Lewandowski y su deuda pendiente con Polonia
800 Noticias | EFE
Acostumbrado a romper estadísticas goleadoras cada temporada, Robert Lewandowski tiene una deuda pendiente en las grandes citas internacionales por su casi ausencia de goles para Polonia, que necesita más que nunca a su estrella para llegar lejos en la Eurocopa.
Siempre que Polonia llegó lejos en un gran torneo, sus figuras aparecieron entre las mejores del campeonato. Los dos terceros puestos en el Mundial de Alemania 1974 y en el de España 1982 se cimentaron en las espectaculares actuaciones de Grezegorz Lato, máximo anotador en 1974 con siete tantos, y de Zbigniew Boniek en 1982, con cuatro goles y elegido cuarto mejor jugador del torneo por detrás de Paolo Rossi, Falcao y Karl-Heinz Rummenigge.
A la Polonia que gobierna Lewandowski, desde que debutó un 10 de septiembre de 2008, siempre le ha faltado el toque de calidad que puede otorgar un futbolista diferencial y superior al resto. Y es que, en los tres grandes torneos internacionales en los que ha participado, la pólvora del delantero del Bayern se ha apagado.
Lewandowski jugó la Eurocopa de Polonia y Ucrania 2012 y la de Francia 2016 así como el Mundial de Rusia 2018. No consiguió llevar a su selección al Mundial de Sudáfrica 2010 y al de Brasil 2014. En cualquier caso, sus números con Polonia en las grandes citas no se acercan ni por asomo el que ha firmado en sus clubes.
Los datos son incontestables. En total, entre Eurocopas y Mundiales, Lewandowski ha disputado once partidos. En ninguno fue sustituido y acumuló 1.050 minutos incluidos dos duelos con prórroga. Sus goles fueron escasos: sólo un par. Uno se lo hizo a Grecia en 2012 y otro a Portugal en 2016.
Como consecuencia, Polonia nunca ha tenido ese plus estelar y no ha llegado lejos casi nunca en sus grandes aventuras. En Polonia y Ucrania 2012 no pasó de la fase de grupos con rivales como la República Checa, Grecia y Rusia; en Francia 2016 rindió mejor y alcanzó los cuartos de final, pero Portugal, en los penaltis, acabó con el equipo de Lewandowski; y, en Rusia 2018, tampoco pudo con Colombia, Japón y Senegal en la fase de grupos.
Sin embargo, en año de Eurocopa o Mundial, en sus clubes Lewandowski casi siempre arrasó. En la Eurocopa de 2012, llegó a la cita con 30 goles en 47 partidos oficiales en el Dortmund; en la de 2016, sumó 42 en 51 duelos; y en Rusia 2018, alcanzó los 41 tantos en 48 encuentros. Ahora, esta temporada se ha superado: acumula 48 dianas en 40 encuentros oficiales.
Su media es de más de un gol por partido. Exactamente, 1’2. Acumula más que otros depredadores esta temporada. Deja atrás a al francés Kylian Mbappé, que ha firmado 42 en el París Saint-Germain; al noruego Erling Haaland, que alcanzó los 41 en el Borussia Dortmund; al argentino Lionel Messi, que llegó a los 38 en el Barcelona; o al portugués Cristiano Ronaldo, que fijó su cifra en los 36 con la camiseta del Juventus.
Con esas estadísticas, Lewandowski saca pecho. No es para menos. La temporada pasada, con cifras aún mejores, fue el pilar del Bayern que lo ganó casi todo, incluida la Liga de Campeones. Se quedó sin Balón de Oro por culpa del coronavirus. Y, este curso, ha sido vital en los triunfos de su club.
«Llevo años entre los mejores, tal vez soy el mejor, me gustaría serlo. El Balón de Oro no era mi objetivo, gané el Premio FIFA y el Mejor Jugador de la UEFA, lo que significa mucho para mí. Messi y Cristiano llevan mucho tiempo en lo más alto, pero creo que ahora puedo invitarlos a mi mesa. Creo que puedo sentarme y hablar con ellos de fútbol, nuestra pasión, porque lo gané todo la temporada pasada», dijo en una entrevista a «Sportweek» antes de la Eurocopa.
Pero para sentarse al lado de los colosos del fútbol, no solo vale con triunfar en un club top mundial rodeado de jugadores de primer nivel planetario. Hacer algo grande con Polonia, otorgaría a Lewandowski la categoría de mito en su país.
Si lo consigue, estaría a la altura casi de Lato y de Boniek. No está igual de bien acompañado que sus antecesores en la selección, pero en esta Eurocopa no puede volver a guardarse sus goles en sus bolsillos. Al revés. Se le tienen que caer de ellos.