¿Existe el mal de ojo?
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Las creencias populares están muy arraigadas en nuestra cultura. Normalmente, estas creencias suelen tener un punto de leyenda que se mezcla con la realidad, pero han ido trascendiendo a través de generaciones. Una de esas creencias de la cultura popular es el mal de ojo. Científicamente nunca se ha demostrado que exista, pero todavía, cientos de miles de personas, creen que es posible y real.
¿Qué es el mal de ojo?
Se trata de una creencia popular asociada a la capacidad de que una persona pueda producir mal en otra solo con su mirada. Una especie de maldición que se ha ido transmitiendo a través de los años y para la que existen muchas curas diferentes.
¿Dónde surgió la creencia?
El investigador J.M Roberts desarrolló un trabajo relacionado con la existencia y las causas del mal de ojo, en la que relataba que la mirada de los seres humanos puede provocar daños en otros, relacionando este factor con la envidia.
Conforme han dio pasado los años, este tipo de creencia ha quedado enmarcada en ámbitos en los que la creencia de lo sobrenatural es muy grande, pero persistente en todo el mundo. Por ejemplo, en Europa y Oriente Medio, tal y como apuntaron los antropólogos argentinos, Anatilde Idoyaga y Mariano Gancedo, en su ensayo sobre la cuestión (‘El mal de ojo como enfermedad: elitelore y folcklore en Iberoamérica’), se cree que puede tener un alto poder «para dañar» a las personas y está muy arraigado en la cultura popular de estas zonas.
Tipos de mal de ojo
Como decimos, este mal viene de la cualidad de una persona de dañar a otra a través de la mirada, y pueden ser de varios tipos para la persona a la que se le ha practicado esta acción.
De manera inconsciente, el agresor piensa en alguien y lo juzga. El poder de su mirada puede hacer que afecta a la víctima con dolencias en los días posteriores.
El mal de ojo provocado de manera semiconsciente es aquél que realizan personas que miran mal y juzgan a los demás deseándoles la desgracia. Se suelen llamar inconscientes porque generalmente las personas que lo producen no conocen el poder mental que tienen.
Por último, el de manera consciente es el más peligroso de todos ya que la persona que lo produce es consciente de su poder.
Síntomas del mal de ojo
Según la cultura popular relacionada con el mal de ojo, una vez que alguien ha sufrido esta «maldición» pueden aparecer dolencias físicas y mentales que se asocian a este mal.
De acuerdo a la edad de quien haya podido ser víctima, los dolores serán más o menos intensos y sus síntomas más comunes suelen ser, en adultos: fatiga, perdida de fuerza, tristeza, insomnio o perdida del apetito.
Pero no solo los adultos pueden ser víctimas del «ojeo». Se cuentan que los bebés y los niños son propensos a este mal que puede perjudicar su salud de manera alarmante.
Al ser considerados débiles, los bebés pueden ser propensos y se han observado algunos síntomas comunes que podrían estar relacionados con el mal de ojo: defensas bajas, vómito frecuente, falta de apetito, cólicos, infecciones, sueño alterado o diarrea.
¿Cómo quitar el mal de ojo?
A lo largo de los años, gracias a las distintas crónicas que existen desde el mundo antiguo, se han dado a conocer cómo curar este tipo de mal, que podría afectar a cualquier persona que reconozca estos síntomas y que crea en dicha creencia popular.
Las formas de protección contra este mal u «ojeo» tal y como se conoce en otras culturas, son diferentes, según la parte del mundo en la que nos encontremos y cómo la creencia se ha ido extendiendo a través de los años.
En la mayoría de las culturas aseguran que el ojo turco (ojo azul de cristal) es el talismán más efectivo para deshacerte de esta maldición. Se trata de talismanes que se suelen colocar en las entradas de las casas para mantener el hogar o llevar en pulseras, collares y otros complementos para anular las energías negativas.
Aunque no sería el único remedio para combatir las malas energías. A lo largo de los años se han datado múltiples formas de conseguir quitar el mal de ojo como las cintas rojas, ajos por detrás de las puertas, espinas secas en el bolsillo o, incluso, acudir a curanderos para que practiquen a la víctima un ritual de sanación.
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