+ FOTOS| CRÓNICA| Votación barrio arriba en 1 hora y 15 minutos
Héctor Becerra
Pero este propósito al parecer no se cumplió en el 100 por ciento de los casos. Un ejemplo de ello lo tenemos en torno a La California Norte, sector próximo a Petare donde el liceo Lino de Clemente siempre ha sido bastión de una población electoral de 4.000 personas promedio, en su inmensa mayoría antichavista.
Fue así como centenares de votantes siguieron hoy al pie de la letra las instrucciones de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) para superar el obstáculo sobrevenido. En particular oyeron a la dirigencia de Primero Justicia, partido que desde hace varios años sentó las bases de la aceitada maquinaria que hoy maneja en el municipio Sucre del estado Miranda.
Como primer paso hacia las máquinas de votación, mudadas por decisión del Consejo Nacional Electoral (CNE) a la Calle Real del vecino Campo Rico, los electores debían abordar los autobusetes dispuestos a las puertas del centro de educación media, ubicado desde la década de los 60 en la confluencia de las avenidas La Haya y Roma, frente a la emblemática Quinta Caracol.
Este transporte demoraba unos 15 minutos, tal vez menos, para llegar a la avenida Francisco de Miranda, justo donde queda la entrada del viejo barrio a dos cuadras del Unicentro El Marqués. Allí se hacía trasbordo a los jeeps de las llamadas «rutas marginales», los «rústicos». Los «pasajeros» se miraron entre sí, medio inquietos, cuando supieron que había que subir barrio arriba. A territorio desconocido para ellos.
Hay unos 3 kilómetros y medio de viaje en ascenso franco por calles angostas y de asfalto partido, de esas que hay que esperar que pase un carro para que ruede el otro. Después sí se llega al pequeño Colegio Jesús Mercedes Santeliz, el local escogido por el CNE para meter a los 7 mil electores mudados del Lino de Clemente, más otros dos centros, uno de La California Norte y uno de la Sur.
Novedosa experiencia
Contrariamente a lo que podría haberse sospechado -nadie lo comentaba, pero se notaba en las miradas- el ambiente encontrado allá arriba carecía totalmente de hostilidad. Filas organizadas por mesas desde la 1 hasta la 6. Jóvenes «guías» con franelas blancas, mucho orden y hasta una bandera amarilla opositora ondeando en la azotea de una casa aledaña.
Los vecinos sentados en terrazas y porches de la barriada observando, viviendo, un acontecimiento inédito e inimaginable, que quizás más nunca se volverá a producir en la historia política venezolana: centenares de hombres y mujeres de clase media, frente a sus casas, haciendo colas para votar por el candidato a gobernador que todo el mundo sabía quién era.
El Jesús María Santeliz es un colegio pequeño, ya lo decíamos. Tiene dos plantas. En la que está a nivel de la calle empinada, como son las de la mayoría de los barrios caraqueños, votaban los electores del Lino de Clemente y los habituales de ese propio instituto. Escaleras abajo los de Juan Pablo II, el centro mudado desde La California Sur.
A pesar del gentío -no es para menos con votantes de tres centros en uno- no se registró ni un incidente. Y eso que solo habían dos efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana y un reducido grupo de la reserva. La votación se dio en un «tiempo maravilloso» de acuerdo a los electores. Muy rápido para ser esta una experiencia tan novedosa como la que se vivió.
La bajada fue mucho más súbita que el ascenso, lógico hasta por razones físicas. Otra cola ordenada para tomar el jeep. Los conductores, ya familiarizados, tranquilizaban a sus improvisados «pasajeros» cuando un vehículo en subida casi tocaba trompa con trompa el suyo.
«Esto es el pan nuestro de cada día. Somos unos 20 choferes, pero hoy estamos trabajando solo 10, contratados por Primero Justicia para las elecciones. Los demás están con los carros parados por falta de cauchos o repuestos», así se expresó uno de ellos.
La ida y vuelta al Lino de Clemente, itinerarios pasados por lluvia por cierto, marcaron 1 hora y 15 minutos. Demasiado bien para lo que se presentaba como una aventura extrema.