+FOTOS y VIDEO| Recuerdo de la princesa Diana se mantiene intacto a 20 años de su trágica muerte
Agencias
La noche del 31 de agosto en el túnel Place de l’Alma de París, en la margen derecha del Sena, la princesa Diana y su pareja, Dodi al Fayed, sufrieron un aparatoso accidente que les costó la vida. De los cuatro ocupantes del auto sólo sobreviviría el guardaespaldas Trevor Rees-Jones, que viajaba de copiloto en la parte delantera del Mercedes S280. El carro se estrelló a unos 105 kilómetros por hora contra el decimotercer pilar del túnel, perseguido momentos antes por un enjambre de paparazzi a los que su hijo Guillermo llamó posteriormente “jauría de perros”. La autopsia reveló semanas después que el conductor, Henri Paul, tenía elevados índices de alcohol en sangre. Allí finalizó la vida de una mujer llena de enigmas y que transformó la monarquía inglesa.
Diana Frances Spencer, tercera hija de Edward John Spencer -octavo conde de Spencer- y de Frances Ruth Burke Rocha -hija de Lord Fermoy-, nació el 1 de julio de 1961, en el Palacio de Althorp Hall, condado de Northampton (Gran Bretaña). Fue bautizada en la localidad de Sandrimgham (Inglaterra), comenzando aquí su educación en la residencia paterna de «Park Farm», propiedad de la Reina, con quien la familia mantenía amistad además de lazos, que remontándose a Jacobo I de Inglaterra, emparentaba a Carlos y Diana como primos undécimos por línea colateral.
Diana estudió en el colegio de Riddlesworth Hall, condado de Norfolk, donde se guarda su imagen de joven «alegre, dócil y optimista», según recuerda una de sus profesoras. Las compañeras la llamaban «La Duquesa», por la dignidad con que actuaba y su constante intención de ayudar a todos. Su forma de ser, una mezcla de timidez y carácter con tendencia a gritar en los enfados, la hacía encantadora a la vez que prudente.
Al dejar la escuela, ingresó en el internado del colegio West Heath, en Sevenoaks -condado de Kent-, con fama de imponer una elitista, estricta y femenina disciplina. Nunca fue una estudiante brillante. De manera fugaz cursó estudios en Suiza, donde también aprendió esquí, francés y cocina. Su educación, siempre dentro del clasicismo característico de su familia, no logró redondearse con el diploma en estudios superiores.
Idilio con el Príncipe Carlos
Concluida su enseñanza, fijó su residencia en Londres, en el barrio de Old Brompton, en un piso comprado por su padre y compartido con tres amigas. Su especial predilección que desde pequeña mostraba hacia los niños la llevó a trabajar en un jardín de infancia de la capital británica. Y sin perder nunca de vista su objetivo primordial de llegar a ser profesora de danza, en esa etapa realizó también otros trabajos, como servir cócteles en fiestas. Fue en 1975 cuando conoció al Príncipe Carlos en el Palacio de Sandringham, aunque el idilio comenzó al cumplir ella los 19 años en el Palacio de Balmoral. Entraría así en la agitada vida sentimental que caracterizaba al heredero de la Corona, convirtiéndose en una nueva posibilidad, concretamente la candidata número trece que se daba a conocer después de relaciones tan fraguadas como la mantenida por el Príncipe con la Princesa María Astrid de Luxemburgo, dificultada por su condición de católica.
Antes de conocer las intenciones de Carlos de Gales, Diana pensaba irse una temporada a Australia con su madre, pero él planteó el deseo de casarse y le propuso aprovechar dicho viaje como tiempo para pensarse la respuesta. Sin embargo, su «sí» no se hizo esperar y aceptó el compromiso inmediatamente. «Nunca tuve ninguna duda», dijo al respecto. Y de este modo, tal y como sucediera trescientos años antes con el Rey Jaime y Lady Anne Hyde, de nuevo un heredero del trono británico anunciaba el matrimonio con una conciudadana. Lady Diana, con su esbeltez, su sonrisa misteriosa, su tendencia al rubor y rasgos tan ingleses como el color de sus ojos o el de su tez, se instaló en la residencia oficial de la Reina Madre, en Clarence House, viviendo bajo su custodia y consejo hasta la fecha de la ceremonia. Durante ese tiempo estuvo también próxima a su propia abuela, Lady Fermoy, quien desde 1960 era dama de cámara de la Reina Isabel II y de la Reina Madre.
