+FOTOS | Freddie Mercury, rapsodia eterna
EFE
Un joven Freddie Mercury estaba sentado en un pub con aspecto serio y pensativo. Chris Smith, teclista de la primera banda de Brian May y Roger Taylor y predecesora de Queen, Smile, cuenta en un documental de la BBC que viéndolo tan cabizbajo le preguntó qué le pasaba, a lo que Freddie, poniéndose en pie, respondió: “No voy a ser una estrella. Yo voy a ser…una leyenda”.
En el año en el que el líder de la banda británica Queen habría cumplido 70 años y en el que se conmemora el 25 aniversario de su muerte, estas palabras resuenan con la fuerza de una predicción cumplida al ritmo de los himnos que dejó para el recuerdo y consuelo de los amantes del rock y la buena música.
“GOD SAVE THE QUEEN” (DIOS SALVE A LA REINA)
Eligió para pasar a la historia el nombre de Freddie Mercury, pero el genio de “Bohemian Rhapsody” vino al mundo como Farrokh Bulsara. Nació en Zanzíbar el 5 de septiembre de 1946 en el seno de una familia zoroastrista, un culto monoteísta de origen persa. A temprana edad fue enviado por sus padres al colegio St. Peters, en Bombay (India), donde lo recuerdan como un niño tímido.
Tras la independencia de Zanzíbar del Reino Unido y, ante los disturbios que tomaban fuerza en su isla natal, su familia decidió trasladarse a Inglaterra en 1964 y se estableció en Feltham, Middlesex, cerca de Londres.
A finales de los 60, Freddie estudiaba Arte en el Ealing Art College de Londres y prestaba su voz a una banda llamada Wreckage. Paralelamente, Brian May, estudiante de Física y Astronomía y guitarrista, y Tim Staffell, bajista y vocalista que estudiaba con Freddie, decidieron formar un grupo.
Colgaron un aviso en un tablón de anuncios del Imperial College: “Se busca baterista del tipo de Ginger Baker/Mitch Mitchell”. Un alumno de odontología, guapo y con talento, llamado Roger Taylor fue el elegido en el casting. El trío se llamó Smile.
Staffell presentó a Freddie a la banda y él comenzó a seguirles. Smile consiguió cerrar un contrato con Mercury Records y se lanzaron a hacer bolos en pequeños locales del país, sin embargo, tenían la sensación de que no iban a ninguna parte. Tras algunas ofertas, Tim abandonó Smile y se unió a Humpy Bong. En aquel momento, May, Taylor y Freddie decidieron fundar un nuevo conjunto.
El nombre de esta nueva formación nació del carácter provocador de Freddie. ¿Por qué llamar a una banda integrada por cuatro hombres Queen (Reina)? “No sé, en aquel momento me resultaba extravagante”, explicaba complacido en una entrevista a una televisión británica. “Era un nombre fuerte, universal e inmediato. Tenía mucha potencia visual y estaba abierto a muchas interpretaciones”, añadió algún tiempo después, según la revista Rolling Stone.
En 1971 tras una larga y exigente búsqueda, John Deacon, un estudiante modelo con un máster en Tecnología acústica y vibratoria, se hizo con el bajo de Queen, cerrando la formación final de la banda.
Fue ese el momento en el que Freddie dejó de ser Bulsara para ser Mercury, en referencia a Mercurio, mensajero de los dioses y dios romano del comercio.
“THESE ARE THE DAYS OF OUR LIVES” (ESOS SON LOS DÍAS DE NUESTRA VIDA)
Queen debutó en 1973 con un álbum homónimo que pasó sin pena ni gloria por tiendas de discos, emisoras de radio y listas de éxitos.
Los cuatro trabajaron incansablemente en su segundo LP, “Queen II” (1974), en el que empezaron a conquistar su propio sonido. Experimentaban con las multipistas que les daban numerosas posibilidades utilizando tan solo sus voces.
La calidad musical de Freddie al piano y su creciente talento como vocalista se hacían evidentes en canciones como “The March of the Black Queen” o “Seven Seas of Ryhe”.
Con “Queen II” y “Sheer Heart Attack” (1974), el grupo se afianzó estilísticamente, pero su avance se veía amenazado por tratos comerciales poco ventajosos, por los que en ocasiones no veían un centavo de los ingresos que generaban, y por complicaciones de salud, como la hepatitis que sufrió May durante una gira de conciertos en Estados Unidos.
