos, se preocupó por la organización de la Hacienda Pública, promovió la libertad de los esclavos, distribuyó tierras entre los indios y dio un impulso decisivo a la educación, creando colegios superiores y escuelas primarias en todos los departamentos del país.

El fin de la Gran Colombia

En Quito, la noticia del atentado contra Bolívar en Colombia, en septiembre de 1828, irrumpió en la naciente vida conyugal de Sucre, que había contraído matrimonio con Mariana Carcelén, marquesa de Solanda, y le condujo a desdecirse de su decisión de retirarse a la vida privada. La fallida Conspiración Septembrina preludiaba el fin de la Gran Colombia; Sucre lo sabía pero se animó a luchar hasta el final. Por eso, al pronunciarse en torno a aquella tentativa de magnicidio, apoyó a Bolívar en su decisión de haberse declarado dictador de Colombia: el orden debía prevalecer ante todo.

Casi simultáneamente, Perú declaró la guerra a Colombia y Sucre fue designado para dirigir el batallón que haría frente a la situación. Esta vez tendría que luchar en contra de sus antiguos aliados de la guerra emancipadora. Sin mayores dificultades, sin embargo, venció a los peruanos en la batalla de Tarquí (27 de febrero de 1829), que llevó a la firma del tratado de Piura. Decidió entonces volver a su retiro y regresó al lado de su esposa; juntos se instalaron en la hacienda de Chishince, en Quito.

A principios de 1830, inmersa ya en un proceso de desintegración, la Gran Colombia convocó en Bogotá el que sería su último congreso. Requerida su presencia, Sucre acudió como representante de la provincia de Cumaná y fue nombrado presidente del evento. Las propuestas de Sucre se orientaron al diálogo y la concertación con los departamentos que todavía conformaban la República. Como parte de la estrategia, Sucre encabezaba la comisión que iría a Venezuela (que para la fecha había entregado el poder a José Antonio Páez y desconocía la autoridad de Bolívar) para negociar la reversión de esa decisión.

Sucre viajó a Venezuela, pero fue detenido en Cúcuta por las autoridades; debía permanecer en esa ciudad hasta que llegaran los emisarios del gobierno con quienes debía dialogar. Sucre les propuso, además de acogerse a la Constitución colombiana, que ningún general o ex general del Ejército Libertador pudiera ejercer cargos de presidente en los departamentos; en el trasfondo, su intención era contradecir el rumor de que él o Bolívar estuvieran aspirando al cargo.

La negociación fracasó, y Sucre, después de regresar a Bogotá e informar al congreso del resultado de sus gestiones, abandonó Colombia invadido por una profunda frustración. Ya tan sólo animado por el reencuentro con su esposa y con su primogénita, emprendió el regreso a Quito. Y en el camino de vuelta, en la sierra de Berruecos (al suroeste de la actual Colombia), fue asesinado en una emboscada, al parecer ordenada por José María Obando, jefe militar de la provincia de Pasto. Como autores materiales fueron señalados José Erazo y Apolinar Morillo, quien diez años más tarde fue apresado y fusilado por esta causa.

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