+FOTOS| Conozca la ciudad que brilla como nunca tras ser destruida en la II Guerra Mundial
ABC
El casco antiguo de la tantas veces alabada «Florencia del Elba» vuelve a mostrarse embaucador y la simbólica plaza de Neumarkt ha recuperado casi al completo su diseño barroco en esta ciudad situada en el corazón de Sajonia, con medio millón de habitantes.
Dresde es una de las ciudades favoritas de los turistas españoles. Y no les falta razón… Lo que quizás no se conoce tanto son las conexiones con nuestro país, el «alma española» de esta urbe. La Neustadt, la «ciudad nueva» de Dresde proyectada en la orilla derecha del Elba, se ha desarrollado con las mismas directrices del popular Eixample de Barcelona, con decenas de bares, restaurantes y tiendas de moda que puedes recorrer participando en los tours de arte callejero organizados en la ciudad para descubrir el «street art» de sus originales graffitis. Pero volviendo al viejo corazón de Dresde, catalogado por la Oficina Nacional de Turismo de Alemania como uno de los diez lugares más populares del país en 2017, resulta curioso comprobar cómo el consulado español abre en la histórica residencia del compositor Heinrich Schültz, la figura más legendaria de la música germana anterior a Johann Sebastian Bach, en un barrio frecuentado por los estudiantes españoles que encuentran aquí los mejores bares de tapas de la ciudad.
El casco viejo
El «Altstadt» o casco viejo de la ciudad merece también un tranquilo paseo para saborear esta gran joya barroca. Ya desde el puente de Augusto se puede percibir el encanto de esta «resucitada» Dresde con la silueta de todos los edificios históricos a orillas del Elba. Da igual mirar hacia un lado o hacia el otro, todo desprende una gran belleza. A la derecha, la iglesia católica Hofkirche, que construyó Augusto el Grande (1670-1733) tras ser coronado rey de Polonia, con su torre de 83 metros de altura; el Palacio Residencial y la famosa Ópera de Semper en la plaza del Teatro; a la izquierda, sobre un romántico mirador hacia el río (la terraza de Brül) que Goethe llamó «Balcón de Europa», la Sinagoga, el Albertinum, el antiguo Parlamento de Sajonia, la Torre del Ayuntamiento…
Y ahora que Dresde celebra los 500 años de la reforma luterana hay que acercarse a la Frauenkirche protestante, con el monumento dedicado al teólogo que se erige enfrente del reconstruido templo tras los bombardeos de la II Guerra Mundial, o en el Palacio Residencial (Residenzschloss) para admirar la Bóveda Verde, que guarda el diamante verde más grande del mundo o la increíble Corte de Delhi con 137 figuras de oro dentro de un tesoro comparable al de la Torre de Londres, el Louvre en París o el Ermitage en San Petersburgo, y, por supuesto, la Biblioteca que custodia como gran pieza histórica las memorias originales de Lutero. Ese tour puede concluir en la catedral barroca de la ciudad (1754), adornada con tres grandes pinturas de Anton Raphael Mengs, el mismo artista que fue trasladado por la corte sajona a Madrid para estar al servicio de Carlos III, influenciando y ayudando a un joven Francisco de Goya para que consiguiera su primer empleo en la capital española. Hoy el Museo del Prado exhibe un buen puñado de lienzos extraordinarios con su firma, entre los que brillan «La Adoración de los Pastores» y algunos retratos de la familia real española.
Saliendo del palacio hay que echar un vistazo al «Desfile de los Príncipes», un monumental mosaico de casi 25.000 azulejos que mide 102 metros, donde se recogen escenas de los diferentes soberanos de la dinastía de los electores de Wettin, y después acercarse al Zwinger («La Ronda»), el auténtico «salón de fiestas» al aire libre del rey en el que merece la pena realizar dos visitas: la «Colección de Porcelana», la mejor del mundo, y la Pinacoteca de los Maestros Antiguos, con obras de Canaletto, Rubens, Vermeer, Rembrandt, Murillo y Goya, entre otros maestros. En su interior se pueden admirar los famosos angelitos de la «Madonna Sixtina», de Rafael, cuadro por el que Augusto III pagó 20.000 ducados en 1754, toda una fortuna para la época…
Los amplios prados del Elba atraen a ciclistas, paseantes, aficionados al picnic o a la buena cerveza para saborearla en los populares «biergärten», pero también el otoño y el invierno son una buena época para descubrir la ciudad. Recomendable para los entusiastas de la música con escenarios tan emblemáticos como la Ópera de Semper, el Palacio de Cultura de la Filarmónica de Dresde o las Iglesias Frauenkirche y Kreuzkirche, y con las habituales actuaciones de la Staatskapelle, la segunda orquesta más antigua del mundo. Para ir con los más pequeños, no hay duda: el Striezelmarkt, el mercado de Navidad más antiguo de Alemania (1434), complementado con otros diez mercadillos temáticos en la ciudad. Y los aficionados al deporte de invierno deben anotar una cita ineludible, los campeonatos del mundo de esquí de fondo en enero de 2018.
En los alrededores
El viaje a Dresde no quedaría cerrado sin realizar alguna excursión por la región sajona de Elbland. Un destino casi ineludible es la ciudad milenaria de Meissen, famosa por su castillo y su catedral, pero sobre todo por la fábrica de porcelana más antigua de Europa que celebró su 300 aniversario en 2010. También los bellos castillos que rodean Dresde, como Moritzburg, Pillnitz, Wackerbarth y Weesenstein, pueden dar otra visión histórica de esta zona donde se cría un excelente vino. Y, por último, el Parque Nacional de la Suiza Sajona, con sus extrañas rocas. Incluso podremos despedirnos de estas tierras con alguna ruta del Camino de Santiago en el norte de la región.