Arruinados, endeudados y estrenándose con un nuevo manager, Jonh Reid -también manager de Elton John-, se encerraron para grabar su cuarto trabajo “A night at the Opera” (1975). Parecía el último tren al que subirse, “si ese álbum no funcionaba tendríamos que desistir”, comentó May en el documental “Queen: Days of our lives”. Pero funcionó.
Aunque ese LP contiene temas muy celebrados y conocidos como “Love of My Life” o “You’re my Best Friend”, fue la pista 11 la encargada de abrir un capítulo entero para Queen en la historia de la música. “Bohemian Rhapsody”, una canción compuesta de varios retales cosidos por el ingenio de Mercury y grabada en seis estudios diferentes.
Durante los días de grabación, Freddie aparecía en alguno de los locales aireando las cintas que traía en la mano y diciéndole a su productor: “¡Querido!, aquí tengo más Galileos”. Trabajaron durante semanas en la canción y grabaron más de 180 registros para conseguir ese efecto envolvente y característico de los coros.
¿El resultado? Una obra épica de más de seis minutos que sabía a misión suicida por su complejidad sonora en la que cabían rock potente, balada pop y opereta, y por su duración, muy poco práctica para la programación de radio.
Pocos apostaban por ella. Entonces fue cuando Kenny Everett, DJ de la BBC, entró en acción, se hizo con la grabación y la emitió durante todo un fin de semana: “va a ser un número uno durante siglos”, predijo.
Los éxitos se sucedían en la carrera de Queen. La euforia casi nunca contenida, la teatralidad natural y sincera, el magnetismo y el carisma hacían de Freddie uno de los mejores “frontman” del momento. Sabía que a la audiencia había que darle más que una buena pieza de estudio, había que darle espectáculo.
Cuando a finales de los 70 el punk irrumpió con fuerza en la escena, Queen se convirtió en el blanco favorito de la prensa especializada que tildaba de obsoleta y moribunda su fórmula musical.
En 1977 publicaron “News of the World” en el que intentaban volver a los básicos del rock. Este LP escondía dos de los temas más unificadores, usados y abusados de todos los tiempos, “We will rock you” y “We are the Champions”.
La primera fue entendida por muchos como una respuesta encarnizada al auge del punk y la segunda como un acto de arrogancia “propia de una campaña política de una película de Leni Riefenstahl” que convertía a Queen, según Dave Marsh de Rolling Stone, en “la primera y verdadera banda fascista de rock”.
En los Wessex Studios de Londres aún resuenan los ecos del encontronazo que tuvieron Mercury y Sid Vicious cuando el cantante y bajista de Sex Pistols, que despuntaba con su punk, le preguntó si ya había conseguido acercar el ballet a las masas.
Hacía referencia a unas declaraciones de Freddie en una entrevista que el autor tituló “¿Es este hombre un imbécil?” La escena acabó con Mercury llamándole Simon Ferocious y agarrándolo por las solapas para echarlo de la sala.
“RIDE THE WILD WIND” (CABALGA EL VIENTO SALVAJE)
Llevaban el ritmo propio de estrellas del rock entre estudios de grabación, giras y fiestas locas, siempre al límite. Freddie hizo del hedonismo un pilar fundamental de su estilo de vida por aquel entonces. “Don’t stop me now” resultó ser una firme declaración de intenciones. “Por lo que a mí respecta, yo quiero vivir la vida al máximo y pasármelo lo mejor que pueda”, manifestó a la BBC.
En los 80 dejó de lado el aspecto andrógino y tendió a un “look” más asociado a la comunidad gay. Se cortó la media melena con flequillo, vestía pantalones de cuero y vaqueros de talle alto y se dejó el característico bigote que disimulaba sus prominentes incisivos. Esa sonrisa irregular era resultado de albergar cuatro piezas dentales extra de las que Freddie nunca quiso deshacerse para no alterar su resonancia y dicción.
Con la nueva década, Queen entró en un período de cansancio y distanciamiento, coincidiendo, según May, con el encierro en un estudio de Múnich para la grabación de “Hot Space” (1982), probablemente su peor trabajo.
“Todos tuvimos altibajos emocionales en Múnich y Freddie no era una excepción”, dice May en el documental de la BBC. “Creíamos que Freddie acudía a lugares que no eran buenos para él, creo que todos lo sentimos, que estaba en peligro de alguna forma”, añade.
En ese momento en el que el hastío se acomodó entre los miembros de Queen, cuando las diferencias creativas se antojaban insalvables, decidieron hacer una pausa y embarcarse en sendos proyectos personales sin mucha relevancia.
