Exguerrilleros de las FARC cultivan piña para no ser «ciudadanos de segunda»
EFE
En Aguabonita, uno de los campamentos de reincorporación que la antigua guerrilla FARC tiene en el sureño departamento del Caquetá sus integrantes han encontrado en el cultivo de piña la vía para que se les deje de considerar «ciudadanos de segunda».
La firma del acuerdo de paz hace dos años, el 24 de noviembre de 2016, cambió la vida de muchos de ellos y les dio la posibilidad de comenzar de nuevo.
En La Montañita, pueblo del Caquetá, este pequeño grupo emprendió su particular camino hacia la paz apostando por la agricultura.
La llegada al campamento Aguabonita es más fácil si se hace en helicóptero; de lo contrario hay que circular por estrechas carreteras de tierra hasta alcanzar este enclave montañoso.
Los rostros de los antiguos jefes guerrilleros Manuel Marulanda, Alfonso Cano y Jacobo Arenas decoran este campamento de reinserción de las FARC y rompen con la estética que se puede esperar de un lugar de estas características: viviendas prefabricadas de techos de hojalata y paredes blancas.
Que sus rostros estén ahí no es fruto del azar. El campamento organizó un concurso de grafitti para decorar sus paredes y los artistas decidieron plasmar en ellas los rostros de antiguos dirigentes guerrilleros.
Diego, uno de los exguerrilleros, se encargó de coordinar y pintar muchos de ellos. Originario de la región del Eje Cafetero, entró a las FARC con tan sólo 16 años, en 1999, porque se sentía atraído por algunos de sus postulados, y formó parte de los frentes 14, 49 y 32.
«En estos 20 años de conflicto todos teníamos que estar preparados para todo», dice a Efe con una media sonrisa y mirada nostálgica cuando se le pregunta si entró en combate en alguna ocasión.
El Caquetá fue una de las zonas de Colombia más golpeadas por el conflicto armado al ser un foco de actividad guerrillera, hasta el punto de que entre 2002 y 2012 se produjeron 1.502 combates entre la Fuerza Pública y las FARC.
«Nuestra empresa es construir la paz», proclama convencido el líder de este campo, Federico Montes, quien subraya que la reincorporación no debe entenderse como algo exclusivo de quienes fueron guerrilleros.
La economía de Aguabonita se centra en la producción agrícola, fundamentalmente de piña, fruta de la que ya es el mayor productor en la región.
Funcionan como una cooperativa en la que cada exguerrillero aportó un millón de pesos (unos 315 dólares) para constituirla, justo la mitad de lo que recibieron del Gobierno para reinsertarse en la vida en sociedad.
«Si no fuera por los ahorros de los exguerrilleros todavía seguiríamos viviendo a la deriva», reconoce Montes, que se muestra agradecido a la Unión Europea (UE) por el apoyo económico dado al proyecto: «Se han ido abriendo camino hasta convertirse en un aliado estratégico», afirma.
La aportación del Fondo Europeo para la Paz, originalmente de 96,5 millones de euros (unos 110 millones de dólares), ascenderá hasta los 120 millones de euros (unos 137 millones de dólares), recursos que inciden de manera directa en estas comunidades.
En Aguabonita usarán el dinero para construir una planta para quitarle la pulpa a la fruta y poder procesarla de manera industrial.
Los niveles de desarrollo y consenso que ha alcanzado el proyecto de esta comunidad no serían posibles sin la cooperación de todos los actores implicados y también del Ejército.
El general César Augusto Parra es el comandante de la Sexta División del Ejército, que está establecida en el Caquetá, y aboga abiertamente por «ir más allá del concepto de seguridad».
«Nuestra misión es generar seguridad, pero eso va de la mano del fortalecimiento institucional, de ese respeto por los derechos humanos», dice el general ante la comunidad y una delegación de la UE encabezada por el director general de Cooperación Internacional y Desarrollo, Stefano Manservisi, y el enviado especial para la paz de Colombia, Eamon Gilmore.
Una de estas líneas de cooperación radica en la construcción de infraestructuras, para lo cual el Ejército puso a disposición de los locales su batallón de ingenieros.
Pero el principal anhelo para los exguerrilleros es que el proceso de paz cambie la percepción de la sociedad respecto a ellos.
«Que la ciudadanía nos traiga derechos, y no seamos ciudadanos de segunda categoría», resume Montes, quien destaca la «voluntad inquebrantable» de estos antiguos guerrilleros para que el proceso de paz culmine con éxito.