“La cosa está bandera [difícil], oíste”, añade, al lado de varios jóvenes caraqueños en una plaza ruidosa, vibrante, multitudinaria. “Ya nadie quiere estudiar ni trabajar porque lo único que da reales es esto”, dice. Muchos comercios y personas no aceptan los billetes de dólares deteriorados, pero Miguel hace negocio con ellos.
En una esquina de la Plaza Bonalde, en el barrio popular de Catia en Caracas, Venezuela, Urrutia comparte la zona con vendedores de tornillos, cables para celular y comida china, entre otras cosas.
Esta siempre fue una zona de vendedores ambulantes, conocidos en Venezuela como “buhoneros”. Se paraban en dos o tres calles peatonales. Pero durante los últimos años el mercado popular se ha desbordado por más calles, la plaza misma y en otros barrios aledaños.
“La gente cambió con la llegada del dólar”, me dice Ana Cermeño, una vendedora de bolsas de costal de 61 años, también en Catia. “Antes esto te lo regalaban en la panadería, pero ahora la gente está vendiendo todo, lo que se encuentra y si no lo encuentra, se lo inventa”.