Volvieron a reunirse con energías renovadas y, en 1984, lanzaron “The Works”, con temas como “Radio Ga Ga”, “Hammer to Fall” o “Its a Hard Life”.
Uno de los cortes del álbum, “I Want to Break Free”, vino acompañado de un videoclip que no fue bien acogido en Estados Unidos. Eran una parodia de una telenovela británica llamada “Coronation Street”, pero para la MTV solo eran cuatro tipos vestidos de mujer y decidieron censurarlo. Por esta decisión muchos se perdieron durante demasiado tiempo la minifalda de Freddie, los pasitos que da de la cocina al salón, la coreografía con el Royal Ballet de Londres o las coletas rubias de Taylor.
Después del incidente del videoclip, Queen eliminó a EEUU de su gira de presentación y la ruptura entre el país americano y la banda fue permanente.
Mercury, cada vez más enraizado en la escena gay y buscando la expresión de su individualidad que se diluía en Queen, sentía la necesidad de hacer algo propio y lanzó “Mr Bad Guy” (1985), un disco que no obtuvo una aceptación proporcional a la expectación que levantó, ni por parte del público ni de la crítica.
Esta aventura en solitario generó tensiones entre los componentes de Queen que no atravesaba su mejor momento.
En la primera mitad de la década de los 80, la imagen pública del grupo sufrió varios reveses ligados a decisiones cuestionables que parecían responder más razones empresariales y económicas que artísticas.
En 1981 pusieron rumbo a Sudamérica donde tocaron en dos escenarios poco frecuentes: Buenos Aires y Sao Paulo, ambas ciudades en países bajo regímenes dictatoriales militares, fueron testigos de shows multitudinarios fuertemente custodiados por soldados.
La decisión de tocar en 1984 en Sun City, un resort de lujo en la Sudáfrica del Apartheid, los situó de nuevo en el centro de las críticas y, a su vuelta, se convirtieron en parias donde antes habían sido profetas. La sombra de que quizás la era Queen debía llegar a su fin planeaba sobre sus cabezas.
Pero entonces se celebró un concierto memorable, el “Live Aid”, en el estadio de Wembley, en julio de 1985. Un evento que reunió a grandes nombres de la música simultáneamente en Filadelfia (EE.UU) y en Londres (Reino Unido) con el fin de recaudar fondos para el continente africano.
Freddie se subió a ese escenario que les perteneció durante 20 minutos con ganas de comerse el mundo. Habían estado ensayando una semana para el concierto y, en una jugada muy inteligente, Trip Khalaf, un técnico de Queen, desactivó los limitadores de volumen para que su música sonase con más fuerza.
Mercury se metió en el bolsillo a todo el público allí presente y gracias a sus “coqueteos” con las cámaras durante “Hammer to Fall” conquistó a los 1.500 millones de espectadores que lo siguieron por televisión en más de 100 países.
Cuentan que Elton John, al encontrarse con Queen entre bambalinas, les espetó a modo de cumplido “bastardos, ¡habéis robado el show!” Si hubo algún vencedor aparte de la solidaridad y el público, esos fueron Taylor, May, Deacon y Mercury.
Y así “la Reina” recuperó el trono y la confianza. Comenzaron a componer “A Kind of Magic” (1986) y después salieron de gira por Europa con su monumental “Magic Tour”. Firmaron dos noches apoteósicas en Wembley y un final catártico, el 9 de agosto de 1986, en Knebworth Park, en Stevenage, a unos kilómetros de Londres.
Esa noche Mercury dejó el escenario tras los últimos acordes de “God Save the Queen” con 120.000 personas aullando, aplaudiendo y gritando sus nombres. Aquella fue la última vez que Freddie sintió en directo la devoción de su público, y todo apuntaba a que, de alguna manera, él lo sabía.
“SHOW MUST GO ON” (EL SHOW DEBE CONTINUAR)
“Mirad, probablemente ya sabéis lo que os voy a decir, sabéis qué padezco, pero no quiero hablar sobre eso… solo quiero hacer música hasta el jodido día en que me muera”, así relata May cómo Freddie les hizo conocedores de la dolencia que sufría.
Poco se sabía de la “nueva enfermedad” en los 80. Se trataba de un virus que no discriminaba por sexualidad, raza o género y que se propagaba como la pólvora.
Paul Gambaccini cuenta en un reportaje radiofónico de la BBC que, en 1983, preguntó a Freddie sobre la actitud que iba a tomar frente a la epidemia y que él le respondió: “querido, mi actitud es que le den, yo hago de todo con todos”. Dos años después, Mercury se sometió a un primer test que resultó negativo. Tras un segundo examen en 1987, el diagnóstico fue diferente.
