El sismo deja las zonas de moda de la capital mexicana sumidas en el silencio
EFE
Acostumbradas a ser el escenario de paseos y ocio, las colonias Roma y Condesa, en la capital mexicana, rezuman una inusual tranquilidad, después de que el sismo del pasado martes sumiera sus calles y parques en el silencio.
Estos barrios hoy se recorren pisando el asfalto y con la mirada puesta en las grietas de los edificios, cicatrices de una zona que disfrutaba hasta el momento el apogeo de su renacer.
El terremoto de magnitud 7,1 en la escala de Richter vivido el 19 de septiembre trajo a la memoria el dramático episodio ocurrido ese mismo día pero 32 años atrás, cuando otro sismo dejó miles de muertos en la ciudad.
La Roma, una de las zonas más afectadas, comenzó así un difícil periodo hasta que explosionó en la última década como zona de tendencia, donde las galerías, bares y restaurantes de moda bailaban con la arquitectura «art nouveau».
Las cintas policiales y cuerdas advierten a los paseantes de que hay un edificio derrumbado, o al borde del colapso. Algunos de los vecinos que han tenido que salir de su hogar y buscar otro lugar donde dormir visitan diariamente sus casas, para comprobar su estado y conocer las últimas noticias.
Como en un pueblo fantasma, las tiendas permanecen cerradas. Los pocos locales que abren ofrecen víveres a los voluntarios o exhiben carteles con los que invitan a donar comida, medicinas y otros artículos para los afectados por la tragedia, que hasta el momento ha dejado 305 muertos, 167 en la ciudad.
Después de mantener en línea su negocio de flores durante un año, Ari Carmona decidió establecerlo físicamente, convirtiéndolo en una «florería-cafetería».
Sabía que la Condesa era el lugar para «Sweet Boxes». «Nuestro público está aquí», dice a Efe.
Tuvo la mala suerte de que, 21 días después de que abriera el local, el temblor lo convirtiera todo en «zona de desastre», pero la fortuna, al mismo tiempo, de que su calle no resultara dañada.
En la esquina, sin embargo, un edificio se derrumbó por completo y otros dos están han sido declarados inhabitables por su inestabilidad.
«A esta área no le paso nada. Por algo pasan las cosas y por eso aquí estamos apoyando mucho», comenta Ari, al lado de una mesa en la que ofrece agua y refrescos a los brigadistas, voluntarios y fuerzas de seguridad que pasan por el lugar.
Desde hace cinco días, se turna con un restaurante de la acera de en frente para que siempre haya un lugar disponible para quienes trabajan entre los escombros.
Diego Hernández es el encargado del Bubba Tea & Co., un local que también abrió recientemente, hace menos de dos meses. Siendo una de las zonas más cotizadas, celebraba estar en un punto estratégico en la ciudad, muy próximo a la glorieta de Cibeles.
«El movimiento es casi nulo», afirma. A la hora de la comida, añade, es cuando se ve un poco más de gente, porque salen a «despejarse» y a comer, debido a que hay algunos vecinos que no pueden cocinar en sus viviendas, por las fugas de gas.
La gente del barrio «está un poco afectada y asustada» por lo ocurrido el martes, señala.
Desde la puerta del restaurante Los Bisquets Obregón, Luz Torres observa al personal de seguridad. Está en la calle Álvaro Obregón, apenas a unos metros del número 286, donde se encuentra un edificio colapsado con 40 personas atrapadas.
El local abrió por primera vez el sábado después de cuatro días cerrado, por falta de servicios básicos. La clientela es mínima, y está compuesta por los visitantes habituales y algún que otro voluntario.
Al igual que los pocos restaurantes que permanecen abiertos en la zona, este lugar dejan descansar para tomar fuerzas, usar el sanitario y cargar los teléfonos.
Pequeños gestos de solidaridad después de la pesadilla que se vivió el día del temblor: «Salimos e íbamos a mitad del camellón cuando se cayó el edificio de allá. Desde aquí se vio todo», recuerda Luz.