El museo más antiguo del mundo está en Europa
800 Noticias | Foto: Referencial
La humanidad siempre ha sentido una profunda fascinación por conservar su historia y cultura. Los museos se han convertido en custodios de este legado, ofreciendo una ventana al pasado que nos define. Entre estos guardianes del tiempo, los Museos Capitolinos de Roma destacan como un testimonio viviente de la tradición museística. Fundados en 1471 por el Papa Sixto IV, hablamos del museo más antiguo del mundo todavía en funcionamiento, un vínculo tangible con el Renacimiento y las raíces de nuestra civilización occidental. Este artículo invita a un viaje por la rica historia y las colecciones invaluables que ofrecen estos museos.
El origen de los museos
El concepto de museo como lo conocemos hoy se originó en prácticas muy antiguas de colección y exhibición. Una de las primeras manifestaciones de un «museo» se remonta al año 530 a.C. con el museo de Ennigaldi-Nanna, en la antigua Babilonia. Este espacio, creado por una princesa del Imperio neobabilónico, se organizaba meticulosamente con etiquetas que describían la procedencia de cada objeto, lo que refleja un intento temprano de categorización y preservación educativa.
A lo largo de los siglos, esta práctica evolucionó significativamente en Europa, donde el coleccionismo de arte y antigüedades se volvió popular entre la nobleza y los eruditos. Estas colecciones privadas, a menudo dispuestas en lo que se conocía como «gabinetes de curiosidades», fueron los precursores directos de los museos públicos modernos. A medida que estas colecciones se hicieron más accesibles al público, sentaron las bases para las instituciones dedicadas a la conservación del patrimonio cultural que hoy pueblan el mundo.
El museo más antiguo
Los Museos Capitolinos de Roma, fundados en 1471 por el Papa Sixto IV, marcan el nacimiento del museo público más antiguo del mundo. En aquel entonces, Roma estaba en pleno Renacimiento, una época de renovación cultural y artística que redefinía el panorama europeo. En este contexto vibrante, Sixto IV decidió donar una importante colección de bronces, incluyendo figuras emblemáticas como la Loba Capitolina.
Esta decisión reflejaba el interés intelectual del Papa y su estrategia política de fortalecer el poder papal en Roma. Al ubicar estas obras en la Plaza del Campidoglio, diseñada por Miguel Ángel, el Papa transformaba un espacio público en un centro de cultura y aprendizaje.
Con información de Muy Interesante
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