El príncipe Enrique y Meghan, una pareja real que hace las cosas a su manera
EFE
Con el nacimiento de su primer hijo en privado y lejos de las cámaras, el príncipe Enrique y su esposa, la ex actriz estadounidense Meghan Markle, demostraron una vez más que, aunque representen a una monarquía histórica, están dispuestos a hacer las cosas a su manera.
A diferencia de los duques de Cambridge, Guillermo y Catalina, cuyos tres hijos nacieron, como el mismo Enrique, en el ala privada del hospital Saint Mary de Londres, se cree que Meghan ha tenido un parto natural en la residencia de la pareja en Frogmore Cottage, en los terrenos del castillo de Windsor (al oeste de la capital).
Enrique, de 34 años, y Meghan, de 37, decidieron además que no avisarían con antelación, lo que ha evitado el acoso de los medios, y, en lugar del tradicional posado con el recién nacido, presentarán a su bebé «en un par de días», como y donde ellos quieran -quizás en su cuenta de Instagram-.
En este importante momento de su vida, junto a Meghan estuvo, además de su esposo, su madre, Doria Ragland, la primera allegada de la familia real de raza negra, cuya hija, de padre blanco, ha traído a la monarquía su primer representante mestizo.
El bebé de los duques de Sussex es el octavo bisnieto de la reina Isabel II y séptimo en la línea de sucesión al trono del Reino Unido, lo que da a sus padres cierta libertad para salirse ligeramente del protocolo.
No obstante, el estilo personal de la pareja, que tiene su propia oficina de prensa -encabezada por Sara Latham, que asesoró a Hillary Clinton y Barack Obama en los Estados Unidos-, no deja de suscitar críticas y habladurías entre los medios tradicionalistas.
Durante el embarazado, Meghan fue cuestionada por llevar tacones altos, tocarse demasiado el vientre en actos públicos y por volar a Nueva York para asistir a una costosa «baby shower» o fiesta de celebración del inminente nacimiento con sus amigos famosos.
Precisamente en esa fiesta, según recogió una revista estadounidense, la esposa del príncipe Enrique habría manifestado su intención de criar a su primer hijo con una «aproximación al género fluida», es decir, sin adjudicarle estereotipos de rol femenino o masculino, lo que fue desmentido por el palacio.
También se ha hablado mucho de las supuestas desavenencias de la protagonista de «Suits» con Catalina, así como de la competitividad entre Enrique y su hermano, lo que pareció verse confirmado cuando la pareja se fue de Londres para instalarse en la residencia de Windsor, que la Reina les regaló tras su enlace.
En la capilla de Saint George del castillo de Windsor se casaron el 19 de mayo de 2018, en una ceremonia también rodeada de polémica porque faltó, en el último momento, el padre de Meghan, Thomas Markle, divorciado de su madre y que vive en México.
La ausencia del antiguo técnico de iluminación, que enfermó repentinamente, fue la primera de una sucesión de controversias con su famosa hija, abonadas por la hermanastra de ésta, Samantha Markle -de un primer matrimonio de Thomas-, que la acusa constantemente de trepa y advenediza.
Tras conocer el nacimiento hoy de su nieto, Thomas Markle envió un sentido mensaje a través del periódico sensacionalista «The Sun», en el que deseó felicidad a la pareja y al pequeño y deseó que éste «sirva con gracia, dignidad y honor» a la Corona británica.
Hace unos meses, el padre de la duquesa hizo pública en otro diario una misiva que aparentemente le había enviado su hija, en la que ésta lamentaba, entre otras cosas, que no le hubiera comunicado en persona que no iba a asistir a su boda y le reprochaba no haber frenado a Samantha mientras ella era blanco de sus «mentiras viciosas».
Además de los problemas con su familia, Meghan ha tenido también, de acuerdo con los medios, encontronazos con sus asistentes, dos de las cuales decidieron dejar sus puestos a finales del año pasado por, supuestamente, su fuerte carácter.
Sean realidades o conjeturas, parece claro que Enrique y Meghan, actualmente los miembros más populares de la familia real británica, no se librarán de más ataques en el futuro, no tanto por lo que hagan como por lo que dejen de hacer: cumplir con los deseos y expectativas de los demás.