+FOTO| La vagina más polémica ya tiene rostro - 800Noticias
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 «El origen del mundo», la polémica vagina pintada por el francés Gustave Courbet en 1866, encerraba un misterio que ha alimentado este tiempo su leyenda: la identidad de la modelo que posó para el pintor.

El historiador francés Claude Schopp ha reunido las piezas de un puzzle que desvelan que se trata de Constance Quéniaux, una antigua bailarina convertida en cortesana, que amasó fortuna y que acabó sus días entregada a la filantropía.

Especialista en la vida y la obra de Alejandro Dumas, padre e hijo, Schopp se topó «por casualidad» con la pista que aclaraba el misterio y que, además, saca a la luz a un personaje digno de «El conde de Montecristo» o «La dama de las camelias».

«A veces trabajas duro para encontrar algo y encuentras poco y, en este caso, encontré mucho por azar», explica a Efe el experto que, tras su hallazgo, dedicó «meses» a trazar la vida de Quéniaux.

La resolución del enigma estaba escondida en un error en la transcripción de una misiva que en 1871 Dumas hijo envió a la escritora George Sand criticando a Courbet, firme defensor de la Comuna de París que los dos primeros consideraban una amenaza para sus bienes.

Atormentado por la frase, que mal transcrita carecía de sentido, Schopp tiró del hilo, acudió a la Biblioteca Nacional de Francia (BNF) y en la embarullada caligrafía de Dumas hijo, que él tan bien conoce, vio la luz.

«Fue como una revelación», relata el historiador que, a sus 75 años, ve cómo una vida dedicada a los Dumas cobra vigor a causa del más popular cuadro de Courbet.

«No se debe pintar el más delicado y el más sonoro ‘interior’ de la señorita Quéniaux», escribía el menor de los Dumas, una alusión que, para el estudioso, «sin duda hacía referencia al sexo femenino en ese contexto».

A partir de esa pista, señala Schopp, el resto de los indicios fueron apuntalando su teoría hasta el punto convertirla en «irrefutable», como sostienen la BNF y el Museo de Orsay.

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Atrás quedan, a su juicio, «teorías muy hipotéticas», como la que insinuaba que se trataba de una amante irlandesa de Courbet, que se caía por su propio peso porque la dama era pelirroja, en clara contradicción con el color del vello púbico del cuadro.

El cuadro fue pintado por Courbet para un diplomático turco, adepto de la vida mundana, llamado Khalil Bey. Schopp asegura que Quéniaux fue amante de Bey, que poseyó el cuadro durante año y medio pero que por su osadía apenas lo enseñaba.

Tampoco lo mostraron el resto de sus propietarios, que lo fueron escondiendo en un periplo que lo llevó a Constantinopla y lo salvó por los pelos de las garras nazis en Hungría, antes de regresar a París, ya entrado el siglo XX, de la mano del psicoanalista Jacques Lacan, su último dueño privado.

A mediados de los 90, el Gobierno francés aceptó este cuadro como liquidación del impuesto de sucesión por parte de sus herederos y desde 1995 cuelga de las paredes del Museo de Orsay.

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