+FOTOS| La majestuosa torre «hueca» en la que España derrochó 55 millones de euros
ABC
La torre más cara e inútil del mundo está en Zaragoza: le costó al Estado 55 millones de euros, se levantó para la Expo de 2008 y permanece plantada sin que las autoridades sean capaces de encontrarle utilidad posible ni forma de rentabilizar aquella tremenda inversión. Y así siguen pasando los días para esta torre, cerrada y en desuso, que fue construida intencionadamente hueca y para que no pudiera venderse ni sacársele partido inmobiliario. Era -así se hizo y así se presumió de ello- una obra de arte arquitectónica, de enorme factura pero de imposible aprovechamiento inmobiliario.
La Torre del Agua, que así se llama la atalaya en cuestión, sobresale desde hace nueve años en la silueta del horizonte de la capital aragonesa. En perspectiva visual, destaca por su vistosidad exterior y por un diseño arquitectónico que no ahorró en costos. El problema es que, en la práctica, esta torre en cuya construcción se fueron 55 millones de euros es solo decoración, un carísimo atrezzo.
Este fin de semana es, de nuevo, noticia fugaz: permanece abierta durante dos únicos días, para que pueda ser visitada por turistas o zaragozanos que quieran recorrer su interior y ver la nomunental escultura colgante que pende del interior de la torre, una composición artístico-decorativa denominada «splash» y que ya ha costado casi otro millón de euros más a las arcas públicas: 700.000 euros se pagaron cuando se hizo, 43.000 euros para desmontarla tras la Expo, y más de 100.000 euros para montarla de nuevo años después.
La Torre del Agua no solo es una mole en desuso en la que se fueron 55 millones de euros de dinero público -con un sobrecoste de casi 15 millones respecto al precio inicial de construcción-, sino también una monumental mole nada barata de mantener. Entre unas cosas y otras, entre lo cara que sale y su escasa utilidad, está cerrada a cal y canto. Desde 2015 está clausurada de continuo, salvo esta fugaz apertura de dos días que se ha decidido ahora.
La atalaya es un alarde de ingeniería de diseño, pero sin uso práctico posible. Está hecha únicamente para la estética y se concibió de tal forma que nunca pudiera venderse ni reaprovecharse para usos inmobiliarios. «No es susceptible de generar ingreso alguno», dejaron escrito respecto a la Torre del Agua los auditores que revisaron las ruinosas cuentas que dejó la Expo de Zaragoza del año 2008: más de 500 millones de euros perdidos por solo tres meses de exposición abierta al público.
Vista por fuera parece un moderno edificio de oficinas, con múltiples plantas. Pero no es tal. Ni hay plantas en su interior. Está totalmente hueca y se diseñó su estructura para que así fuera para siempre. En su día, nadie puso reparo a esa planificación. La Expo concitó amplios consensos entre los partidos políticos de la región desde que se concibió hasta que salió adelante con la participación directa -técnica y económica- del Estado.
Sobrecostos a lo grande
La Torre del Agua sobresale en la línea del horizonte de lo que fue el recinto de la Expo, en sentido literal y figurado. En el literal, por su flamante verticalidad y gran altura: 11 plantas a las que se asciende por una gigantesca rampa en espiral adosada al interior de las paredes de esta torre. Y, en el figurado, porque también fue una de las obras que más desfase se anotó en la vorágine constructiva de la Expo de Zaragoza que se pagó a golpe de talonario público y que ha dejado una herencia económicamente indigesta para el bolsillo colectivo.
Las obras más emblemáticas del recinto de la Expo sumaron, en desfases, la friolera de 90 millones de euros. Solo entre los cuatro edificios más representativos se acumularon casi 80 millones de sobrecostos de obra, con desviaciones presupuestarias sorprendentes. Y en los proyectos de consultoría para esas edificaciones los sobrecostos sumaron otros 11 millones más.
La construcción de la Torre del Agua, por ejemplo, se adjudicó por 40,1 millones de euros. Sin embargo, acabó costando 55 millones. Hubo también otros desfases de órdago. Así, el Pabellón Puente se presupuesto en 53,6 millones de euros y acabó costando 72,7; el Palacio de Congresos se presupuestó en 54,23 y salió por 82,8 millones; o el Pabellón de Aragón, que se proyectó en 21,7 millones de euros y al final costó 29,6 millones.