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Este término tan particular, que desde la antigüedad ha servido para conquistar doncellas y damiselas, e incluso galanes, de acuerdo a la historia procede del griego “pyrōpós”, que se utilizaba para describir a aquello de color encendido o parecido al fuego. Posteriormente, los romanos tomaron la palabra y la adaptaron al latín “pyrōpus”, usándola para definir a una piedra preciosa de color rojo, parecida al rubí y variante del granate.
Lo curioso de la historia, es que el piropo fue relacionado inicialmente con una joya, que solía ser obsequiada a las mujeres que querían cautivar los pretendientes, por lo que pasó a definirse como la acción de regalar algo bonito, delicado, hermoso o sutil a una dama.
En sus orígenes, el rubí representaba al corazón, y por eso era la piedra preferida para regalar a las enamoradas. Sin embargo, como no todos tenían la posibilidad de ofrecer piedras preciosas a sus potenciales parejas para demostrar sus sentimientos, comenzaron a regalar palabras hermosas, halagos y poesías, para dar paso al significado de piropo, tal y como hoy lo conocemos.
En los siglos XII y XIII, los cortesanos se hicieron expertos en el arte de piropear a la mujer, de hecho, fue la época en la que se dio el auge de los trovadores, mientras que ya entrado el siglo XVII, se usó con mayor frecuencia en tratados y poesías, adoptando sinónimos literarios como chispazo, fogonazo de ingenio y palabra encendida.
Aunque suene a película de Disney o a cursilería barata, durante esa época -en España principalmente-, se puso de moda arrojar las capas de la vestimenta al paso de la dama deseada; además, en el siglo XIX los caballeros tenían la costumbre de taparse los ojos al pasar frente a una mujer, como indicativo de estar deslumbrados por su belleza; asimismo, lanzar besos al aire con las manos para denotar que existía gusto, atracción o empatía.
En la actualidad, el piropo ha pasado a ser callejero, improvisado u ocasional, hasta el punto que podría ser considerado una costumbre oral y popular. De hecho, las variaciones han comenzado en algunos casos a rayar en lo vulgar y descortés, por lo que en ocasiones más que causar agrado en las féminas, produce enojo, rechazo e incomodidad, dando paso a peleas o acaloradas discusiones públicas.
Piropos famosos
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Me gustaría ser caramelo, para disolverme en tu boca.
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Tus ojos son mi cielo, tus labios son mi mar, tu cuerpo es la tierra que yo quiero habitar.
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Que adelantada está la ciencia, hasta los bombones caminan.
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Tantas curvas y yo sin frenos.
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¿Crees en el amor a primera vista o tengo que volver a pasar?
A pesar de sus defensores y detractores, en América Latina y el mundo el piropo ha tenido auge en todos los rincones del planeta hasta el punto en el que ya no solo los hombres se atreven a vociferarlos, sino también las mujeres.
Nuestro llamado es a hacerlo con respeto, decencia, educación y decoro, para no rayar en el abuso o peor aún en el acoso. No convirtamos una frase hecha para el corazón, en una expresión digna de un bofetón (cachetada, golpe, insulto o agresión); rescatemos esa pleitesía al halago y a los atributos del ser humano, para revivir esa tradición de llegar con palabra al alma de quienes nos rodean.
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