Filtración telefónica dinamita entrada de Lula al gobierno de Rousseff
AFP
La presidenta Dilma Rousseff sumó a su gobierno a su predecesor Luiz Inacio Lula da Silva para enfrentar las crisis que convulsionan a Brasil, pero la difusión de una embarazosa conversación entre ambos dirigentes volvió a colocarla rápidamente a la defensiva.
Miles de personas salieron espontáneamente a las calles en Brasilia y Sao Paulo tras la publicación de esa conversación telefónica pinchada, en la que Rousseff le anunciaba a Lula que enfrenta un pedido de prisión preventiva, que se aprestaba a enviarle el decreto de su nombramiento como jefe de gabinete para que pueda «usarlo en caso de necesidad».
Rousseff había negado con vehemencia que la designación de Lula se propusiera brindarle fueros especiales para permitirle al exjefe de Estado (2003-2010), del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), escapar a la justicia ordinaria que investiga su presunta implicación en el megaescándalo Petrobras.
La incorporación de Lula al gabinete «fortalece al gobierno y hay personas que no quieren que sea más fuerte», proclamó su sucesora y heredera política.
Lula también deberá echar en la balanza su prestigio y su capacidad de articulación política para volver a dar cohesión a la coalición de gobierno e impedir que el proceso de impeachment prospere en el Congreso.
La presidencia brasileña explicó que la conversación filtrada remitía a una consulta sobre la necesidad de hacerle llegar a Lula el documento de su nombramiento para que lo firmara, dado que no estaba seguro de poder asistir a la investidura prevista para el jueves.
La Presidencia anunció además que adoptará «todas las medidas judiciales y administrativas pertinentes para reparar una flagrante violación de la ley y la Constitución» por parte del juez Sergio Moro, a cargo del caso Petrobras, «autor de la filtración».
«¡Renuncia!»
En Sao Paulo, miles de personas se congregaron al caer la noche al grito de «Renuncia, renuncia» al pie del rascacielos iluminado con los colores verde y amarillo de la bandera nacional, donde tiene su sede la poderosa Federación de Industrias del Estado de Sao Paulo (FIESP).
«Vine en cuanto me enteré de la grabación. He estado en todas las manifestaciones y esto es el fin de Lula. Rousseff debe renunciar y Lula ir a la cárcel», dijo Waldney Carminagni, un ingeniero de 65 años vestido con la camiseta de la selección brasileña, ya convertida en uniforme de los manifestantes opositores.
Pequeñas manifestaciones a favor y en contra de Lula se realizaron a las afueras de su casa en Sao Bernardo do Campo, en el cinturón industrial de Sao Paulo. La policía tuvo que interponerse entre ambos grupos para evitar conflictos.
Más de tres millones de personas se manifestaron el domingo pasado en varias ciudades de Brasil para pedir a partida de Rousseff.
El PT, sindicatos y diversas organizaciones sociales convocaron para el viernes a actos de apoyo al gobierno.
Lula tiene aún un fuerte predicamento en sectores que se beneficiaron de sus políticas de redistribución. Pero la época de las vacas gordas, provocada entre otros factores por el alto precio d elas materias primas y el boom dde China, parece algo lejano y el país se debate en una recesión que podría ser la peor en un siglo.
El PIB brasileño se contrajo 3,8% en 2015 y las previsiones del mercado son de una caída de 3,5% en 2016, en tanto que la inflación supera los dos dígitos.