El primer chiste (conocido) de la historia
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Podemos datar el chiste más antiguo conocido hacia el año 1900 a.C., en Súmer, donde también encontramos los tratados morales más antiguos. Uno de los más famosos es conocido como el Poema del Justo Sufriente o Ludlul bēl nēmeqi (Quiero alabar al Señor de la sabiduría). Escrito en acadio, es el poema de carácter sapiencial más largo en lengua babilónica. Cuenta la historia de un tal Shubshi-meshre-Shakkan, quien, tras pronunciar un himno introductorio y a lo largo de un extenso monólogo, va narrando las desgracias que le han sucedido de modo incomprensible. La lección moral a extraer es que a pesar de la rectitud y la honestidad que pudieran adornar a un babilonio, los dioses podían castigarle con las más terribles penas sin que el pobre hombre conociera el motivo. Y es que es la eterna pregunta: ¿por qué ha de sufrir una persona justa?
Pues bien, en este poema podemos ver frases que destilan una fina ironía: “al pobre le prestan plata y preocupaciones”, “al pobre más le valdría morirse; si tiene pan, no tiene sal; si tiene sal, no tiene pan; si tiene carne, no tiene cordero; si tiene un cordero… no tiene carne”. Pero no son un chiste.
El único que nos ha llegado y que hemos citado más arriba es de los que llamaríamos escatológicos: “Lo nunca visto en las tierras de los cabezas negras (sumerios): que una tierna jovencita se tire un pedo sentada en las piernas de su amado”.
Los egipcios también tenían su humor. En el papiro Westcar (año 1600 a.C.) aparece uno de los que llamaríamos machistas: «¿Cómo entretendrías a un faraón aburrido? Navega en un barco por el Nilo lleno de mujeres jóvenes vestidas solo con redes de pesca e instas al faraón que vaya a pescar».
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