El quirófano más antiguo de Europa cumple 200 años
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El quirófano más antiguo conservado en Europa, ubicado en el corazón de Londres, prepara este año una muestra especial con motivo de los doscientos años desde que, en 1822, su mesa de operaciones vio pasar por primera vez a una paciente, cuando no había ni anestesia ni antisépticos.
El quirófano para mujeres del antiguo hospital Saint Thomas fue creado 67 años más tarde que el de los hombres, cuando la Revolución Industrial empujó a las mujeres a salir del ámbito doméstico y a empezar a trabajar en las fábricas, sufriendo accidentes y lesiones con la maquinaria que hasta entonces habían padecido principalmente hombres, como granjeros, campesinos o soldados.
“De repente hubo muchas más mujeres con necesidad de tener intervenciones quirúrgicas, exactamente las mismas que las de los hombres”, cuenta en una entrevista con Efe Monica Walker, comisaria de la instalación del quirófano y su museo, The Old Operating Theatre Museum and Herb Garret, situado cerca del Puente de Londres, en el antiguo emplazamiento del Hospital Saint Thomas.
Ante este aumento de accidentes, habilitaron un pequeño anfiteatro de madera en el ático de una iglesia adyacente y abrieron una puerta para comunicarlo con el resto de las instalaciones del hospital, creando una pequeña sala de operaciones que actualmente está restaurada y forma parte del museo, manteniendo elementos originales.
Para celebrar su bicentenario, este museo de historia de la cirugía ha lanzado una programación especial de eventos y un nuevo enfoque de las visitas, que incluye historias de casos reales a través de diferentes protagonistas que pasaron por el quirófano: cirujanos, enfermeras, estudiantes de medicina e incluso pacientes, como Elizabeth Raigen, de 60 años, cuya amputación de la pierna fue recogida en la revista médica «The Lancet» en abril de 1824.
Asimismo, en el museo se pueden ver esqueletos y atlas con los que se estudiaba anatomía, cuchillos para amputaciones y todo tipo de herramientas del siglo XVIII y XIX que ilustran cómo en aquel entonces se practicaban todo tipo de especialidades, desde intervenciones oculares hasta exámenes ginecológicos.
OPERADA BAJO LA MIRADA DE ESTUDIANTES
La mesa de operaciones situada en el centro del anfiteatro recuerda cómo los estudiantes del último año de Medicina observaban desde la grada los procedimientos y técnicas de los cirujanos: amputaciones de extremidades y mastectomías, litotomías (extracción de piedras de la vejiga) y trepanaciones (agujerear el cráneo para tratar traumatismos en la cabeza).
“Los estudiantes se habrían dispuesto alrededor del hemiciclo del teatro y llevarían puesta su ropa diaria”, apunta Walker. “Muchos de ellos habrían venido con cigarros, se permitía fumar dentro de la sala de operaciones. Se puede imaginar que este espacio habría tenido un montón de humo”, expone.
La higiene tampoco quitaba el sueño a los cirujanos de aquellos tiempos, que no conocían la incidencia de los gérmenes ni los antisépticos. No se lavaban las manos antes de la operación y utilizaban y reutilizaban sus delantales empapados de sangre como marca de su gran trayectoria en el quirófano.
Estas eran las condiciones que seguramente se encontró una de las protagonistas que han investigado en el museo, Elizabeth Raigen, de 60 años, cuando entró en este quirófano el mediodía del 29 de abril de 1824 para que el doctor Travers le amputara la pierna, bajo la luz natural que entraba por la claraboya del techo.
Había ingresado en el hospital Saint Thomas diez días antes con una fractura abierta en la tibia y la gangrena amenazaba con una muerte segura si no pasaba por quirófano. Sin anestesia, Raigen tuvo que soportar veinte minutos de una operación que de media solía ser diez veces más rápida: dos minutos.
Según publicó días más tarde la revista «The Lancet», Raigen salió con vida del quirófano –”el brandy y el vino administrado la reanimaron un poco”– pero perdió la vida tres días más tarde, el lunes 3 de mayo.
Aun así, por mucho que pueda sorprender ahora, eran más quienes sí acababan sobreviviendo –dos de cada tres– tras la cirugía del antiguo hospital Saint Thomas, que atendía a gente de clase baja. EFE