El único obstáculo, que en principio hizo dudar al Palacio de Buckingham, fueron las dificultades protocolarias que provocaba la situación de su familia. En 1969, el conde de Spencer se divorció de su mujer, después de un matrimonio de cuatro hijos -Sara, durante un tiempo «novia» del Príncipe Carlos, Jane, Diana y Carlos, el hermano menor-. Ese mismo año, Frances Ruth se volvía a casar y, en 1976, el conde Spencer contraía también segundas nupcias. Pero al parecer, su belleza por un lado y su indudable descendencia noble por otro, perdonaron todo lo demás.
A través de la línea femenina, los Spencer provienen del Duque de Marlborough, un antepasado de Sir Winston Churchill. El condado de Spencer fue creado en 1765. El padre de Diana, fallecido en 1992, fue capitán en el Royal Scots Greys, y después caballerizo de Jorge VI y de la Reina Isabel II (del año 52 al 54). En 1975, heredó el título de su padre, y pasó a ser el octavo conde Spencer. La madre de Lady Diana es la hija del cuarto barón Fermoy.
Boda multitudinaria
El 24 de febrero de 1981, se anunció oficialmente la boda, que tuvo lugar en la catedral anglicana de San Pablo (Londres) el 29 de julio de ese año. Desde tiempos de Guillermo «El Conquistador», todas las bodas reales se habían celebrado en la abadía de Westminster, pero los 3.500 invitados obligaron a elegir un lugar con mayor capacidad. La retransmisión televisada del acto permitió que quinientos millones de telespectadores de todo el mundo siguieran la celebración, además de que un cuarto de millón de personas llenara las calles de Londres.
Diana Spencer no logró ocultar su nerviosismo durante la boda. Con voz apresurada, alterando el orden de los nombres del novio y comiéndose alguna palabra, a las once y cuarto de aquel miércoles seco, pero gris, se convirtió en la primera Princesa de Gales de los últimos setenta años.
Aunque su propósito era esperar al menos un año para tener el primer hijo, el 21 de julio de 1982 dio a luz, en el Hospital Saint Mary de Londres, al que fue bautizado como William Arthur Philip Louis, conocido como el Príncipe Guillermo de Gales, segundo en la línea de sucesión británica. El siguiente hijo, el Príncipe Enrique de Gales -Henry Charles Albert David-, nacería dos años más tarde, el 15 de septiembre. Según los genealogistas, cada uno lleva en las venas un 39 por ciento de sangre inglesa, un 16 por ciento de escocesa, seis por ciento de irlandesa y la misma proporción de sangre estadounidense. El deseo de la Princesa de aumentar la familia con el nacimiento de una niña no se vio cumplido. Esa idea, al principio «capricho maternal» sin más, fue creciendo hasta llegar a convencerla de que era la única solución para «redondear» la familia y ayudar en sus relaciones con el Príncipe Carlos.
Separación oficial
Finalmente, el 9 de diciembre de 1992, John Major anunciaba en la Cámara de los Comunes la separación oficial de los Príncipes de Gales. Dos años después, la vida sentimental de Diana aparecía ligada al oficial de caballería James Hewitt, algo que ella reconocería, en noviembre de 1995, en una polémica entrevista en la BBC, donde la Princesa ponía en duda la capacidad del Príncipe Carlos para asumir la responsabilidad de la Corona.
Aquellas declaraciones llevaron a la Reina Isabel II a enviar una carta a los Príncipes de Gales aconsejándoles la tramitación su divorcio, que era aceptado por Diana el 28 de febrero de 1996. El acto provisional de la firma se celebró ese 15 de julio y el divorcio se convirtió en definitivo el 28 de agosto. La Princesa recibiría a partir de entonces quince millones de libras esterlinas anuales, seguiría viviendo en el Palacio de Kensigton y tendría libre acceso para ver a sus hijos. Un año después, Lady Diana encontraría la muerte en un accidente de tránsito en París, mientras huía de los paparazzi que intentaban fotografiarla con su novio Dodi Al-Fayed.