En beneficio de la memoria histórica VIII, por Ochoa Antich - 800Noticias
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Mientras el T. C Hugo Chávez Frías permanecía inactivo en el Museo Militar al mando del batallón de paracaidistas “Antonio Nicolás Briceño”, las demás unidades, comprometidas en la insurrección, trataban de cumplir con los objetivos establecidos en la orden de operaciones, pero con muy poco éxito. Las dos intervenciones del presidente Carlos Andrés Pérez causaron tal desmoralización y sensación de fracaso en los comandantes de esas unidades que empezaron a rendirse sin combatir. Uno de los casos que demuestra la muy poca convicción que existía en algunos de los oficiales insurrectos fue la actuación del capitán Carlos Guillén Bello. Su misión era tomar las alcabalas de Fuerte Tiuna, al mando de una compañía del batallón de paracaidistas “José Leonardo Chirino”. Apenas habían transcurrido los primeros 10 minutos del 4 de febrero, cuando decidió rendirse sin oponer resistencia. El éxito de su acción habría constituido un importante apoyo a las unidades del Regimiento Codazzi que, a esa hora, asediaban el Ministerio de la Defensa y la Comandancia del Ejército.

Una de las amenazas más importantes a enfrentar era la compañía de tanques AMX 30 que avanzaba hacia Caracas. A este respecto, le ordené, vía telefónica, al general Alfredo Salazar Montenegro obstaculizar totalmente el tránsito en ambas vías de la Autopista Regional del Centro, después de los túneles “Los Ocumitos”, en el sentido Valencia-Caracas. Así lo hizo y logró la imposibilidad de movimiento de dicha unidad y su posterior rendición. El mismo  efecto desmoralizador impactó a los mayores Pedro Alastre López y Carlos Díaz Reyes, quienes al mando de una compañía del Grupo de Caballería “Ayala”, habían atacado el palacio de Miraflores. Al percibir que el batallón de paracaidistas “Briceño” no cumpliría su misión de apoyar la toma de Miraflores, sufrir las bajas de los capitanes Ronald Blanco La Cruz  y Antonio Rojas Suárez, quienes fueron heridos en combate, y conocer de la aproximación del Grupo de Tarea, comandado por el general Luis Oviedo Salazar, decidieron rendirse. El Grupo de Tarea estaba constituido por el batallón Bolívar, comandado por el T.C. Braddly Quintero Contreras, parte del Grupo de Caballería “Ayala”, comandado por el T.C. Carlos Rodríguez Barrios y el Destacamento 51 de la Guardia Nacional, comandado por el T.C. Héctor Julio Parada.

El T.C. Rommel Fuenmayor, edecán del presidente Pérez, había permanecido en Miraflores. Su actuación fue valiente y decidida. Me llamó por teléfono para comunicarme la rendición de la compañía de carros de combate del batallón “Ayala”. De inmediato me comuniqué con el presidente Pérez para informarle la recuperación de Miraflores. Su respuesta fue terminante: “Salgo para allá. Desde allí es que se gobierna a Venezuela”. Así lo hizo. Al mismo tiempo la situación en Fuerte Tiuna fue totalmente controlada. Varios de los generales y almirantes detenidos en las alcabalas del Ministerio de la Defensa y de la Comandancia del Ejército fueron liberados, entre ellos el G.D. Iván Jiménez Sánchez, el V.A. Germán Rodríguez Citraro y el G.B. Ramón Santeliz Ruiz. Conversé con ellos unos minutos en espera que se organizara la caravana para trasladarme a Miraflores. Consideré mi deber estar al lado del presidente en unos momentos tan complicados. Designé al coronel Rubén Medina Sánchez para acompañarme. Conversamos, durante nuestro desplazamiento, ponderando las futuras formas de acción para sofocar la rebelión con el menor costo de vidas humanas de militares y civiles.

Llegamos a Miraflores cerca de las 3 a.m. Fuimos recibidos por el coronel Rafael Hung Díaz y el T.C. Rommel Fuenmayor, sub jefe de la Casa Militar y edecán del presidente respectivamente, quienes nos informaron brevemente sobre los recientes hechos ocurridos. La unidad insurrecta rendida estaba a punto de ser trasladada a Fuerte Tiuna. Los combates no habían terminado. Todavía se escuchaban disparos. Instruí al general Oviedo para que reorganizara su Unidad y se trasladara de inmediato a la base aérea La Carlota, con el fin de recuperar dicha base y la comandancia de la Aviación.

Instantes después fue anunciada la llegada del presidente Pérez. Lo recibí en la puerta, conversamos brevemente y lo acompañé a su despacho. A los pocos minutos subió a sus habitaciones. Lo acompañé. La Suite Japonesa había sido atacada con gran violencia. Los vidrios de las ventanas se encontraban agujereados por el fuego de todo tipo de armas. No tengo dudas en afirmar que el objetivo del ataque a Miraflores era asesinar al presidente Pérez. Aproveché que nos encontrábamos solos para informarle sobre la situación militar. Le señalé que era imprescindible controlar el Museo Militar, la Base Francisco de Miranda, la Brigada de Paracaidistas en Maracay, la Brigada Blindada en Valencia y el Cuartel Libertador en Maracaibo. Intercambiamos puntos de vista sobre la forma de hacerlo y las prioridades existentes.

En medio de la conversación le resalté un hecho que me tenía preocupado desde el inicio del alzamiento. “Presidente, me he comunicado con todos los comandantes de Fuerza con excepción del general Rangel. Debe estar preso  o se encuentra comprometido en la insurrección”. La respuesta del presidente Pérez fue la siguiente: “Usted no se habrá comunicado con el general Rangel. Yo, desde que comenzó la crisis, he estado en contacto con él”. No pude evitar responder con cierta aspereza: “Usted es el presidente de la República, si el general Rangel ha estado en contacto con usted es más que suficiente”. Mi tono de voz mostró la molestia que me había causado la actuación del general Rangel. Le pedí permiso para retirarme. Me trasladé a la antesala del despacho presidencial. Allí conversé con algunas de las tantas personas del sector político, empresarial, de los medios de comunicación, etc.

Instantes después, mi ayudante personal, el entonces mayor de la Guardia Nacional Ramírez Moyeda, recibió una llamada en mi teléfono celular del T.C. Hugo Chávez, solicitando comunicarse conmigo. Al responderle, me invitó a trasladarme al Museo Militar, para conversar conmigo, a lo cual respondí que no tenía nada que hablar con él y que su única alternativa era rendirse.

Continuará…

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