En el Líbano, las etiquetas de precios se quedan obsoletas en horas
EFE
Los reponedores apuran esta mañana para colocar etiquetas de precios en dólares en las estanterías de los supermercados libaneses, que hoy se unen a la lista de comercios obligados a encontrar soluciones alternativas ante las constantes fluctuaciones de la moneda local.
La grave crisis económica desatada a finales de 2019 y la consecuente caída libre de la divisa libanesa, que a veces llega a registrar cambios significativos frente al dólar en cuestión de horas, llevaron hace tiempo a algunos establecimientos a innovar para tasar sus productos.
En Beirut, las estrategias van desde un escáner web que permite a los consumidores leer el código de barras de cada artículo con sus propios teléfonos y saber así su precio en «tiempo real», hasta agrupar productos por gama de precios y colocar en la pared una lista orientativa que permite consultar las diferentes categorías.
Sin embargo, el frenesí sin precedentes que protagoniza la libra desde hace tres meses ha hecho que las estanterías sin pegatinas y los carteles en dólares comiencen a ser la norma en lugar de la excepción, mientras que en las últimas semanas muchos restaurantes han imprimido sus menús en la divisa estadounidense.
Un «dolor de cabeza» menos
A comienzos del pasado diciembre, la libra libanesa se cambiaba a alrededor de 40.000 unidades por un dólar en el mercado negro; tres meses más tarde un billete estadounidense compra ya casi 90.000.
Por ello, el ministro libanés de Economía, Amin Salam, anunció ayer que los supermercados podrían empezar a poner los precios de sus productos en dólares, al reconocer que algunos estaban teniendo que cambiar todos sus carteles varias veces al día debido a la volatilidad.
La medida no afecta al pago, que se podrá seguir haciendo en libras libanesas al tipo de cambio del mercado negro.
«Desde hace tres años enfrentamos problemas para poner los precios a nuestros productos en las estanterías (…) Es verdaderamente un dolor de cabeza, en cada supermercado hay más de 15.000 artículos», lamentó a EFE el dueño de un autoservicio beirutí que pidió el anonimato.
El hombre esperaba con avidez el anuncio de Salam, pues su establecimiento, sin precios a la vista, se valía de un lector de códigos de barras que en realidad les obligaba a «esconder los importes para que los clientes no vengan y compren las cosas que no subieron o no tienen el precio correcto».
Según dijo, un supermercado de tamaño medio como el suyo no tiene la capacidad para cambiar cientos de pegatinas cada dos por tres, algo que sí podían hacer los grandes hipermercados o quizás un pequeño ultramarinos en el que el mismo propietario se encarga de todas la tareas.
«Tienes que cambiar las etiquetas con los precios de las estanterías diariamente y para eso necesitas un equipo más grande, necesitas pagar a un empleado (…) Con estos gastos no podemos hacer eso, no podríamos continuar», explicó el empresario.
Manipulación de precios
El ministro de Economía espera que la medida ayude también a aplacar la manipulación de precios, pues ciertos establecimientos se aprovechaban de la «crisis monetaria» para decidir los importes de los artículos «a su antojo».
El Líbano es fuertemente dependiente de las importaciones y éstas deben ser pagadas en dólares, por lo que ofrecer esa mercancía al comprador final en una divisa diferente y permanentemente a bordo de una montaña rusa dejaba margen para muchos abusos.
«No hay ningún otro país del mundo que importe más del 90 % de sus bienes, incluso nuestros productos domésticos se hacen usando materias primas que son importadas (…) Todo lleva precio en dólares», reconoció ayer Salam.
El propietario beirutí confirmó que las listas de precios de venta al público enviadas por sus proveedores no reflejaban las fluctuaciones en el tipo de cambio, sino que los mayoristas «aumentan los importes con cualquier excusa que encuentran».
La inestabilidad de la moneda local también hace que cada vez pueda reponer menos mercancía, que debe pagar en dólares sin que los ingresos en libras sean suficientes para cubrir la brecha, a lo que se suman otros problemas logísticos causados por la crisis, como la casi inexistencia de un suministro público de luz eléctrica.
«Esto es a lo que se enfrentan la mayoría de los supermercados y muchos de ellos han cerrado, especialmente con los grandes gastos de manejar un supermercado que necesita electricidad para las neveras y fundamentalmente suministro las 24 horas», concluyó.
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