Los medios más sensacionalistas de Reino Unido publicaban los estragos del VIH, se hacían eco de los amigos o amantes de Freddie que morían por complicaciones relacionadas con la dolencia, y su progresivo, pero acentuado, cambio físico se convirtió en un tema de dominio público con pies de foto como “¿Se está muriendo este hombre?”.
En aquella época ser seropositivo equivalía prácticamente a una sentencia de muerte. Y Freddie lo sabía. Los que vivieron esos años junto a él aseguran que nunca oyeron quejas de los dolores intensos que padecía ni de su desesperanzador sino. Fue un periodo de estrecha unión entre los componentes de Queen.
Siguieron trabajando a un ritmo vertiginoso por iniciativa del propio Mercury. Lanzaron “The Miracle” (1989) e incluyeron una canción llamada “Was it worth it?” (¿Valió la pena?) que parece un soliloquio del músico haciendo las paces consigo mismo. La estrofa final es una contundente respuesta afirmativa, “Sí, valió la pena”.
Su voz se volvía cada vez más débil y no aguantaba las maratonianas jornadas de grabación. No obstante, se negaba a alejarse de la música. Dos semanas después del lanzamiento de “Innuendo” (1991), situado en el número 1 de listas de éxitos, volvieron al estudio de grabación en Montreux (Suiza).
Consciente de que no llegaría a escuchar la música que estaban creando, el tiempo se convirtió en un enemigo cruel.
Estaba trabajando con “Mother Love” cuando, según relata May, le dijo: “¡Oh, no voy a hacer esto ahora, necesito irme y descansar!. Volveré para terminarla”. Esa fue la última vez que estuvo en el estudio con él. La canción se incluyó en “Made in Heaven” que se lanzó de manera póstuma en 1995.
Mercury detestaba las canciones con mensaje. Sin embargo, algunos cortes de “Innuendo” como “These are the days of our lives” y la icónica “Show Must Go On” sirvieron de despedida de una de las figuras más importantes de la música.
“Éramos nosotros intentando encontrar el final antes de llegar a él”, declaró Taylor sobre las últimas canciones de Queen.
El 24 de noviembre de 1991 Freddie falleció a los 45 años en su casa de Kensington, Londres, por una bronconeumonía relacionada con el SIDA, solo un día después de anunciar públicamente que sufría la enfermedad.
Unos días después se celebró su funeral. Monserrat Caballé y Aretha Franklin cantaron en la ceremonia zoroastrista. Sus cenizas le fueron confiadas a Mary Austin, una novia de juventud y amiga en la que había depositado toda su confianza, que nunca reveló el lugar donde fueron depositadas por expreso deseo de Freddie.
Mercury vivió como quiso una vida intensa, libre y a través de la música. May quiso recoger estas dos ideas en el epitafio que escribió para él: “Freddie Mercury. Lover of life, Singer of songs” (Freddie Mercury, amante de la vida, cantor de canciones”). A su último manager, Jim Beach, le dijo poco antes de morir: “puedes hacer lo que quieras con mi música, mi legado, pero nunca me hagas parecer aburrido”.
La publicación “Logopedics Phoniatrics Vocology” ha buscado las razones científicas de su mágica voz. Según el estudio era capaz de modularla rápidamente a su antojo. Su asombrosa capacidad para ajustar su vibrato era una característica poco común, incluso entre cantantes líricos muy entrenados y, además, conseguía manipular sus pliegues vocales para crear subarmonías inalcanzables.
Pero lo que sigue haciendo único a Mercury va mucho más allá de la excelencia vocal. Es una mezcla de virtuosismo sonoro, originalidad, carisma, espectáculo y emoción. La música de Queen con Freddie a la cabeza es capaz de hacer sentir nostalgia de una época musical que muchos ni siquiera han vivido.
Ya han pasado casi 25 desde su muerte y sigue siendo una figura imprescindible en la música.
Siempre habrá alguien que no pueda evitar arrancarse con el “mama, just kill a man…” de “Bohemian Rapsody” o el “wow, la, la” de “In The Lap Of the Gods”. Siempre estará dispuesto alguien a cantar los coros agudos e imposibles de “Somebody to Love” y no faltará quien se abstraiga de la vergüenza y se desgañite con “I Want to Break Free”. Y, aunque su última actuación en directo fue hace 30 años, mientras eso suceda, el espectáculo de Freddie continuará.