El papa fustiga «la conciencia anestesiada» de Europa ante el drama de los refugiados
EFE / AFP
El papa Francisco fustigó este viernes «la conciencia anestesiada» de Europa ante el drama y de los refugiados al término del Vía Crucis nocturno en el Coliseo de Roma en un nuevo llamado para que se resuelva esa grave crisis humanitaria.
«¡Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro Mediterráneo y en el mar Egeo, convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada!», clamó el papa en una clara crítica al cierre de fronteras y al rechazo hacia los inmigrantes y refugiados en el viejo continente.
Francisco denunció también las guerras, el terrorismo, la corrupción y reconoció que «todavía hoy» hay curas pedófilos, que «han despojado a los inocentes de su propia dignidad».
«¡Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en los fundamentalismos y en el terrorismo de los seguidores de cierta religión que profanan el nombre de Dios y lo utilizan para justificar su inaudita violencia», lamentó el papa al referirse a los ataques yihadistas.
Tras enumerar los grandes males que azotan a la humanidad y comparar sus sufrimientos con los padecidos por Jesús en la cruz, Francisco condenó también a los «tantos Pilatos que se lavan las manos», dijo.
En su oración a la cruz, el papa argentino volvió a acusar a los «traficantes de la muerte», que «alimentan los hornos de la guerra», dijo.
El tradicional rito alrededor del monumento romano, se celebró este año en un clima particular, marcado por las fuertes medidas de seguridad adoptadas desde los atentados de noviembre en París y mantenidas tras los recientes ataques de Bruselas que costaron la vida a 31 personas.
Francisco reza desde el Coliseo blindado
Toda la zona estaba vigilada por patrullas de la policía y el ejército además de cuerpos especiales de inteligencia, que controlaron los documentos de cada una de las personas que ingresaba a la zona.
El sumo pontífice llegó hacia las 21H00 locales (19H00 GMT) al monumento romano, en el corazón de la Ciudad Eterna, en donde miles de personas, turistas y religiosos, la mayoría con antorchas, lo esperaban.
Francisco, de 79 años, vestido con un abrigo blanco, asistió como el año pasado al rito desde la terraza del Palatino, bajo un toldo rojo instalado frente al imponente anfiteatro romano, donde soplaba una brisa fría, y no recorrió a pie las 14 estaciones.
Este año, el papa Francisco pidió al cardenal italiano Gualtiero Bassetti, entre los purpurados más amigos, que escribiera las meditaciones que tradicionalmente se leen en cada una de las 14 estaciones del calvario padecido por Cristo.
El texto abordó la situación de los refugiados por las guerras, de los desplazados y perseguidos.
«¿Cómo no ver el rostro del Señor en aquellos de los prófugos, refugiados, desplazados, que huyen desesperados del horror de la guerra, las persecuciones, las dictaduras?», se interroga Bassetti.
En cada estación del Vía Crucis se abordó un tema específico que preocupa al mundo, mientras la cruz fue cargada por fieles de numerosas nacionalidades, entre ellos latinoamericanos de Paraguay, Ecuador, Bolivia y México.
La cruz en las últimas estaciones fue llevada por los sirios Hadad Rana y Yusef Saghir y los hermanos franciscanos de Tierra Santa, en representación de regiones azotadas por los conflictos.
En la primera estación, que relata el momento en que Jesús es condenado a muerte, se reflexionó sobre la exclusión, la pérdida de bienes y seguridad, como ocurre a miles de desplazados que huyen de Medio Oriente y África.
«¡Cuánto miedo hay en nuestra vida! Tenemos miedo del diferente, del extranjero, del emigrante», reconoció el cardenal.
En la tercera estación, que hace referencia a la primera caída de Jesús, el texto habla sobre los campos de exterminio, el trabajo infantil esclavo.
«Te rogamos, Señor, por todos esos sufrimientos que parecen no tener sentido», pide el autor.
El Vía Crucis, que duró menos de dos horas, fue transmitido en directo por televisión a numerosos países.
La víspera, Jueves Santo, Francisco volvió a llevar su mensaje de solidaridad a un centro de refugiados cerca de Roma, donde lavó los pies a doce emigrantes, entre ellos varias mujeres y musulmanes.
El domingo culminará las celebraciones de Semana Santa con la misa de Resurrección y el mensaje «Urbi et orbi», a la ciudad y al mundo.