El velo, símbolo innegociable de la República Islámica de Irán
EFE
El velo es uno de los innegociables símbolos de la República Islámica de Irán a pesar del rechazo de parte de la población a esta prenda, como se ha visto en las protestas de los últimos días por la muerte de una joven detenida por llevar mal el pañuelo.
Mahsa Amini, de 22 años, falleció el viernes a consecuencia del infarto y el coma que sufrió el martes en una comisaría de Teherán, donde estaba detenida por la llamada Policía de la moral por no llevar bien el velo.
La Policía calificó su muerte de “incidente desafortunado” y negó que la joven sufriese maltratos en comisaría.
Su fallecimiento ha provocado protestas en varias ciudades del país desde el viernes, que han sido reprimidas por las autoridades con porras, gases lacrimógenos y cañones de agua.
Muchas jóvenes se han quitado el velo en esas protestas en claro símbolo de rebeldía al considerar que su obligatoriedad supone una violación de sus derechos básicos.
Ese gesto ha estado acompañado de gritos como “Justicia, libertad y no al hiyab obligatorio” o “Mujeres, vida, libertad” y “Muerte al dictador, muerte al dictador”, entre otros.
Incluso mujeres religiosas, que usan el chador, una prenda negra que cubre todo el cuerpo salvo el rostro, y no van a protestas están en contra de su obligatoriedad.
“La gente debe decidir cómo vestirse”, dijo a EFE una conservadora vecina de Teherán, que viste habitualmente el chador.
Otra mujer de la capital explicó que ella se cubre con el velo incluso en su casa, pero que su hija lo usa lo menos posible.
“Las nuevas generaciones son diferentes. Deberían eliminarlo”, subrayó.
Éxitos de la revolución
Convertido en un elemento integral de la fe, el velo es quizás el mayor recordatorio de que la teocracia instaurada por el ayatolá Ruholá Jomeiní en 1979 sigue en pie.
El líder religioso declaró que sin esta prenda las mujeres estaban “desnudas” y aseguró que con solo cubrir el cabello de las mujeres la revolución ya era «un éxito».
Más de cuatro décadas después de la fundación de la República Islámica, la prenda es omnipresente en las calles del país, donde es raro ver a una mujer sin la cabeza cubierta, aunque sea cubriéndose la coronilla.
De hecho, su uso es obligatorio por ley y las mujeres que no se tapan en público se enfrentan a penas de prisión y multas.
A pesar de su ubicuidad y poder simbólico, la imposición del velo no estuvo exenta de controversia.
Cuando Jomeiní anunció en 1979 la obligatoriedad de la prenda, las mujeres protestaron en las calles durante seis días.
El ayatolá dio marcha atrás, pero un año más tarde impuso la obligación del velo en los puestos gubernamentales y en 1983 el hiyab se convirtió en obligatorio para todas las mujeres.
A lo largo de los años se han repetido las protestas por el velo, como las de 2017 protagonizadas por Vida Movahed, condenada a un año de cárcel por quitarse el hijab en público en varias ocasiones, y que fue indultada más tarde.
Aún así, en la última década se produjo cierta relajación en las maneras de vestir, en especial durante el mandado del expresidente reformista Hasan Rohaní (2013-2021).
Por las calles de Teherán se ve a muchas mujeres que en realidad solo se tapan la parte de atrás de la cabeza, flequillos al aire, en especial por el norte de la ciudad, más pudiente.
Más presión
Pero la llegada a la presidencia del ultraconservador Ebrahim Raisí en agosto del año pasado ha invertido la tendencia.
El Gobierno de Raisí ha aumentado en los últimos meses la presión para que las mujeres cumplan con las estrictas reglas de vestimenta con más arrestos por parte de la temida Policía de la moral.
Incluso se estudia el uso de software de reconocimiento facial contra las féminas que no cumplan con la normativa por las calles.
A pesar de las protestas y la relativa relajación de los últimos años, que ahora parece revertirse, es poco probable que el régimen cambie su posición acerca del velo.
«La eliminación de la obligatoriedad del hiyab sería una severa derrota (para el régimen)”, afirma el periodista Afshin Molavi en su libro «The Soul of Iran: A Nation’s Struggle for Freedom».
“La conservadora clase clerical no está lista para abandonar su derecho divino a cubrir a las mujeres”, asegura.