Los rusos estaban desesperados por saber si efectivamente tenían frente a ellos lo que quedaba de su peor enemigo, pero, por la acción del fuego, el cuerpo hallado era irreconocible. Entonces, al observar que la dentadura del cadáver se encontraba casi intacta, comenzaron a buscar a quien pudiera reconocerla.
Así llegaron hasta Käthe Heusermann, la asistente del dentista del dictador nazi, que al observar las piezas dentarias y prótesis del cuerpo carbonizado no dudó un segundo y dijo: “Estos son los dientes de Adolf Hitler”.
Lo que la mujer no sabía entonces era que el reconomiento que acabada de hacer, lejos de otorgarle un lugar importante en la historia contemporánea, le depararía un destino de padecimientos que la perseguiría por el resto de sus días.
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