Estas son las señales de un trastorno mental en la infancia o adolescencia
Agencias
Cada vez más, los problemas vinculados a la salud mental de niños y adolescentes forman parte de las consultas diarias que reciben los pediatras y son uno de los mayores retos que deben afrontar, dada su prevalencia y las consecuencias que pueden conllevar a largo plazo cuando no se diagnostican correctamente o de forma temprana.
Los trastornos psiquiátricos se caracterizan por tener una elevada incidencia en la infancia y la adolescencia, de tal modo se calcula que afectan al 10-20% de este grupo de edad. Un reciente estudio de UNICEF sobre la salud mental revela que 1 de cada 7 menores tiene un problema de salud mental diagnosticado.
Por otro lado, los expertos estiman que entre el 50% y el 70% de las enfermedades psiquiátricas del adulto comienzan en la infancia o en la adolescencia. Para ayudar a los pediatras en la identificación de posibles problemas relacionados con la salud mental, Blemil, de Laboratorios Ordesa, ha creado la guía práctica “Trastornos psiquiátricos de los niños y adolescentes en la consulta de Pediatría”, un manual que pretende ayudar a hacer una mejor detección de posibles problemas de salud mental en la infancia y la adolescencia.
A continuación, resumen las señales más frecuentes que pueden hacer sospechar de un posible trastorno de salud mental o alertar sobre el bienestar mental y emocional del niño o el adolescente, tanto a los especialistas médicos como a las familias.
Trastornos del espectro autista (TEA)
Los trastornos del espectro autista (TEA) se conocen por tener un comienzo temprano. Algunos de los signos de alerta se pueden empezar a manifestar durante los primeros 12 meses de vida del niño como no balbucear, la incapacidad de sonreír como respuesta a la sonrisa de otros o no reaccionar cuando se les habla. A los 24 meses se pueden detectar otros indicios como la ausencia de juego imaginativo y no poder hacer frases de 2 palabras de forma espontánea.
Trastornos del aprendizaje
Los trastornos del aprendizaje abarcan desde dificultades en la lectura (dislexia), escritura (disgrafía) y/o el cálculo (discalculia). Son motivo frecuente de fracaso escolar y afectan, en términos generales al 5-6% de los alumnos. Los síntomas que pueden mostrar una posible dislexia son las dificultades para entender las letras, leer de forma segura, deletrear o comprender el significado del texto. La disgrafía, por otra parte, se caracteriza por una escritura lenta y costosa, así como limitaciones para expresar pensamientos a través de la redacción. En el caso de la discalculia algunos indicios que nos pueden hacer sospechar son los problemas para contar, leer y escribir números.
Trastorno por déficit de atención e hiperactividad
El trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) es uno de los motivos más frecuentes de consulta en Pediatría y se manifiesta en los primeros años de vida cuando el niño acude a la guardería o comienza la escuela. El cuadro clínico se caracteriza por inquietud, dificultades de atención, impulsividad, problemas de aprendizaje escolar y trastornos de la conducta.
Trastornos de la conducta alimentaria
Los trastornos de la alimentación son más frecuentes en la adolescencia, pero cada vez más aumentan los casos en la infancia. Estos trastornos tienen serias consecuencias médicas y psicológicas en las personas, y se caracterizan por restricciones en la dieta, vómitos o atracones. Los síntomas fundamentales son la pérdida de peso por rechazo del alimento, el temor a ganar peso y la distorsión de la imagen corporal, y en el caso de la bulimia se pueden repetir episodios recurrentes de atracones con sensación de perder el control y conductas purgativas que se dan con frecuencia semanal.
Depresión
Durante mucho tiempo se negó que los niños sufrieran depresión, pero los estudios de investigación y la realidad clínica demuestran lo contrario. Las tasas actuales de depresión en la infancia se sitúan sobre el 1-2% y entre el 3% y el 11% en los adolescentes[3]. La tristeza es el síntoma predominante, que puede ir acompañado de irritabilidad, incapacidad para disfrutar, ansiedad, apatía y sensación de aburrimiento. No se trata de simples variaciones del humor de un niño normal, hay que valorar que estos síntomas sean persistentes, la intensidad del sufrimiento y si limitan su vida diaria.
Debido a la relevancia de recibir apoyo especializado en cualquiera de estas situaciones tan pronto sea posible, en el caso de detectar que el menor presente alguna de las señales descritas es aconsejable consultar con el pediatra para disponer de una opinión profesional.
Por ABC.es