El Partenón, la joya de Atenas
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Antes de que el Partenón dominara la Acrópolis, este cerro sagrado albergaba modestos templos y santuarios, testimonios de la devoción ateniense. Sin embargo, en el 480 a.C., una invasión persa redujo a cenizas estas estructuras, dejando tras de sí un paisaje de desolación. Fue entonces cuando Pericles, visionario líder de la Atenas del momento, concibió la grandiosa tarea de reconstruir la Acrópolis, no solo para restaurar su gloria pasada sino para superarla. En este ambicioso proyecto, el Partenón se erigiría como el corazón palpitante del renacimiento cultural y espiritual de Atenas.
Para materializar esta visión, Pericles confió en el genio de tres figuras excepcionales: Fidias, Ictino y Calícrates. Fidias, un escultor de renombre, supervisó todo el proyecto artístico, infundiendo al templo una belleza sin precedentes a través de sus esculturas. Ictino y Calícrates, arquitectos de gran talento, concibieron un diseño arquitectónico revolucionario que desafiaba las convenciones y buscaba la perfección en cada proporción.
El mármol elegido para esta obra maestra provenía del monte Pentélico, conocido por su resplandor blanco y su capacidad para adquirir una suave pátina dorada con el paso del tiempo. Esta elección no solo garantizaba la durabilidad y la estética del edificio, sino que también simbolizaba la conexión de Atenas con su tierra y sus recursos. El innovador diseño arquitectónico, con su refinada aplicación del orden dórico y sus ajustes ópticos sutiles, como la éntasis de las columnas, reflejaba un entendimiento avanzado de la estética, marcando al Partenón como un pilar de la arquitectura clásica y un monumento a la ingeniería y el arte de la antigua Grecia.
Con información de Muy Interesante