El viaje del papa a la Armenia de «la angustia»
EFE
Situada cerca de los confines con Georgia y Turquía, la ciudad armenia de Gyumri recibió hoy al papa y lo hizo como una urbe marcada por «el sello de la angustia» tras un pasado de calamidades prácticamente común a todo el país.
En esta ciudad septentrional, la segunda del país caucásico, se localiza actualmente una gran parte de la comunidad católica, que representa una minoría frente a la potente Iglesia Apostólica, escindida de Roma y oficial en el país.
Francisco, siguiendo su precepto de acudir a las periferias geográficas y existenciales, viajó hoy en avión hacia este lugar, separado de la capital, Ereván, por alrededor de ochenta kilómetros.
Los periodistas que acompañan al papa en su viaje recorren este trayecto por una carretera secundaria mal asfaltada, repleta de socavones y con un paisaje ondulado, pedregoso y prácticamente deshabitado como telón de fondo.
Únicamente interrumpen la panorámica algunos puestos de venta ambulante y varias mujeres y niños que permanecen de pie junto a la carretera para observar el paso de la caravana con las primeras luces del alba.
En los campos, cubiertos por infinidad de flores moradas y amapolas, pacen las vacas mientras sus jóvenes pastores giran la cabeza al paso de los autobuses escoltados por la policía y que se ven obligados a detener la marcha ante la invasión de la calzada por parte de las reses.
El trayecto se produce además ante la perenne presencia del imponente monte Ararat, un volcán inactivo de cumbres nevadas que, a pesar de ser un símbolo de la armenidad, pertenece a Turquía por la pérdida territorial del país a lo largo de su agitada historia.
Se trata de un viaje a la Armenia que más sufre, que se enroca en el recuerdo de su «Medz Yeghérn», el Gran Mal, la masacre de un millón y medio de armenios en las deportaciones orquestadas por los otomanos a partir de 1915 para expulsarles de la Anatolia.
El patriarca supremo Karekin II acompañó hoy al papa en la misa celebrada en Gyumri y aseguró que la ciudad, al igual que el resto del país, está marcada por lo que denominó «el sello de la angustia».
El «katholikós» recordó los estragos padecidos durante la época comunista y el ateísmo impuesto por la URSS, que derivó en «el cierre y el silencio de las iglesias», con honrosas excepciones como «la celosa resistencia» de Etchmiadzin, la sede del patriarcado.
También indicó la huella marcada por el terremoto que arrasó esta región noroccidental en 1988, que se saldó con miles de muertos y que provocó cuantiosos daños materiales.
Pero entre «los duros golpes» que ha recibido a lo largo de su historia, Karekin II destacó «el genocidio» orquestado por el extinto Imperio Otomano y «sus políticas invasoras».
Una situación que en su opinión continúa vigente en la actualidad ya que Gyumri y Armenia «se enfrentan a las fronteras cerradas» de Turquía, heredera del mencionado Imperio, y «sus continúas políticas negacionistas».
La ciudad recibió a la caravana de periodistas con una fuerte presencia policial, numerosos vecinos que saludaban con la mano desde las aceras y engalanada con carteles del papa en el que le agradecían de antemano su visita.
Y es que el papa, con su presencia, ha reclamado atención para este Estado, enclavado en el corazón de un Cáucaso en tensión y perjudicado por numerosos problemas como el desempleo y un importante éxodo de jóvenes hacia el extranjero.
El pontífice durante la misa animó a la población a construir un futuro, entre otras cosas, mediante el recuerdo y la protección de su memoria colectiva porque, apuntó, también los pueblos tienen memoria, «como las personas».