Fe y Alegría: Más de 4.000 niños han sido dejados por padres que emigran
EFE
La terrible crisis económica y social que atraviesa Venezuela ha causado la aparición de miles de «niños dejados atrás» por sus padres que se han ido del país para buscar nuevas formas de ingreso, una situación que ya educadores y activistas califican de «problema de salud pública».
Tan solo en la red de colegios de la organización Fe y Alegría, que tiene 170 instituciones educativas repartidas en zonas populares de toda Venezuela, se han reportado 4.444 niños y adolescentes que han sido «dejados atrás» por sus padres que los ponen a cargo de abuelas, tíos, hermanos mayores o vecinos.
«Si nosotros con 170 colegios tenemos 4.444 casos hasta junio, cuántos habrá en los 30.000 planteles públicos, los del Estado», comentó a Efe la coordinadora del Centro de Formación e Investigación de Fe y Alegría, Luisa Pernalete.
La educadora, que tiene más de 40 años al servicio de esta organización, dice que es la primera vez que observa la aparición de esta situación a unos niveles que ya rayan en «un problema de salud pública».
«Vamos a suponer que en las 30.000 escuelas del Estado hay un caso por plantel, entonces eso quiere decir que tenemos más de 34.000 niños dejados atrás», dice la docente.
Fe y Alegría ha contabilizado, solo en sus planteles ubicados en Caracas y en los céntricos estados Vargas y Miranda, unos 1.008 niños y adolescentes que han visto partir a sus padres a países como Perú, Ecuador y Colombia, naciones que han reportado este año una migración «masiva» de venezolanos.
«Este año empecé a preguntar por este tema por algunos casos de los que me habían informado en varios de nuestros colegios y entonces me empecé a alarmar por los datos», cuenta Pernalete que señala que ahora con las nuevas medidas económicas del Gobierno difícilmente los padres que se han ido piensen en regresar.
«Recuerdo que en una escuela de Maracaibo (fronterizo, oeste) me dijeron que tenían 107 casos de niños dejados atrás, o con el papá, o con la mamá, o con ninguno de los dos, y se quedaban ¿con quién? con el que fuera, con la vecina, con la hermana mayor de 16 o 17 años», narra.
La docente dice que ella no juzga a los padres que han tomado esta decisión de emigrar sin los hijos pues ella observa un «triple drama».
«Sufre la mamá que se va, porque cómo no va a sufrir si está haciendo un gran sacrificio para dar de comer a sus hijos, pero además se va y no sabe cuándo vuelve», dice y agrega que obviamente sufre el o los hijos, y sufre quien se ha quedado a cargo de ellos.
Pernalete responsabiliza al Estado por esta situación «abrumadora» pues no observa ninguna iniciativa para al menos dar atención psicológica a los niños y adolescentes afectados, muchos de los cuales ya manifiestan rebeldía, rabia y tristeza por la partida de sus padres.
«¿A quien sí responsabilizo? al Estado, pues ¿dónde están los centros de orientación familiar para que podamos atender nosotros a esos niños, tenemos que enfrentar el asunto», dice.
«¿Qué proponemos nosotros? Formar equipos con un mínimo de herramientas psicológicas en las comunidades y escuelas, buscar alianzas con los servicios comunitarios de las universidades, abrir más espacios de recreación», sugiere.
Leonardo Rodríguez, director de la asociación civil Red de Casas Don Bosco que se ocupa de dar albergue a niños en situación de abandono, dijo a Efe que cuando se inicie el nuevo año escolar se hará «un estudio completo en la gran mayoría de los colegios de las zonas populares para ver el número de niños que empiezan el nuevo año escolar sin sus padres».
Rodríguez, Pernalete y otros representantes de organizaciones educativas y defensoras de derechos de niños y adolescentes se han unido para buscar fórmulas que permitan brindar asistencia a estos chicos.
«En la gran mayoría de los casos son niños que quedan al cuidado de personas que no son sus familias y en otros casos están quedando solos totalmente», asegura Rodríguez y señala que estos chicos no están bien nutridos y además llegan cansados a la escuela porque no duermen en sus casas.
El activista, que es de profesión abogado, cree que esta situación va a agudizarse y muchos van a terminar engrosando las estadísticas de niños que viven en las calles, lo que ya se ha convertido en un problema grave.
«Son muchachos que van a estar expuestos al abuso, a la explotación económica por parte de los adultos en la calle», advierte.