El sueño de la casa propia, lejos de hacerse realidad en China
Pekín, AFP.- El sueño de la casa propia de los campesinos chinos que emigran a la ciudad en busca de trabajo está lejos de hacerse realidad, con salarios inferiores a 1.000 dólares y un precio de la vivienda a niveles astronómicos.
Un apartamento puede costar hasta un millón de dólares, pero el gobierno espera que la reactivación de la construcción aumente la oferta y haga bajar los precios.
Liu Jun, un ex campesino que oficia de electricista y plomero, forma parte de los 250 millones de chinos que aportaron la mano de obra necesaria al despegue económico de China y hoy aspiran a mejores salarios y un mejor porvenir.
El trabajo de esa mano de obra -obreros de la construcción, conductores de topadoras y grúas, técnicos de los más variados oficios-, estimuló el crecimiento económico de China, que se convirtió hace poco en la segunda economía mundial.
El migrante interno tiene libertad para trabajar en todos los sectores y en todo el país, pero sus derechos sociales -educación, salud y vivienda- quedan limitados a su pueblo de origen, al cual permanece vinculado administrativamente mediante el «hukou».
Ese sistema de permiso de residencia permanente, parecido a un pasaporte interno, en vigencia desde hace décadas, priva a los migrantes de una parte importante de la prosperidad que contribuyeron a crear.
Sus hijos son obligados a menudo a quedarse en la aldea -para poder ir a la escuela- a cargo de los abuelos u otros miembros de la familia.
Al mismo tiempo, la construcción inmobiliaria, motor del crecimiento económico chino, conoce una situación catastrófica desde hace dos años.
Los nuevos compradores potenciales están excluidos del mercado debido a una disparada de los precios que las medidas gubernamentales de restricción del crédito no logran contener.
Las autoridades apuntan ahora a resolver simultáneamente los dos problemas, reformando el sistema «hokou», de modo que los migrantes puedan comprar vivienda en la ciudad donde trabajan, y estimulando la oferta inmobiliaria.
Sólo 10% de los migrantes son propietarios en la ciudad donde trabajan, según el Banco Mundial.
Pero sin «un determinado número de medidas de estímulo, los efectos serán limitados», dice a la AFP Brian Jackson, del instituto IHS Economics.
Liu Jun, oriundo de Lankao, en la provincia pobre de Henan (centro), gana apenas 6.000 yuanes mensuales (920 dólares) en Pekín, donde el precio promedio del metro cuadrado es de 34.925 yuanes (5.300 dólares).
«Me gustaría quedarme, pero no tengo dinero para comprar», dice resignado Liu.
El proyecto de reforma de «hukou», dado a conocer la semana pasada al término de una reunión sobre planificación económica en presencia del presidente Xi Jinping, permitirá en principio a los migrantes adquirir «una identidad urbana».
El boom inmobiliario, alimentado por los préstamos y el gasto público, dio lugar a la proliferación de nuevos barrios.
Sin embargo, muchos se han convertido en «ciudades fantasma» y numerosas zonas urbanas están saturadas de alojamientos vacíos sin vender.
Las ventas de viviendas disminuyeron un 7,8% en 2014 en China. Eso desestabiliza las situación financiera de los promotores y, en consecuencia, frena la inversión, lo que podría agravar la crisis del sector.