El terrible drama de la actriz Nancy González
Con información de El Universal
El carro de Nancy González está inerte frente al edificio en donde vive. El vehículo, que ha perdido la figura y las capacidades por el paso del tiempo y la exposición a la intemperie, además de los golpes recibidos durante su vida, tiene más de un año sin poder moverse.
Haciendo uso de su peculiar humor negro, la recordada dama de la pantalla chica nacional compara su situación actual con la de su carro, en el que, por cierto, vivió durante cuatro años con su hijo y sus perros. Perdió su trabajo (el gobierno cerró RCTV en 2007 y los personajes a interpretar escasearon), luego su casa, incluso algunas amistades, pero nunca su dignidad. En un giro inesperado de la trama de su vida, en 2012 el expresidente Hugo Chávez le otorgó un apartamento a menos de 72 horas de conocerse la noticia de que ella vivía dando vueltas por Caracas, a veces sin probar bocado.
Pero ese tiempo que estuvo de ambulante, interpretando quizás el más dramático papel de su vida, le dejó marcas. Emocionales unas, físicas otras. Estas últimas las más difíciles de sanar.
Nancy González, la actriz caraqueña de cuatro décadas de trayectoria en televisión y cine, no puede caminar. No sin ayuda. Pasa sus días en una silla de ruedas desde que sus piernas se declararon en huelga, el año pasado. Su columna tiene seis vértebras lesionadas y necesita operarse lo antes posible.
“Me duele desde el dedo gordo del pie hasta aquí”, dice la artista llevando una mano hasta la cabeza, mientras que con la otra sostiene una montaña de hojas que, asegura, son copias de las cartas que ha entregado a las instituciones del Estado para solicitar ayuda. ¿Qué necesita? Muchas cosas.
A finales de 2015, la intervención quirúrgica costaba 600 mil bolívares. Pero en los primeros tres meses de este año el presupuesto llegó a 1 millón 500 mil bolívares. “Cada 15 días aumenta más”, señala González con pesar, pues ya La Casa del Artista le había donado lo necesario. “Es la única institución que me ha ayudado en todo momento”, comenta, sin pestañear, con la firmeza que le caracteriza. Fue allí donde le donaron la silla de ruedas para sustituir la andadera que, a su vez, tomó el testigo del viejo bastón con el que, incluso, pudo volver a la actuación.
Después de estar años alejada del mundo del espectáculo, la veterana actriz fue reclutada para ser parte del elenco de la telenovela de época Guerreras y centauros, transmitida por Tves el año pasado. Allí interpretó a la francesa Papillón. “Adaptaron el personaje a como estaba yo en la vida real: le pusieron un bastón y todo. De verdad que se portaron maravilloso. Me llenó de vida regresar a un estudio de televisión”, dice.
La emoción se mezcló con la decepción. Quiso muchas veces conversar con el presidente del canal y miembro del Movimiento de Artistas por la Paz y la Vida, Winston Vallenilla, y únicamente lo logró en el estreno del dramático. Después, sólo recibió promesas de encuentros que nunca ocurrieron y la voz de una secretaria, apenada, excusándolo. “Entonces me llamaron varias veces para que grabara el saludo navideño –se le amarga el rostro, no parpadea– ¿Cuál saludo navideño quieres tú que yo haga? ¿Cómo se puede hacer el saludo navideño cuando estás tan mal? Cuando ni siquiera el presidente del canal tuvo la delicadeza de responderme…”.
Otros colegas, en cambio, le han extendido una mano. Henry Galué, quien le dio el papel en la telenovela; Pedro Alván, quien ha introducido peticiones de ayuda en ministerios e instituciones; Dorian Ortiz, quien le ofreció un personaje en su ópera prima Golpe duro, pero que no se concretó por el estado de salud de González.
Por eso, en general, no tiene palabras buenas para la industria del entretenimiento en Venezuela: “Creo que ha habido buenas intenciones de alguna gente, pero no hacemos nada con buenas intenciones y ya. Un buen sindicato, una buena cobertura médica, un retiro digno. De eso no hay nada”.
Sus vecinos han sido aliados en su lucha. Una vez, incluso, la llevaron de emergencia a un CDI cercano a Fuerte Tiuna (donde reside), pero allí sólo pudieron estabilizarla y nada más porque no había médicos. Terminó, horas después, en la emergencia del Hospital Dr. Miguel Pérez Carreño, acostada en una camilla, esperando por ser atendida. Lo que no ocurrió ese día. Ni los dos días siguientes, asegura. “Hasta que un doctor se acercó a preguntarme qué hacía ahí. Y yo le respondí: ‘Ni yo sé qué hago aquí’, y me fui. Si me iba a morir, prefería morir en mi casa, con dignidad”. Una de sus vecinas fue quien la chequeó, finalmente. Era un cólico nefrítico.
“El amor del público lo tengo todavía. Salgo a la calle y más de uno me pregunta cuándo voy a trabajar en otra novela. Tengo un amigo, Eduardo, que me consigue pastillas y comida, cuando consigue”, comenta la actriz, que retrasa el uso de sus medicinas tomándolas un día sí y varios no. Uno de sus dos hijos es quien la atiende.
Nancy González considera que, si tuviera aún su carro, o hubiese recibido el que –indica– el gobierno le prometió en 2012, no estuviese hoy en una silla de ruedas, ya que habría cumplido con las terapias que estaba realizando cuando consiguió techo nuevamente. Techo del que no tiene título de propiedad, por cierto, algo que le preocupa.
Y si antes consideraba que vivir en la calle la ayudó a ser humilde, ahora no cree que esté atravesando otro momento difícil en su vida para recibir una nueva lección. “Tengo una lesión en un momento crítico del país. Soy producto de un problema generalizado. Porque si fuese yo sola la que estuviera padeciendo, diría que estoy pagando karma. Pero hay miles de venezolanos viviendo un calvario como yo. ¿Cuántos no se han muerto por no conseguir un medicamento?”.
Créditos: El Universal