Escritora Aleksiévich ya no quiere escribir más sobre la guerra - 800Noticias
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EFE

La escritora bielorrusa Svetlana Aleksiévich, premio Nobel de Literatura en 2015, ya no quiere escribir más sobre la guerra, tema al que ha dedicado toda su obra, sino sobre el amor y el sentido de la vida.

«He dedicado los últimos 40 años de mi vida a escribir sobre la Utopía Roja, sobre la guerra. Lo que quería decir, ya lo he dicho. Ese tema ya está agotado», señaló durante un encuentro anoche con los lectores en el Centro Gógol de Moscú.

En su primera intervención en Rusia desde que recibiera el galardón, Aleksiévich admitió que no piensa escribir sobre los conflictos que tienen lugar ahora en el espacio postsoviético, como el de Ucrania.

«Eso tendrán que hacerlo los propios ucranianos o los rusos», señaló la literata, que acusó esta semana al Kremlin de ocupar Crimea e instigar la guerra separatista en el Donbass.

Admitió que ahora ya no sería capaz de entrar en un hospital con soldados mutilados, como hiciera en Tashkent durante la guerra de Afganistán (1979-1989).

«Soy una pacifista convencida. La vida es un regalo. No hay justificación para ir a matar a Siria o a Ucrania. Vivimos tiempos de barbarie. Nuestros descendientes mirarán atrás y dirán que fuimos unos bárbaros. La democracia no deja de perder posiciones», aseguró.

Aleksiévich, cuyo Nobel fue celebrado por pocos en Rusia, cree que los regímenes autoritarios utilizan la guerra para encubrir sus carencias, en alusión a la decisión del líder ruso, Vladímir Putin, de intervenir en Siria y en Ucrania.

«Los ucranianos con los que hablé no quieren pelear. Son los políticos los que quieren. En la guerra las personas normales se convierten en asesinos. Héroes son aquellos que no disparan», apuntó.

Cree que la sociedad postsoviética vive sumida en una «cultura militarista» en la que matar al otro está permitido, pero advierte de que las guerras del futuro serán aún más terribles que las de «los hombres contra los hombres».

«En el futuro será la naturaleza la que peleará con nosotros. La naturaleza nos pondrá en nuestro lugar», advierte.

Recuerda lo ocurrido con la central nuclear de Fukushima en 2011 y destaca que nada cambió tras la mayor catástrofe atómica de la historia ocurrida en 1986, a la que dedicó «Voces de Chernóbil».

«No estamos nada preparados para el futuro», resaltó y puso como ejemplo que en Bielorrusia se esté construyendo la primera planta nuclear después de que el 20 por ciento de su territorio se viera afectado por la nube radiactiva de Chernóbil.

Aleksiévich ha decidido ahora escribir sobre el amor, libro para el que ya tiene hasta título: «La eterna caza del maravilloso ciervo».

«Me gustan los títulos metafóricos, cuando hay más de un sentido. Serán relatos sobre el amor, pero más sobre la búsqueda de la felicidad por parte del hombre», adelantó.

Para ello y fiel a su estilo documentalista, ya ha mantenido cientos de entrevistas, algunas de las cuales se prolongaron durante varios días.

«Es un proceso largo», señaló Aleksiévich, que ha escrito seis libros desde que publicara el primero en 1985, coincidiendo con el inicio de la Perestroika.

Además, desveló sus planes para escribir un libro de claro corte existencialista sobre «el sentido de la vida».

Significativo fue el lugar elegido por Aleksiévich, ya que el Centro Gogol ha sido escenario en las últimas semanas de una polémica investigación por corrupción que ha causado una gran indignación en los círculos culturales.

Precisamente, la velada fue presentada por el director de ese teatro, Kiril Serebrennikov, conocido por su oposición al Kremlin y cuyo interrogatorio fue duramente condenado por varios países occidentales.

Pese a sus duras críticas a Putin, Aleksiévich rechazó la violencia como medio de cambiar las cosas: «No será el odio, sino el amor lo que nos salvará». dijo.

«Las barricadas son un lugar peligroso para los artistas. No quiero que, si llega la democracia, me saque un diente un revolucionario y no un dentista», señaló entre las risas de los presentes.

Parafraseó a su padre al asegurar que «este es un país impredecible, tanto en su pasado como en su futuro», y lamentó que «Rusia le tenga otra vez miedo al mundo».

«Y todos sabemos por qué. Yo misma tengo tres casas: mi madre es ucraniana (…), mi padre bielorruso (…) y yo soy un producto de la cultura rusa», insistió.

Criticó la fiebre religiosa imperante en Rusia como «una huida de la realidad» -al respecto recordó «Miedo a la libertad» de Erich Fromm- y llamó a los rusos a dejar de ser parte de un sistema colectivo cimentado en mitos y, en su lugar, convertirse en individuos culturales.

«Como me dijo un taxista: ‘Estamos construyendo el capitalismo bajo el mando del KGB’. Sabiduría popular, la llaman. Hay que estar del lado del bien. La libertad es un largo camino», aseveró.

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