+FOTOS| Zúrich, la ciudad de Europa a la que mejor sienta la Navidad - 800Noticias
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Si alguna vez, da un invernal paseo a orillas del río Limago y descubre a Samichlaus -así lo conocen en Suiza- cruzando el cielo en su trineo de renos capitaneados por Rudolph, no se extrañe demasiado. Es de lo poco que le falta a Zúrich en la época navideña. Su clima, naturaleza y ambición por conservar las costumbres más tradicionales, hacen de ella el destino más horripilante para el Grinch, aquel ogro verde anti-Navidad. Más aún cuando su enemigo, quien nosotros conocemos como Papá Noel, se pasea por la ciudad a bordo del Märlitram, un ferrocarril en el que su icónico dueño y dos ángeles leen cuentos a los niñosdesde 1958.

La estación de este peculiar tranvía rojo se encuentra junto a Wienachtsdorf, en Sechseläutenplatz, el poblado de cabañas navideñas más especial en estas fechas que estará abierto hasta el 23 de diciembre. Son casitas de madera, alrededor de un árbol de Navidad y un luminoso tiovivo, que ofrecen desde productos gastronómicos tradicionales como queso y chocolate, hasta salmón, arepas e incluso cebiche. Junto a ellas, una pista de patinaje familiar para niños y adultos le invita a danzar sobre el hielo. O a besarlo una y otra vez si no es ningún experto. Una divertida experiencia en cualquiera de los dos casos. Además, para los más pequeños está Elfendorfli, la ciudad de los elfos, la ciudad de los niños. Aquí pueden adentrarse en sus propias casetas y permanecer todo el tiempo que quieran para jugar y dibujar.

Zurich representa la Navidad más tradicional, aquella que trata de recoger los verdaderos valores de estas fechas. A pocos metros, en Bürkliplatz, se celebra una de las iniciativas más solidarias. Una que ni siquiera el huraño Mr. Scrooge de Dickens se atrevería a rechazar. Organizada por una asociación que ayuda a personas discapacitadas, las familias acuden a hacer velas hundiendo un cabo en cera de abeja muy caliente. Después de darle el tamaño y la forma que cada uno considera, se compran al peso. Y los ingresos son destinados al objetivo mencionado.

El Singing Christmas Tree, un árbol gigante al que se suben coros formados por niños o adultos, dependiendo del día, para interpretar canciones gospel y navideñas enWermühleplatz, es otra de las tradiciones que se intenta recuperar. De alguna manera, es volver a aquellos tiempos en los que se cantaba en las calles y en los colegios. Cuando las personas no iban corriendo a todos sitios y los niños no tenían que hacer deberes a todas horas. Iluminarium, celebrado en el museo nacional, es más comercial, pero no por ello menos atractivo. Uno de los espectáculos lumínicos que más gustan a las generaciones infantiles.

La Navidad se adentra en Suiza y combina a la perfección con el resto de obsequios habituales que se le presentan al visitante. Por aquí pasearon personalidades tan reconocidas como LeninWagner o James Joyce, que yace enterrado aquí, junto a una preciosa estatua que le recrea a él cruzado de piernas y con un libro en la manos. La estampa navideña de Zúrich, adornada con un circo y un teatro sobre el agua, le sienta bien a una ciudad cuyo mayor aliciente es ella en sí misma. Sus puentes, sus casas, sus montañas, su naturaleza. La iglesia de San Pedro se contempla casi desde cualquier punto del centro de Zúrich y es fácilmente distinguida por el gran reloj de su torre, el más grande de Europa en una catedral. El museo de la FIFA, incluso para el que no le gusta en exceso el fútbol, es una visita imprescindible. Camisetas usadas en los mundiales, la copa del mundo original que levantan los campeones y un sinfín de actividades interactivas, lo avalan.

Paraíso chocolatero de Europa

El amante del cacao, bebida de príncipes y ofrenda a los dioses en otra época, encuentra en Zúrich el mejor sitio para degustar nuevas y sofisticadas delicatessen. Su tradición es centenaria. Aunque proviene de Colombia, Venezuela, Perú y Ecuador; de la parte amazónica hacia el norte probablemente, los primeros que cultivaron y procesaron esta semilla del árbol que lleva su mismo nombre fueron los Olmecas, en México. Poco después lo hicieron los mayas y aztecas, de quienes lo adquieren los españoles durante el descubrimiento del Nuevo Mundo. Tras un tiempo consumiéndose exclusivamente en la Península Ibérica, se fue extendiendo por Europa alrededor del siglo XVII. Italianos y franceses comenzaron a elaborar el primer chocolate sólido: una masa de chocolate molido, mezclada con azúcar (el cacao en su origen es amargo), vainilla o canela. Vendido en los mercados anuales significaron la riqueza para muchos de sus comerciantes.

Entre el siglo XVIII y XIX, Italia, y en especial Torino, fue el epicentro de Europa para aprender acerca de la elaboración de este producto que gozaba ya de bastante fama. Una de estas personas fue el joven suizo François Louis Callier, que abrió a su vuelta la primera fábrica del país, en la parte francesa. Después lo harían Theodor Tobler (toblerone), Rodolphe Lindt, Philippe Suchard

Desde este momento, la tradición histórica del chocolate pasa por Suiza. Charles-Amédée Kohler inventaría el chocolate con avellanas y Daniel Peter mezclaría chocolate, azúcar y leche condensada para dar origen al chocolate con leche. El mayor invento de todos fue obra del creador del chocolate Lindt en 1879, una máquina que remueve la mezcla durante horas, dándole una textura suave que se derrite en la boca.

Zúrich recoge el progreso y trabajo de siglos en la intención de crear el mejor chocolate del mundo. Lo hace a través de chocolaterías tan importantes como Honold, desde 1905 y llevada ya por la cuarta generación de la familia (imprescindible probar sus bombones de caipirinha y margarita) o Max Chocolatier, sueño de una familia que trabaja con los tres tipos de cacao existentes (criollo, forastero y trinitario).

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