El nuevo futuro de la moda sostenible
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Una enorme montaña de ropa usada cubre la fachada de la Sagrada Familia de Barcelona. En Nueva York, más ropa cae del cielo e inunda las calles de Times Square: prendas de moda rápida desechadas por millones de personas que se cansaron de ellas. Son imágenes creadas con Inteligencia Artificial, con las que la plataforma de segunda mano de lujo, Vestiaire Collective, anunciaba la purga de más de 100.000 prendas de moda rápida que ya nadie podrá comprar ni vender en su web y que han sido eliminadas apelando a la coherencia.
«Si no creemos en este modelo y si seguimos vendiéndolo, no somos fieles a nuestros valores», declaró Dounia Wone, directora de impacto de la marca. Sea por coherencia o por incrementar el negocio, (la reventa de marcas de lujo aporta mayor beneficio) estas imágenes nos enfrentan a una realidad que nada tiene de artificial en otras regiones del planeta mucho menos favorecidas.
«África no necesita vuestra ropa»
Volúmenes inmensos de obroni wawu o «ropa de hombre blanco muerto», se acumulan en Ghana. El país africano recibe unos 15 millones de prendas usadas a la semana, lo que le convierte en el mayor importador del mundo y es el sustento de unas 30.000 personas que trabajan en el mercado de Kantamanto, en la capital, Accra. Miles de puestos con prendas que llegan de Reino Unido, Estados Unidos o China, de marcas que todos conocemos.
Estos pequeños comerciantes compran fardos en los que siempre hay prendas manchadas, rotas e inservibles. Se calcula que un 40 por ciento de la ropa que les mandamos no es vendible y mucha acaba en los vertederos que rodean la capital, como el de la ciudad de Old Fadama. Allí, Janis de la Serna, enviado especial de La Sexta, escala una enorme montaña de basura textil en un reportaje grabado en esta devastada ciudad en la que viven 80.000 personas. Le acompaña un voluntario de Or Foundation, organización que lucha por recuperar los territorios saturados de desechos, que mira a su alrededor y se viene abajo: «¿Cómo se puede ser niño aquí? Reflexionen y preocúpense por saber dónde acaban sus prendas. Quedaos vuestra basura. África no necesita vuestra ropa».
La Fundación Or se enfrenta a esas toneladas de ropa usada que han convertido a Ghana en el vertedero textil del mundo. Ante la urgencia de la situación solicitó un Fondo de Responsabilidad Ampliada (RAP) a los productores de estas prendas. Sólo Shein atendió a la llamada donando 20 millones de dólares para financiar el trabajo manual que supone sacar ropa de debajo de la arena mojada. Criticada por unos como pura acción de márketing para acallar las acusaciones a su sistema desenfrenado de producción de ropa barata, para otros es un acto de reconocimiento del daño ambiental que provoca el gigante chino de la ultra fast fashion.
El largo viaje de una camiseta, del armario a un vertedero textil en otro continente
Lejos de África, si se sobrevuela el desierto chileno de Atacama, se distingue una inmensa mancha multicolor que perturba el árido y monótono paisaje. La imagen dio la vuelta al mundo hace dos años, cuando la actriz y activista Emma Watson denunció a la fast fashion de ser la causante de este cementerio de ropa usada que, además, sufría incendios que ponían en peligro a las poblaciones cercanas. Los basureros descontrolados están en el centro de la polémica, y aunque la industria de la moda es el segundo sector que más contamina en toda su cadena de producción, es el residuo final el que ha hecho saltar todas las alarmas. Según cifras del último informe Pulse of the Fashion Industry elaborado por la Global Fashion Agenda, 92 millones de toneladas textiles por año acaban abarrotando vertederos por todo el planeta y, según datos de la Fundación Ellen MacArthur1, el 73% de la ropa en todo el mundo acaba en la basura.
La ruta de todas estas prendas usadas tiene como punto de partida la buena intención de ciudadanos convencidos de que alguien aprovechará lo que ya no quieren. Esa camiseta pasada de moda que se tira al contenedor forma parte de los 2,2 kilos de ropa por habitante al año que se recoge en España. Esto lo cuenta Albert Alberich, director de Moda Re que participó en el Curso de Verano de la Universidad Complutense «Moda sostenible en España: un reto a 2030», patrocinado por Mango. Albert explica que los contenedores de Cáritas recogen unos 48 millones de kilos de ropa al año.
«De allí viajan a las plantas de preparación para reutilización. Una vez clasificadas las prendas, se reutiliza un 55 %, el 35% se recicla y el 8% se rechaza, aproximadamente». De todas las prendas reutilizables entre un 10 y un 16 por ciento se comercializa en las 130 tiendas de Moda Re por toda España. El resto se va a África».
Y es aquí donde comienza el viaje de esa desfasada camiseta con destino a un mercadillo o a un vertedero africano. «Nos quedamos con la creme, aquello que por tendencia y moda tiene potencial para ser utilizado en España. El resto se manda a África y, sí, a partir de ahí se pierde la trazabilidad».
Entre la ropa que se queda. se recicla un alto porcentaje. Y es que España es líder en reciclado manual produciendo más de 60.000 toneladas al año de hilo reciclado. El proyecto de Moda Re da trabajo a 1.400 personas, entre las tiendas y las plantas de clasificación. «En nuestras tiendas hay todo tipo de clientes. Ya a nadie le da reparo comprar moda de segunda mano. En lugar de ir a la parroquia a por bolsas de ropa, las personas con riesgo de exclusión social acuden a la tienda con vales y los canjean. Es una forma de desestigmatizar el hecho de vestir con ropa donada».
En este curso de verano de la Complutense en el que participó Albert Alberich, junto a responsables de Decathlon, Tendam, Jeanologia y Mango, se hace referencia a 2030. Es la fecha límite que ha puesto la Unión Europa para que la moda sea circular.
El 30 de marzo de 2022, la Comisión Europea publicó la Estrategia de la UE para Textiles Sostenibles y Circulares, que apuesta por la durabilidad de las prendas, la reparación, la segunda mano y el reciclaje. El Reglamento de Diseño Ecológico (ESPR) hará frente a la moda rápida para estimular la innovación en el sector y acabar con el greenwashing, lo que supone un paso de gigante, dice Paloma García López, fundadora de The Circular Project y directora de la Circular Sustainable Fashion Week Madrid.
«Aunque el hecho de que sea obligatorio me hace ser optimista, echo de menos más leyes que impulsen y favorezcan la relocalización y el empleo local. Esto marcará la diferencia hacia esa descarbonización que se persigue. Tampoco creo que veamos un retroceso de la fast fashion en los próximos años, es más, se calcula que triplicará sus beneficios si no se les ponen barreras drásticas, y el greenwashing continuará maquillado de mil maneras».
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