ESPAÑA| Un matrimonio búlgaro compraba a niñas por Internet para prostituirlas
ABC
La Unidad contra las Redes de Inmigración y Falsificación (Ucrif) de la Jefatura Superior de Madrid, España, con la ayuda de la Policía Municipal, ha desbaratado una de las principales mafias búlgaras dedicadas a la prostitución y a los robos. La operación Rocío se ha saldado con 42 detenidos (había 74 investigados), de los que once han ingresado en prisión, entre ellos los presuntos cabecillas: Metodi Borisov Mladenov y su mujer, Roza Terzieva. Residían en Carabanchel con sus tres hijos, en una vivienda «okupada» de la calle de Ayamonte.
Sin oficio ni beneficio aparentes, habían gozado de ayudas de la Comunidad y del Ayuntamiento, hasta el punto de que cada uno cobró la renta mínima de inserción, al estar oficialmente (no de hecho) divorciados; y les faltaba un solo trámite para que les dieran un piso en Pozuelo de Alarcón. Movían millones de euros.
«Casadas» con los mafiosos
La investigación arrancó en abril de 2017, cuando una chica se presentó en la Unidad Integral de Carabanchel de la Policía Municipal para denunciar. Luego, se convertiría en una de las cuatro testigos protegidas del caso. Al oír su relato, los agentes locales dieron parte a la Ucrif. La muchacha explicó que eran decenas de chicas las explotadas. La Policía Nacional, además de las 30 adultas, tenía identificadas a 16 menores, la más pequeña de 12 años, a las que sus padres vendían a las mafias búlgaras por entre 20.000 y 30.000 euros, dependiendo de su habilidad para el robo. A cambio, las «casaban» con miembros del clan.
Las víctimas son de la etnia gitana de cardarashi, explicaron a ABC fuentes del caso. Los investigadores sospechan que a estas crías también las ponían a hacer la calle, pero no han podido demostrarlo aún. Han liberado a seis en Madrid y a otras tantas, mediante alertas de cooperación internacional, en Francia, Alemania, Bulgaria, Austria, Holanda y la frontera de Serbia con Hungría.
A las mayores de edad las captaban con falsas promesas de trabajo, como por ejemplo lavaplatos, en el sector de la hostelería. Primero las llevaron a Italia y a París, en cuyas zonas de prostitución las esclavizaron durante cinco o seis meses. Muchas no «trabajaban» bien, como la primera denunciante, porque no estaban hechas a esa esclavitud, y recibían tremendas palizas.